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Macron, favorito para ser presidente de una Francia en la que un 40% vota a extremistas

El candidato socioliberal vence en la primera vuelta. La líder del FN será su rival en la segunda. Mélenchon destroza al PS y obtiene un 19% de votos.

El candidato socioliberal vence en la primera vuelta. La líder del FN será su rival en la segunda. Mélenchon destroza al PS y obtiene un 19% de votos.
Macronistas y lepenistas celebran los primeros datos. | EFE

Marine Le Pen y Emmanuel Macron se disputarán el próximo 7 de mayo la Presidencia de la República Francesa. El candidato socio-liberal –signifique esto lo que signifique– y la líder de extrema derecha se alzaron con el triunfo en la primera vuelta de unas elecciones que habían generado mucha expectación, miedo e incertidumbre, pero que al final se saldaron con el triunfo de los dos candidatos que, desde hace dos meses, lideran los sondeos.

De esta manera, con más del 90% de los votos escrutados, Macron encabeza el recuento con el 23,51%. Tras el líder de En Marche se sitúa la candidata del Frente Nacional con el 22,06%. Ya en tercer lugar está François Fillon, candidato de la derecha gaullista agrupada en torno a Los Republicanos y con un 19,73%. Luego aparece la gran sorpresa de las elecciones, Jean-Luc Mélenchon, con un 19,48% –sorpresa relativa, porque desde hace quince días los sondeos le daban cerca del 20% de los votos– y una tendencia ascendente que incluso podría servirle para arrebatar la tercera plaza a Fillon al final del recuento.

Por último, los grandes derrotados son Benoît Hamon y el Partido Socialista francés, que sufren una debacle histórica: tras cinco años de Gobierno de François Hollande y con un candidato que ganó las primarias con un discurso que apelaba al sector más izquierdista de su electorado, se ha quedado en menos del 7% de los sufragios.

Nunca se puede prever qué ocurrirá en la segunda vuelta, pero todo apunta a que Macron será el próximo presidente de la República. Y que ganará con cierta claridad. No sólo por haber ganado con cierta claridad en esta primera vuelta, sino también porque recibirá el apoyo de sus principales rivales. De hecho, este mismo domingo por la noche, tanto Fillon como Hamon han dicho que le votarán y han pedido a sus seguidores que también lo hagan. No sólo ellos, también el actual primer ministro Bernard Cazeneuve y su predecesor Manuel Valls han salido rápidamente a pedir en los medios que el voto de los socialistas sea para Macron.

El único que se ha separado del apoyo unánime a Macron ha sido el candidato de la extrema izquierda, Jean-Luc Mélenchon. El líder de La France Insoumise, un partido que tiene muchos más elementos programáticos en común con el Frente Nacional que con En Marche!, ha rehusado apoyar a uno u otra. En su lugar, ha anunciado que convocará una consulta en internet para que sus 450.000 seguidores puedan pronunciarse al respecto.

En realidad, la actitud de Mélenchon es plenamente coherente. Como decimos, el programa con el que se ha presentado a estas presidenciales está muy cerca del que el Frente Nacional lleva años defendiendo. Más proteccionismo, más intervencionismo, ataques a Alemania y a la Unión Europea a los que se acusa de todos los males, antiamericanismo en política exterior, cercanía a la Rusia de Vládimir Putin, desprecio a la propiedad privada, promesas de limitar al máximo el actual modelo capitalista para construir una economía dirigida por el Estado, multiplicar el gasto público y un discurso populista que enfrenta a un supuesto pueblo desheredado frente a una casta que se lo quiere quedar todo. En realidad, casi la única diferencia reside en que Le Pen restringe sus ventajas a los franceses y Mélenchon a todos los habitantes del Hexágono, tengan o no pasaporte galo. Pero en lo fundamental, los discursos de uno y otra son intercambiables en buena parte de las materias, sobre todo en la parte económica.

De hecho, el auge de Mélenchon en las encuestas se explica en parte por el colapso del Partido Socialista, pero también por su capacidad para rascar votos entre parte del electorado del Frente Nacional. Hace un par de meses todos los sondeos daban por seguro que Marine Le Pen ganaría la primera vuelta con cerca del 27-28% de los votos. Al final se ha quedado en un 22%. ¿Cuántos de esos apoyos perdidos han ido al líder de extrema izquierda? Porque para Le Pen pasar a la segunda vuelta, con todos los medios de comunicación en contra y con el rechazo declarado de todos los demás partidos, es un éxito. Pero no es menos cierto que su resultado final dista mucho del que podía esperar hace unas semanas.

En cualquier caso, este domingo por la noche ya ha quedado claro cuál será el campo de batalla para la segunda vuelta de las Presidenciales. Por un lado, Macron jugará la baza de la estabilidad. Su discurso es reformista pero no rupturista. Y su objetivo es pescar a izquierda y derecha. Enfrente, Le Pen ha recibido los resultados electorales de esta primera vuelta con el mismo tono de desafío a las élites que ha caracterizado toda su campaña. Llamadas al pueblo para que se rebele frente a una oligarquía que ha tomado las instituciones y recupere los valores eternos de la nación francesa: "Apelo a todos los patriotas sinceros, de todo origen, para que me apoyen, que abandonen peleas anquilosadas porque está en juego el interés del país, la supervivencia de Francia, la unidad nacional", insistía ante un millar de fieles del Frente Nacional que se habían reunido en Hénin-Beaumont, uno de sus feudos electorales.

El triunfo de los extremistas

En este sentido, los porcentajes de voto de Le Pen y Mélenchon deberían preocupar a los candidatos de los partidos tradicionales y al propio Macron. El hundimiento de las formaciones clásicas de derecha e izquierda –representadas en estos comicios por Los Republicanos de Fillon y el Partido Socialista de Hamon– es histórico. Apenas superan el 25% de los votos entre las dos. En 2012, tras cuatro años de crisis, la UMP de Nicolas Sarkozy y el PS de Hollande obtuvieron casi el 56% en la primera vuelta.

El sistema electoral francés lleva décadas sirviendo como alfombra para esconder la realidad de un país en el que buena parte del electorado está muy escorado hacia uno de los dos extremos de la línea ideológica. La posibilidad de una segunda vuelta en el que todos los partidos se unen contra el candidato antisistema –normalmente del FN– ha mantenido a estos partidos extremistas con una representación institucional muy inferior a su apoyo electoral. Lo mismo ocurrirá previsiblemente dentro de quince días. Macron vencerá –los primeros sondeos para la segunda vuelta dan un resultado de 60-62% al socioliberal frente a un 38-40% de Le Pen– y muchos en París, en Bruselas y en la mayoría de las capitales occidentales respirarán.

Pero lo cierto es que una candidata de un partido de extrema derecha y un candidato que se declara admirador de Hugo Chávez y Fidel Castro han sacado más del 40% de los votos en el que es el segundo país más poblado de la UE. A fin de cuentas, hablamos de dos partidos que llevan como primera propuesta de su programa una refundación de la República, con un planteamiento económico que implicaría un enorme recorte de libertades para sus ciudadanos, el cierre de sus fronteras y la ruptura de la UE y el euro. ¿Un 40%? No parece nada tranquilizador.

Dicho esto, la pregunta ahora es qué hará Macron una vez que llegue al Palacio del Elíseo. Este domingo por la noche no ha ofrecido demasiadas pistas: "En un año hemos cambiado la cara de la política francesa", ha afirmado ante sus partidarios en el Palacio de Congresos de Puerta de Versalles de París. "Nuestro país atraviesa un momento inédito marcado por el terrorismo, el déficit, el sufrimiento social y ecológico, y ha respondido votando masivamente y ha decidido situarme en cabeza de la primera vuelta".

La etiqueta "socioliberal" con la que se le conoce desde que entró como ministro de Economía en el Gobierno de François Hollande responde a su supuesto carácter liberal en materia económica pero social en lo que tiene que ver con el Estado del Bienestar. Podría decirse que el modelo que lleva En Marche! en su programa electoral mira hacia el noreste, hacia países nórdicos como Dinamarca o Suecia, que han sabido conjugar dinamismo económico, prosperidad y crecimiento con altos impuestos y una fuerte (y cara) red de protección social.

Macron ha hablado de "abrir una nueva etapa" o de "desbloquear" los sectores más anquilosados de la sociedad y la economía francesa. En un país tan reticente a los cambios y tan receloso de todo lo que huela a capitalismo y libertad económica, habrá que ver cuánto margen tiene para esas reformas que asegura que está dispuesto a hacer. Porque además, hablamos de un político sin partido que en unas semanas tendrá que enfrentarse a unas elecciones legislativas de las que saldrá una Asamblea Nacional fragmentada y sin mayorías claras. Si quiere consolarse, puede pensar que la parte buena es que tendrá el apoyo de sus socios europeos y recibirá una economía que, también gracias a las reformas que él impulso, empieza a dar síntomas positivos. En cualquier caso, la Presidencia de Emmanuel Macron (si no hay un terremoto a lo Trump, que no parece) comenzará siendo una completa incógnita.

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