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Eduardo Boza, obispo expulsado por Fidel Castro, camino de los altares

Fue expulsado en 1961 junto a otros 131 sacerdotes. Se dedicó a atender a los cubanos exiliados. Ahora está en proceso de beatificación.

Fue expulsado en 1961 junto a otros 131 sacerdotes. Se dedicó a atender a los cubanos exiliados. Ahora está en proceso de beatificación.
Monseñor Eduardo Boza | Archivo

Monseñor Eduardo Boza Masvidal era obispo auxiliar de La Habana cuando Fidel Castro ordenó su expulsión de la isla al ser considerado enemigo del régimen comunista. Ahora este religioso está en pleno proceso de beatificación en una diócesis venezolana, donde prestó una importante labor hasta 2003, año en que falleció.

En este sentido, Boza fue uno de los 131 sacerdotes y religiosos que fue expulsado de Cuba el 17 de septiembre de 1961 en el barco español Covadonga, que los trasladó a España. El objetivo era acabar con el catolicismo en la isla.

Según recoge la agencia ACI, la proclamación de la causa de beatificación abierta este año resalta que "la fama de santidad de este siervo de Dios está viva entre los fieles de esta diócesis (Los Teques) y en otras partes del mundo, especialmente entre sus coterráneos, los cubanos de la diáspora, para quienes fue un verdadero padre y pastor, consuelo y aliento en la amargura del exilio".

Mantener unidos a los exiliados

Tras su llegada a España se trasladó posteriormente a Venezuela donde realizó su labor durante más de 40 años. Allí fue vicario general de la Diócesis y fundó movimientos para ayudar y tener unidos a los cubanos en el exilio, a los que visitó por distintos países de Europa y América.

En este sentido, uno de los que fue expulsado a España junto a Eduardo Boza fue el entonces sacerdote Agustín Román, más tarde obispo auxiliar de Miami. En una entrevista que coincidía con los cincuenta años de la ordenación episcopal de Boza afirmaba que "en esa época la persecución contra la Iglesia fue dura de parte del Gobierno". Las expulsiones comenzaron con el fin de no dejar más de 200 sacerdotes en todo el país, "según pensaban ellos, se debilitaría la Iglesia hasta extinguirse".

De este modo, los sacerdotes eran sacados de sus domicilios de noche y sin pasaportes, "sólo con la ropa que llevábamos puesta", recuerda monseñor Román. "Al mediodía vimos, a través de las ventanas, a dos sacerdotes con sotana que los milicianos armados traían. Lo hacían como si fueran delincuentes. Al llegar los reconocimos: era el padre obispo monseñor Eduardo Boza Masvidal".

Dio la bendición a sus raptores

Además, recuerda Román que cuando fue entregado al encargado de negocios de la Embajada de España en el buque, monseñor Boza "se viró hacía los milicianos y les dio la bendición". Esta fue la reacción del obispo tras días de cautiverio e interrogatorios.

Durante su periplo en el barco, cuenta monseñor Román, "el obispo nos predicaba en la Misa, y al comentarnos las lecturas descubríamos la visión de la fe del ‘hombre de Dios’ que con su palabra nos fortalecía (...) Allí conocí mejor al obispo cubano, que nos exhortaba a servir en cualquier lugar en que nos recibieran, sin olvidarnos de Cuba".

Al llegar a España, los sacerdotes cubanos fueron recibidos por la prensa. Un reportero, sorprendido con la imagen, le preguntó si Dios se había olvidado de la Iglesia en Cuba, a lo que Boza respondió que "no" sino que "parece que Dios quiere que la Iglesia en Cuba sea misionera". Y así lo hizo hasta su muerte.

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