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Brasil vive las mayores protestas sociales en dos décadas

Dilma Rousseff se enfrenta a una tensión creciente, debido al excesivo gasto en la celebración del Mundial de 2014

Las protestas en Brasil continúan, tras casi diez días, en los que la población brasileña ha mostrado un descontento creciente con el gobierno.
La presidenta brasileña Dilma Rousseff tiene que hacer frente a la mayor crisis social desde que fue elegida presidenta con el 56% de los votos en el año 2010.

Desde el punto de vista español, esta crisis puede sorprender, ya que Brasil aparece como un vivero de oportunidades con una tasa de paro ínfima. Sin embargo, la situación económica brasileña se ha degradado mucho en los últimos meses. Durante el año 2012 el crecimiento fue del 0,9% mientras que la inflación superó el 5% del PIB. Estas dos circunstancias han provocado una degradación de las condiciones de vida de los brasileños y es de hecho el aumento de precios lo que ha desatado el estallido social.

La subida de precios del trasporte público

Todo comenzó el 10 de junio, cuando se anunció un aumento de precios del transporte público en Sao Paulo y Río de Janeiro. El precio de un billete individual pasó de 3 a 3,2 reales, lo que supone al cambio un alza de 7 céntimos de euro y un aumento del precio del 6%. Un alza de este tipo puede resultar excesiva en un contexto de inflación generalizada, en un país en el que el salario mínimo no llega a los 700 reales, menos de 250 euros .
Este aumento de precios, poco comprensible para la población carioca y paulista, provocó varias manifestaciones, con poca asistencia, pero de una inusitada violencia.
La más grave ocurrió en Sao Paulo, el martes por la noche. 5000 personas se enfrentaron a la policía e infligieron serios daños al mobiliario urbano, especialmente a autobuses y vagones de metro.
La manifestación estaba liderada por el Movimiento Paso Libre, grupo poco importante, cuyos postulados son similares a los del español Yo no pago. Sin embargo, sus reivindicaciones eran compartidas por el alcalde de Sao Paulo, Fernando Haddad e incluso por las juventudes del partido de Dilma Rousseff, lo que los dotó de mayor legitimidad.
or su parte el ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo, prometió mano dura con los manifestantes y consideró que en una "una democracia en la que es legítimo que las personas expresen sus opiniones, pero no con violencia ni con actos de vandalismo".



La Copa Confederaciones prende la mecha

Con motivo del partido inaugural de la Copa Confederaciones, las protestas se trasladaron a Brasilia, capital del país, en la que la Canarinha debutaba contra Japón.
A la manifestación convocada en las horas anteriores al partido inaugural, se unieron otros grupos como por ejemplo el movimiento Sin Techo, que protesta por el excesivo número-50 000 personas- y la lamentable situación de las personas sin hogar en Brasil.
En la manifestación, a la que acudieron unas 2000 personas, las quejas se centraron en el excesivo gasto que el gobierno brasileño realiza en la organización del mundial. Se corearon cánticos como "quien no salta es de la FIFA" y aparecieron numerosas pancartas exigiendo al gobierno una mayor inversión en servicios públicos con eslóganes como "Dinero para la salud y la educación, no para el fútbol" y "Si tu hijo se enferma lo tendrás que llevar al estadio".
El descontento se trasladó también al interior del estadio, donde Dilma Rousseff fue abucheada justo antes de los himnos nacionales.
La manifestación de Brasilia propició por tanto una generalización en los temas de protesta, con unas reivindicaciones mucho más variadas.



Manifestaciones masivas

En los últimos días se han producido numerosas manifestaciones, en su gran mayoría pacíficas, con el objetivo principal de exigir un mayor gasto en servicios públicos y un esfuerzo en la lucha contra la inflación. Los manifestantes también solicitan combatir la corrupción y mayores inversiones en sanidad y educación.
Los manifestantes son en su mayoría jóvenes y universitarios, descontentos con la marcha actual del país y ya han sido bautizados por parte de la prensa como los Indignados brasileños.

En las últimas horas cerca de 100 000 personas se han manifestado en Río de Janeiro contra el gobierno y los manifestantes en Brasilia han llegado incluso a ocupar la rampa de entrada al Congreso.
Dilma Rousseff se ha visto por tanto obligada a contemporizar y según Gilberto Carvalho, secretario general de la Presidencia está dispuesta a dialogar con los manifestantes.

La presidenta brasileña se ha visto por tanto superada por el gran crecimiento de un movimiento que empezó siendo minoritario y con él que se identifican ahora gran parte de los brasileños.

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