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La tinta electrónica llega a los quioscos, pero decepciona a los lectores más entusiastas

La "tinta electrónica" que la revista Esquire ha hecho llegar a los quioscos pretende ser una vuelta más de tuerca en las complejas relaciones entre los medios impresos y las nuevas tecnologías, aunque, de momento, ha causado más decepción que sorpresa entre los lectores más entusiastas.

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La "tinta electrónica" que la revista Esquire ha hecho llegar a los quioscos pretende ser una vuelta más de tuerca en las complejas relaciones entre los medios impresos y las nuevas tecnologías, aunque, de momento, ha causado más decepción que sorpresa entre los lectores más entusiastas.

LD (EFE) Ya hace una semana que, para celebrar su 75 aniversario, la revista neoyorquina se convirtió en la primera de la historia en utilizar "tinta electrónica" en su portada.

Se trata de una edición limitada de 100.000 ejemplares muy particular, pues con ayuda de la tecnología, su primera página incluye una pantalla electrónica flexible en la que el titular "El siglo XXI comienza ahora" cambia de aspecto con fragmentos e imágenes que se iluminan y apagan.

"La primera portada del mundo con tinta electrónica", anunció en su día a bombo y platillo la revista, que en el interior también incluye un anuncio publicitario de Ford, a doble página, con otra pantalla digital en la que cambian los colores.

"En los últimos años he buscado vías para demostrar que los medios impresos son un producto vital, porque son los más emocionantes y gratificantes", dijo el editor en jefe de la revista, David Granger, al anunciar un lanzamiento que desató la imaginación de muchos, e hizo pensar que la era de las revistas con titulares cambiantes estaba a la vuelta de la esquina.

Para conseguir el efecto deseado, la compañía E Ink, con sede en Massachusetts, usa microcápsulas de tinta que son controladas digitalmente por un pequeño sistema que requiere el uso de pilas.

El hecho de que el sistema informático no pueda conectarse con otro exterior impide que el titular sea modificado, tal y como se observa en múltiples foros en internet.

Si se incluyera algún dispositivo capaz de conectarse a una red inalámbrica, la portada de la revista podría actualizarse al pasar por algún hotspot (punto de conexión inalámbrica a internet), por ejemplo, lo que sí resultaría un paso alternativo más interesante hacia la integración de los medios tradicionales y las nuevas plataformas informativas.

La pantalla tampoco puede controlarse píxel a píxel, sino que está dividida en unos pocos segmentos que cambian de color, lo que ha decepcionado a coleccionistas y curiosos que durante esta semana han tratado de hacerse con algún ejemplar.

Además, por internet circulan videos en que lectores e interesados desmontan la pantalla, muestran las seis pilas de botón que necesita para funcionar y expresan la decepción de un público quizá demasiado acostumbrado a avances tecnológicos tan deslumbrantes que esto se les queda muy corto.

En cualquier caso, nunca antes se ha visto algo así en los quioscos y, por lo tanto, supone un pequeño paso más en la larga historia de los medios de comunicación, al tiempo que abre, aún muy tímidamente, la puerta a una nueva forma de publicidad para un medio que lucha día a día por atraer la atención de esa monstruosa industria.

Diarios y revistas han tenido que competir primero con la radio y la televisión y luego con los cientos de miles de medios electrónicos para repartirse el pastel de la publicidad, del que vive la inmensa mayoría.

Los ingresos publicitarios de The New York Times, por ejemplo, han caído en la primera mitad de su ejercicio fiscal más de un 10 por ciento, lo que confirma una tendencia que le está obligando, como al resto de los grandes diarios, a recortar gastos, reinventarse y buscar estrategias creativas para ser rentable.

Por lo pronto, y pese a la decepción causada, Esquire está vendiendo su tirada especial de octubre a 5,99 dólares, dos más de lo habitual, ha conseguido que se hable de su 75 aniversario en todo el mundo y, seguramente, ha logrado garantizarse una pequeña mención en algún futuro manual (quién sabe si electrónico o impreso) sobre la historia de los medios de comunicación.

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