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Los fiascos tecnológicos del año

Terminado el año comienzan las listas clasificatorias, muy habituales en el mundo anglosajón, en el que los aficionados a la tecnología se han apresurado a emitir un inapelable veredicto sobre lo que no ha funcionado en el año que acabamos de dejar atrás. 

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Con el teclado abierto, el Kin One era parecido a una Blackberry por fuera, pero, claro, sin ser una Blackberry por dentro. Entre el original y la copia los incondicionales del teclado físico siguieron siendo fieles a sus Blackies de toda la vida. Con el teclado cerrado se asemejaba al Palm Pre, pero tampoco era un Palm ni disfrutaba de su legión de fans.

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El Kin Two era aún peor. Parecía un HTC de hace dos años o un Nokia N97. Con forma de chocolatina y un teclado deslizante, ni su cámara de 8 megapíxeles ni su capacidad para grabar vídeo en alta definición atrajeron la atención de nadie. 

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El Kin, que hacía gala de un diseño novedoso y hasta atractivo duró tres meses en el mercado. Las malas lenguas aseguran que los de Redmond no llegaron a vender ni 1.000 terminales, a pesar de la gran campaña publicitaria que acompañó su lanzamiento y al ruido que se generó en los blogs y páginas especializadas.

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El diseño de los terminales constituye probablemente la mitad de su éxito en el mercado. Cabe parecerse al iPhone e incluso fusilarlo como hacen los coreanos, pero es inadmisible para el consumidor que a una marca le dé por copiar a Blackberry o a los Nokia ladrilleros.

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El Kin no ofrecía nada que no tuviese la competencia y arrastraba algún que otro fallo de peso que los entendidos supieron apreciar a la primera.

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El otro gran fracaso tecnológico del año ha sido Google Wave. Duró en el mercado, eso sí, algo más que el Microsoft Kin. 

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La ventana de opciones era quizá la única que el usuario medio sabía manejar sin problemas. Quizá porque es igual a la del GMail.

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Al principio, como con casi todo lo que hace Google, se armó mucho escándalo internetero. Para acceder al Wave era precisa una invitación. Al principio se rifaban, algunas incluso se llegaron a vender por eBay hasta por 100 dólares según cuentan. 

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Sus creadores afirmaban que Wave lo iba a cambiar todo en Internet. Paulatinamente sustituiría al correo electrónico, a la mensajería instantánea y hasta las redes sociales. Si eso lo decía Google algo de verdad habría, por lo que todos los aficionados se volcaron y trataron por todos los medios de hacerse con una cuenta. 

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El Wave era una especie de correo electrónico hipervitaminado y cargado de nuevas funciones para trabajar en red que casi nadie entendía para qué servía. 

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Este de no servir para gran cosa era sólo uno de sus pecados. El otro, del que se quejaban muchos usuarios, era su lentitud. La aplicación tardaba en cargar más de lo que estamos acostumbrados y hacer cualquier cosita con ella llevaba su tiempo. Parece mentira que Google, la empresa que ha cimentado su éxito sobre el minimalismo de su buscador, cometiese un error semejante.

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