La herida entre el Ejército turco y el Gobierno se abrió del todo esta semana, con la dimisión al completo de la cúpula militar del país. Un Ejército –el segundo en tamaño de toda la OTAN, después del de EEUU, con 600.000 efectivos- inserto en la vida política turca desde el final de la Primera Gran Guerra, y por ello responsable de gran parte de las reformas efectuadas en Turquía, luego continuadas por el presidente.
La renuncia de Isik Kosaner, jefe del Estado Mayor, y con él de los jefes de las tres fuerzas militares turcas, el Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea (Erdal Ceylanoglu, Esref Ugur Yigit, y Hasan Aksay, respectivamente) no tiene precedente alguno en un país afectado de un grave conflicto enquistado desde hace años. La dimisión por fin cede casi todo el peso al gobierno de Erdogan, etiquetado como "islamista moderado" y que ha ido con los años radicalizando su discurso.
El presidente no tardó en reaccionar y situó a un hombre cercano, el general Necdet Özel, como comandante, jefe del Ejército y también líder provisional del Estado Mayor. Un movimiento que ha sido calificado como fundamental para vencer el pulso a los militares en un conflicto enquistado desde 2002, año en el que el AKP (Partido para la Justicia y el Desarrollo) accedió al poder que sigue ostentando durante tres legislaturas, la última de ellas renovada el pasado mes de junio.
Casi una década en la que el presidente ha tratado de arañar poder al Ejército con el apoyo de una UE ajena ante el recorte de libertades en el país, y también al apoyo de Erdogan a iniciativas como la flotilla ilegal a Gaza. Una tensión constante que es vista con recelo por el aumento de poder islamista, pero que cuenta con el beneplácito y hasta el aplauso de Occidente.
El presidente, por su parte, ha guardado silencio durante el fin de semana sobre estas dimisiones sin precedentes, según Europa Press. En su lugar, Erdogan ha preferido prodigarse en explicaciones sobre su proyecto de una nueva constitución que, según dice, impulsaría la consolidación de la democracia en el país. Lo hizo en un discurso grabado y emitido el sábado, en el que propuso una nueva Carta Magna que señalase la salida de forma definitiva a la cúpula militar en conflicto. Una propuesta criticada duramente por la oposición laica, que teme que Erdogan aproveche la ocasión para perpetuarse en el poder.
En el fondo de todo, la operación Mazo. Una trama ideada en 2003 que, según ha esgrimido el gobierno de Erdogan, buscaba desestabilizar el sistema con una serie de acciones que el Ejército planeaba atribuir a grupos radicales. Dos centenares de personas fueron procesadas, aunque nada menos que casi una veintena de presuntos implicados en la misma estaban todavía pendientes de un ascenso en el Consejo Militar Supremo, previsto para este año. Las FFAA exigieron que se permitiera a esos sospechosos beneficiarse de las promociones, ya que estaban pendientes de sentencia y les asistía la presunción de inocencia. La denominada trama Ergenekon, término de resonancias míticas que hace referencia a una presunta conspiración contra Erdogan y los musulmanes de Fethulla Gulen, se encargó de desgastar al orden militar turco frente a la opinión pública.
Tras la cadena de dimisiones, el último capítulo hasta ahora fue la orden de arresto contra otros siete generales y el desprestigio definitivo para una institución, las FFAA turcas, incapaces ya de actuar contra el poder creciente de Erdogan. El próximo episodio, quizá uno de los capítulos finales para el Ejército, tendrá lugar en la reunión del lunes entre el Gobierno y la cúpula militar, en la que se gestionará la reestructuración de la institución y el desmantelamiento definitivo del orden laico en Turquía.