Con Sarkozy regresando precipitadamente de sus vacaciones para anunciar un plan de ajuste, Cameron en Londres respondiendo a los disturbios y Berlusconi reunido con su gabinete de crisis, resulta llamativa la ausencia de Angela Merkel, la mujer de la que depende en buena parte el futuro del euro y de la UE en el momento más grave desde el comienzo de la crisis.
En estos turbulentos días, la canciller ha estado pendiente de la crisis desde el Tirol, en el idílico pueblo de Sulden. Cuenta la prensa germana que disfrutó de las montañas junto a su marido, Joachim Sauer, en un hotel de cuatro estrellas. Gran aficionada al senderismo –aunque dicen que este año ha utilizado con frecuencia el elevador para subir a las montañas-, el Handelsblatt explica que coincidió con el escalador Reinhold Messner, con quien, cuentan, mantiene una buena relación. El alpinista le invitó a comer con él carpaccio de yak –él cría estos animales en la zona- y disfrutaron juntos de los idílicos paisajes alpinos que rodean el pueblo.
Mientras Merkel se relajaba de vacaciones, las críticas comenzaron a crecer en Alemania al ritmo que se agravaba la crisis de deuda. Según la prensa, Merkel ha permanecido en todo momento pendiente del teléfono y entre sus medidas estuvo firmar un comunicado conjunto con Sarkozy para tratar de calmar a los mercados ante la previsión de un lunes negro en la bolsa que finalmente llegó. Pero la oposición ha empezado a reclamar que Merkel comparezca y se ponga al frente de la situación. También aumentan los roces con su socio de gobierno, el FPD, mucho más reacio a seguir prestando dinero a los países en apuros.
Cuentan que la canciller ya está en Berlín porque tenía previsto pasar sus últimos días de vacaciones en la capital alemana pero que, de momento, no piensa retomar su agenda política. El único acto previsto para esta semana es uno enmarcado en la conmemoración del levantamiento del muro de Berlín, con un homenaje el próximo sábado a los alemanes que murieron intentando escapar de la Alemania comunista.