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Sebastián Piñera, el perfecto vendedor

Los misteriosos moratones del Rey han ensombrecido la visita oficial del presidente chileno, que ha sido toda una clase de técnicas de venta.

Trajes, coronas, y pompa, mucha pompa. La familia Real española recibió con una cena de gala al presidente chileno, de visita oficial en nuestro país... que ha pasado prácticamente desapercibida. Los misteriosos moratones en el rostro del Rey Don Juan Carlos concentraron la atención de toda la prensa, y Piñera inevitablemente se evaporó.

 

En la agenda del presidente chileno también figuraba un encuentro en el Foro Nueva Economía este martes. Aprovechando el aniversario de su victoria electoral, Piñera ha tratado de atraer más inversión española a través de un balance positivo de su mandato. Y por el momento, parece que las cifras le avalan: desde su llegada a la presidencia, el país ha crecido por encima del 6%, frente al 3,3 en el que estaba “estancado” el Chile que heredó de su predecesora Michelle Bachelet.

 

Un mérito mucho más reseñable teniendo en cuenta la destrucción causada por el “quinto peor terremoto de la historia, que acabó con casi un quinto de nuestro PIB” al que se refirió en varias ocasiones, asegurando que aproximadamente “la mitad de lo construido ya está reconstruido”. Repasó los hitos de “un año difícil” en el que primó el sabor agridulce: el cruel temblor, el caso de los mineros atrapados, y la celebración del bicentenario.

 

Pero, por encima de todo, resultó el interés de Piñera de mostrar Chile como “la verdadera potencia de Latinoamérica” un país que, “a pesar de haber llegado tarde a la revolución industrial, por lo que estamos subdesarrollados” es un fructífero campo. Había venido a España a vender su producto, su país, en lo que puso todo su empeño. “Los empresarios españoles son bienvenidos en Chile” aseguró, “queremos más inversión de los españoles”. Así, el perfecto vendedor dibujó un panorama inmejorable: “Allí reciben un trato igualitario y amigable” y tienen oportunidades de negocio “no sólo con recursos financieros, sino en sectores como las energías renovables, la desalinización del agua, la educación o la innovación y el emprendimiento” enfatizó.

 

Piñera acompañó la explicación con gráficos explicativos sobre el despegue del país, y las seguridades que proporciona el “Estado de Derecho” chileno que “da garantías, ofreciendo igualdad de oportunidades y fomentando el respeto de la propiedad privada”.

 

Sin desprenderse de su traje de moderación y diplomacia, Piñera también abordó las perspectivas de futuro América Latina, en el que posicionó sus políticas en una visión distinta a “la Cuba de Castro o la Venezuela de Chávez”. Sí quiso enmarcarse en el camino que persiguen otros países del continente como: “la Colombia de Santos, el Perú de García”, dijo. No obstante, evitó hacer una crítica más sangrante, defendiendo el derecho de cada país a “escoger su propio camino”, y si llega el momento de examinarse "para descubrir cuál es el camino correcto y cuál es el camino equivocado no tenemos que enfrascarnos en grandes discusiones idelógicas", sino ver "qué países lo están haciendo bien, (...) qué países llevan la delantera".

 

Piñera ha venido a hacer amigos, huyendo de los enfrentamientos. En un tono en demasiadas ocasiones grandilocuente, ensalzó el valor de sus propias decisiones al frente de la presidencia chilena, en un discurso plagado de metáforas al esfuerzo y la constancia. Ese mismo talante moderado y conciliador ha hecho presencia horas más tarde en la rueda de prensa que ha dado junto a Jose Luis Rodríguez Zapatero, un soso intercambio de halagos sin más trascendencia.

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