Con la seguridad, al menos aparente, de que Izquierda Unida se abstendrá en la votación permitiéndole ser el primer presidente no socialista de Extremadura, José Antonio Monago presentó ante el Parlamento regional un programa de reestructuración total de la administración, que definió como inflada de puestos a dedo y con una red insostenible de entes y organismos a costa del erario público.
En un discurso en el que se cuidó mucho de no molestar a la bancada más de izquierda -de hecho sus primeras referencias fueron de elogio tanto a IU como también al PSOE-, Monago se afanó en abordar aquello en lo que cree que puede llegar al "entendimiento" con el resto de fuerzas, y que pasa por reinvertir los índices que presentan a Extremadura como la comunidad más pobre del país.
Para "cortar la hemorragia", Monago se comprometió a un adelgazamiento mayúsculo del monstruo en el que se ha convertido la Junta. Y lo primero que hará será auditar todas las empresas, entes y organismos públicos dependientes de la Administración. Y es que Monago tiene serias dudas de que las cuentas oficiales sean las reales. "El agujero es inmenso", asegura su equipo de gobierno.
Monago certifica que en los primeros cien días de gobierno ya podrá tener encima de la mesa datos reales sobre el estado de las arcas, a lo que añadir una receta que nadie se podrá saltar: "No gastar más de lo que se ingresa".
En este sentido, anuncia la elaboración de un informe independiente sobre el gasto que soporta la región así como la creación de una Oficina de Control Presupuestario (bajo tutela del Parlamento) y una Comisión de seguimiento del sector público empresarial. El objetivo no es otro que pillar las "desvirtuaciones" de los planes previstos por el anterior Ejecutivo de Guillermo Fernández Vara.
El Gobierno autonómico también elaborará un "mapa" sobre los recursos inmobiliarios de la Junta, se modulará el Impuesto Sucesiones y también el de Patrimonio.
Pero, sin duda, lo "fundamental" para Monago es "priorizar el gasto a lo esencial eliminando lo superfluo". Y de ahí que se comprometa a una gran poda que afecta a todos los palos del organigrama público; el "tejido adiposo" que le hace lenta, según sus palabras.
El proyecto presentado pasa por suprimir cuatro de las consejerías (pasando de once a siete), reducir en más de un cincuenta por ciento los altos cargos de libre designación, empresas públicas, propaganda, estudios y programas externos, gastos de representación y dietas y viajes de aquellos que trabajan en lo público.
Los mayores recortes vendrán de lo accesorio, como el protocolo, que se verá disminuido en hasta un setenta y cinco por ciento. Los cargos públicos ya no tendrán coches oficiales, sino que habrá un único parque móvil para todos. Los teléfonos quedarán recortados y las facturas estudiadas. La reducción tiene que ser masiva, según advirtió Monago.
Y todo ello bajo control del ciudadano porque que la administración se abrirá a la calle de tal forma que todos los datos serán de conocimiento público. "Cada extremeño sabrá a dónde irán sus céntimos", traducen las fuentes consultadas, que han diseñado el programa.
El plan de rescate incluye también eliminar las duplicidades, apostando por la administración y dejando de contratar fuera. La llegada del AVE, la inmersión del inglés como clave del futuro educativo o un Pacto por la Agricultura, sector que mueve gran parte de la economía de la región, otros de los grandes anuncios.
Sobre la crisis institucional, Monago admitió que "la sociedad civil está, sin duda, por delante de la clase política", y llamó a dar ejemplo. Afirmó, a renglón seguido, que buscará el apoyo de la Cámara para modificar la Ley Electoral a fin de "garantizar la pluralidad". También se compromete a retocar el Estatuto de ex presidentes para acotar por ley el mandato del jefe del Ejecutivo: ocho años, dos legislaturas, al estilo de José María Aznar.
"Cohesión, diálogo y entendimiento", resumió Monago como ejes cardinales de su proyecto. La polémica vino con la siguiente afirmación: "Extremadura no es ni de izquierdas ni de derechas". El grupo socialista se echó entonces a reír, y el futuro presidente les afeó la conducta: "Lucharé porque no se vuelvan a reír" y pueda decir "Extremadura es del pueblo extremeño".
Ni un minuto de la exposición para hablar del pasado. La clave, se reafirmó el candidato del PP, es el futuro: "Habrá que enmendar errores" pero "sólo juntos, siempre juntos, podremos construir un puente como para que toda Extremadura pueda cruzarlo". Los guiños hacia IU fueron constantes, asumiendo incluso parte de su discurso. Y tras casi hora y media de intervención, pidió la confianza de la Cámara, que obtendrá en segunda vuelta.