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El último desfile

La Fiesta Nacional se ha convertido en los últimos años en fiel reflejo de la degradación institucional de la España de Zapatero.

La Fiesta Nacional se ha convertido en los últimos años en fiel reflejo de la degradación institucional de la España de Zapatero.

El deterioro que ha experimentado España desde que en 2004 zapatero accedió al poder, ha tenido una triste representación cada Doce de Octubre en el desfile militar con motivo de la Fiesta Nacional. Año tras año, la celebración se ha ido desnaturalizando en su contenido y permanente estado de crisis institucional ha dado lugar a imágenes lamentables que han perjudicado gravemente a la imagen de la parada militar y del propio Ejército.

Son precisamente las Fuerzas Armadas una de las instituciones que más ha sufrido en esta etapa de zapaterismo. Han tenido que soportar la combinación de un discurso pseudopacifista en el que se les ha presentado como si fueran una ONG, con una realidad en la que tenían que afrontar misiones de guerra, de alto riesgo, sin los medios técnicos necesarios ni las mínimas medidas de seguridad.

En Afganistán nuestras Fuerzas Armadas han sufrido 97 bajas, mientras la ministra de Defensa, Carmen Chacón ponía todo su empeño en desmilitarizar y desespañolizar a los ejércitos. Una ministra que ha utilizado su gestión en Defensa como plataforma de lanzamiento para sus, de momento, frustradas aspiraciones políticas, como se evidenció en su afán por convertirse en la sucesora de Zapatero.

La cerrazón del Gobierno a la hora de calificar la misión de Afganistán como una misión humanitaria, es percibida como una afrenta por los militares que se juegan a diario la vida en esa guerra. Pero lejos de resarcir al Ejército con lo que se presupone debe ser un homenaje en la Fiesta Nacional, la ministra Chacón ha intentado desmilitarizar el desfile, dificultar el acceso a las familias y poner todo tipo de trabas para que los españoles puedan dar una muestra de cariño a sus Fuerzas Armadas.

Este año, Defensa ha cambiado el recorrido y ha organizado toda una serie de actividades lúdicas –que incluyen la entrada gratuita a numerosos museos de la capital y del resto de España– con el objetivo de que el Doce de Octubre tenga un carácter más civil.

Una de las medidas que ha tomado al Gobierno es alejar al público de las autoridades para tratar de acallar los abucheos que, cada año con más intensidad, el público suele dedicar a Zapatero y otros miembros del Ejecutivo. Una expresión del malestar ciudadano con la gestión gubernamental, que ha recibido como respuesta los insultos del PSOE y sus medios afines, tachando a estos ciudadanos como "fachas" de "extrema derecha".

La oscura relación de Zapatero con esta fecha se remonta a antes de su llegada al Gobierno. Como si fuera una premonición de lo que vendría después, en el año 2003, su último desfile como líder de la oposición, Zapatero se sentó al paso de la bandera de EEUU –cada año acuden invitados representantes de ejércitos de países aliados– en un desplante que tendría perniciosas consecuencias para los intereses españoles y su relación con la primera potencia del mundo.

Ya con el PSOE en el Gobierno, la Fiesta Nacional ha sido escenario de episodios tan poco edificantes como la bronca de la vicepresidenta Fernández de la Vega a la presidenta del Tribunal Constitucional, María Emilia Casas, en 2007 en plena polémica por la aprobación del Estatuto catalán y el recurso de inconstitucionalidad presentado por el Partido Popular.

No fue la única trifulca entre diferentes instituciones del Estado. Sin ir más lejos, el pasado año, Zapatero, presidente del Gobierno, y Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid, se enzarzaron en una tensa discusión a la vista de todo el mundo, por la negativa del Gobierno a refinanciar la deuda del Ayuntamiento de Madrid. Esta tensión política e institucional, que caracterizado la gestión de Zapatero, también está en la calle, y ha tomado forma de pitos, abucheos y gritos contra el Gobierno que, muy probablemente, se repetirán este año en su último desfile, que debe suponer un punto final al escarnio que ha padecido la Fiesta Nacional y las Fuerzas Armadas en estos últimos siete años.

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