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Rajoy "coordinó" con Zapatero el discurso sobre el comunicado de ETA

Desde la llamada de Zapatero a su declaración pública, Rajoy se reunió con su núcleo duro, destacando a Moragas, Martínez Castro y Trillo. Basagoiti, también clave.

No daban aún las siete de la tarde cuando sonó el teléfono de Mariano Rajoy. Era el presidente, José Luis Rodríguez Zapatero: el comunicado de la banda terrorista ETA era ya una realidad. Por entonces, todo eran especulaciones, pero el líder del PP tenía encima de la mesa las claves con las que acabar de perfilar un comunicado para un día histórico.

Lo que hizo el candidato del PP desde la comunicación con Zapatero hasta que pronunció su declaración institucional, rozando las nueve de la noche, no fue otra cosa que rematar un texto que ya tenía más que perfilado. "No lo teníamos entero, pero una parte importante ya estaba prevista". El documento siempre estuvo en manos de su círculo más íntimo, que ese día no abandonó la séptima planta de la sede popular, donde se ubica el despacho del líder.

La imagen que presentaba en la tarde-noche del jueves el edificio popular, en la madrileña calle Génova, era la de los días en que está ocurriendo algo importante. Incluso desde afuera se podía comprobar: todas las luces encendidas, ni un solo ventanal de la séptima estaba apagado. Dentro, todos los cuadros del partido seguían en sus puestos, si bien sólo unos pocos tomaban las decisiones.

Para entender el comunicado de Rajoy -"Es un gran noticia". sin "concesiones políticas"- hay que desmenuzar antes el entendimiento especial que con Zapatero mantiene en política antiterrorista. Durante toda la legislatura, pero más en las últimas fechas.

La conversación que ambos protagonizaron el lunes no fue sino otra más, con el ingrediente adicional de que ETA y su anuncio torcían ya la esquina. Despacharon amigablemente y compartieron confidencias. "Indicios" que no "certezas", pero basadas en fuentes muy solventes, de que el "cese definitivo" se iba a producir.

Una sintonía que continuó el día D. Aún más, lo que hubo fue coordinación total. Las intervenciones de Zapatero y Rajoy apenas distaron en nada, salvo en el tono y vagamente. El orden fue incluso muy parecido. Alfredo Pérez Rubalcaba también se incluyó en esta relación, aunque nunca habló con el líder popular.

Volvamos a los momentos posteriores a la llamada del presidente. Rajoy convoca a su particular gabinete de crisis. Algunos siempre están dentro, otros, dependiendo. Federico Trillo es de los imprescindibles. Él es quien ha marcado el paso al Gobierno en política antiterrorista, quien ha protagonizado llamadas y reuniones de despacho y quien, una vez convocadas las elecciones, aseguró que había habido lealtad en este sentido.

El Rajoy apunto de salir ante la opinión pública era, además del líder de la oposición, el presidente virtual de todos los españoles. Por ello, "los españoles no le habrían perdonado que no se hubiera mostrado contento", arguyó su equipo de asesores. "Era lo que tocaba", insistieron. Y por ahí fue su mensaje, redactado en gran parte desde hacía días. Y, por ello, también clave fueron su jefe de gabinete, Jorge Moragas, y su directora de comunicación, Carmen Martínez Castro.

Otra persona también fue decisiva, pero estaba a kilómetros de distancia: Antonio Basagoiti. Hubo con él una comunicación "constante" tanto el jueves como durante los días previos. Rajoy le llegó a definir como el único autorizado para hablar sobre ETA.

Una vez Zapatero y Rubalcaba protagonizaron sus intervenciones, Rajoy tomó el ascensor rumbo a la sala de prensa. Junto a él, el resto de componentes de ese gabinete de crisis: Soraya Sáenz de Santamaría y Ana Mato, número dos y tres respectivamente en la lista del PP por Madrid. También estuvo, aunque no se dejó ver, María Dolores de Cospedal, en calidad de secretaria general y mujer de gran confianza de Rajoy.

Mientras, en los pasillos, en el propio PP hacía cábalas: "Sale a hacer una declaración, por lo que lo considera importante. Ahora bien, no es el comunicado que esperábamos", aseguraba un cargo popular. Un asesor llegaba a sugerir que "yo, que puedo mojarme, te digo: ETA volverá a las armas. Nosotros no podemos sentarnos a negociar con un contexto de autodeterminación".

Pero, entonces, Rajoy dijo lo que dijo y con un ligero movimiento de manos rehusó clarificar las dudas que en la prensa habían provocado sus palabras. Casi a la carrera, y en la poca distancia que hay desde el atril de la sala de prensa a la puerta que separa lo público de lo privado en Génova, el líder del PP tuvo que escuchar al menos una pregunta: "¿El PP instará o no al Gobierno al que impugne ante el Tribunal Supremo la candidatura de Amaiur?". "Éste es mi comunicado", contestó, visiblemente molesto.

El cónclave aún no se disolvió. Tras unos minutos de despacho, Rajoy se trasladó a un restaurante cercano, muy frecuentado por los políticos populares. Junto a él, otra vez, su círculo íntimo: Trillo, Martínez Castro y Mato. En sus teléfonos, las primeras portadas y las valoraciones a su intervención. Los gabinetes constataron que había molestias en sectores muy importantes y afines al PP, pero defendieron la estrategia.

Según los análisis del sociólogo de cabecera del partido, Pedro Arriola, al PP no le interesa electoralmente hacer ruido en el tema terrorista. Según los estrategas populares, "en cualquier momento, el PSOE nos puede acusar de volver a utilizar a ETA en la lucha electoral y ese mensaje cala entre el votante dormido socialista". Es el siempre recurrente "miedo a la derecha" que tanto se utilizó en la anterior legislatura.

Frente ello, discurso plano pero "si se lee lentamente, sin renunciar a nada", en voz de un portavoz autorizado. Y es que donde el PP debe dar la batalla, según las encuestas, es en la lucha contra la crisis. Y es ahí donde encuentran a Rajoy, incluso en el mismísimo día después, en el que ya omitió cualquier tipo de referencia al comunicado.

El escenario no pudo ser más propicio para que se dedicara a hablar de su libro: una conferencia con empresarios en Coma-Ruga, Tarragona. "Lo importante, la economía", dijo gráficamente Rajoy. El líder de los populares cree que si este mensaje cala en Cataluña podría, incluso, empatar a votos con CiU, su gran rival en esta región.

Mientras, sus portavoces más autorizados reforzaron en varios grados la teoría de la cautela frente a la de la buena nueva. "No es suficiente. Hay que seguir trabajando para la disolución definitiva", expuso Sáenz de Santamaría. "Prudencia y cautela" fueron sus palabras, para "poner el acento en lo que significa este paso pero también en lo que queda por recorrer". Cospedal también se pronunció en términos parecidos.

Al votante de toda la vida, el PP reservaba el diagnóstico más contundente; el de Jaime Mayor Oreja. Es la estrategia, calculadísima, de las dos vertientes, de las dos velocidades. De hecho, desde la dirección nacional no se le pidió al eurodiputado que bajara el tono o desapareciera unos días. Más al contrario, llenó su agenda de entrevistas. En esRadio llegó al clímax de su discurso: "Todo es una concesión política a ETA por parte del Gobierno".

Lo que intenta hacer entender el PP, y en particular Rajoy, es que será él quien tenga que administrar el "pastel" del comunicado, protagonizar los avances o retrocesos, tragar con las marcas proetarras en el Congreso -algo que dan por hecho- y en las instituciones vascas y navarras. Lo que pide el candidato es confianza desde el escepticismo porque, como decía alguien bien informado, "estamos a un mes de las elecciones y esto es lo mismo de siempre pero con otros calificativos".

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