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Las 'guerras sucias' socialistas que olvida Rubalcaba

La "guerra sucia" en el PSOE es una práctica histórica que se repite en el tiempo en época de crisis para el partido.

Los dos candidatos a disputar la Secretaría General del PSOE habían mantenido hasta ahora las formas. Una especie de calma tensa, de cara al exterior, se desprendía de las campañas de Alfredo Pérez Rubalcaba y Carmen Chacón.

A la vista de lo sucedido en estas últimas 24 horas no era sino la calma que precede a la tormenta. El artículo publicado este domingo en El País ha levantado en armas a los partidarios de Chacón; lo consideran toda una declaración de guerra; de guerra sucia, para más señas.

Pero no es la primera vez que el PSOE anda inmiscuido en estratagemas hostiles. Cada vez que atraviesa una profunda crisis –fruto de su pésimo resultado electoral y de los escándalos que le salpican cada vez que ostenta el poder– y que le es necesario afrontar toda una refundación y recomposición de sus filas internas, vuelan los puñales entre compañeros. Es fácil identificar en qué lado estaba Rubalcaba en todos los casos:

La bicefalia Borrell-Almunia

Ocurrió ya en 1996, cuando Felipe González abandonó, derrotado por el PP de José María Aznar. El partido entró en crisis; Felipe estaba muy desgastado por haber perdido las elecciones tras 14 años de Gobierno y especialmente por la corrupción en sus filas y el terrorismo desde el Estado de los GAL. El expresidente dejó paso a Joaquín Almunia en la Secretaría General y el partido se autoimpuso un nuevo sistema, el de primarias, para elegir a sus candidatos.

Almunia decidió convocarlas con la única intención de ratificarse como candidato socialista. Contra todo pronóstico, el entonces exministro de Obras Públicas, Josep Borrell, se postuló como rival y logró, tras una dura campaña, en la que reprochó al aparato el constante boicoteo a su candidatura, alzarse con la victoria. 

Pero el puesto le duró poco. También en aquel momento El País entró en acción. En 1999, el diario de Prisa sacó a la luz que dos antiguos colaboradores de su época como secretario de Hacienda (1984-1991), Ernesto de Aguiar y Josep María Huguet, estaban siendo investigados por fraude fiscal. Borrell decidió marcharse. 

El caso de Redondo Terreros

Otra campaña de denigración fue la que sufrió Nicolás Redondo Terreros, ex secretario general del Partido Socialista vasco. En las elecciones de 2001, Redondo Terreros se volvió a presentar como candidato a la presidencia del Gobierno vasco.

Era partidario de un pacto PSE-PP, un frente constitucionalista, para quitarle el poder al PNV. Pero Felipe González, en un mitin de campaña junto a él, habló de "mis amigos del PNV" y prácticamente dictó la sentencia de muerte política para el secretario general del PSE, que luego se ejecutó con afilada guillotina desde las páginas de El País y las ondas de la SER.

En las elecciones, no obtuvo el resultado deseado (bajó de 14 a 13 escaños mientras que el PNV consiguió su máximo histórico, 33 escaños con el 42,7% de los votos). Las abiertas discrepancias con la línea política del PSE-PSOE lo llevaron, ese mismo año, a dimitir de todos sus cargos. Paradójicamente, el sector de Rosa Díez se había convertido en el único apoyo de Redondo en el partido, al haber perdido el respaldo de Rodolfo Ares y Jesús Eguiguren.

Gómez contra Ferraz, Rubalcaba y Zapatero

Un caso más reciente es el del secretario general de los socialistas madrileños, Tomás Gómez. También sufrió un proceso de primarias con todo el aparato del partido en contra. Ocurrió en septiembre de 2008; se llegó a enfrentar entonces al mismísimo Zapatero y también a Rubalcaba, que a pesar de afirmar este lunes que él "no hace guerra sucia" dentro del PSOE, maniobró de manera manifiesta para imponer a la que era su candidata para dirigir el PSM, Trinidad Jiménez.

En aquella ocasión Ferraz salió derrotada. El pulso lo ganó Tomás Gómez: consiguió imponer su criterio (hubo primarias), vencer a su contrincante y salir casi convertido en un héroe para los suyos.

'Esa insoportable levedad'

El grupo Prisa, en general, y El País, en particular, han participado de forma activa en esta crisis socialista, 'haciéndole la campaña' a Rubalcaba desde que fue público y notorio que la situación del Gobierno de Zapatero era ya insostenible.

Memorables fueron dos textos, fundamentalmente. A mediados de julio el diario publicó un editorial titulado 'Fin de ciclo' que iba acompañado por un artículo firmado por Juan Luis Cebrián, 'Esa insoportable levedad'. En el primero afirmaba que si José Luis Rodríguez Zapatero "quiere rendir un último servicio" a España debía hacerlo abandonando el poder "cuanto antes" y reconociendo la urgencia de que el Ejecutivo "recupere la credibilidad perdida". "Los españoles en su conjunto, y los votantes socialistas, en particular, se lo agradecerán", afirmaba el duro editorial. 

Por su parte, Juan Luis Cebrián no se quedaba atrás. Aseguraba que el "deterioro preocupante" del PSOE "amenaza con desequilibrar el futuro inmediato de nuestras instituciones políticas".

El consejero delegado del grupo Prisa agregaba que, aunque el candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, "ha procurado, con éxito inicial" devolver "la esperanza" al PSOE, "no es imaginable que acuda a los próximos comicios sin un congreso previo que restaure su maltrecho liderazgo y diseñe un proyecto que le permita recuperar al electorado y elaborar los pactos que el futuro demanda".

"Para que todo eso suceda, José Luis Rodríguez Zapatero debe de una vez por todas abandonar su patológico optimismo y renunciar al juego de las adivinanzas. Los titubeos, las dudas y los aplazamientos a que nos tiene acostumbrados son la peor de las recetas para una situación que reclama medidas de urgencia. Su deber moral es anunciar cuanto antes un calendario creíble para el proceso electoral. Solo así podrán los españoles soportar la levedad del ser", concluyó Cebrián.

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