Al grito de “colorín colorado este cuento se les ha acabado”, el Partido Popular andaluz dio por concluida una campaña electoral que se les hizo muy larga. Que les sobró desde el minuto uno, tal y como le ocurrió a Mariano Rajoy con las generales. Quince días centrados en los casos de corrupción -“Por tierra, mar y aire”, destacó Antonio Sanz- y en unos datos de desempleo que en esta comunidad superan el umbral del 30%. Javier Arenas pidió por última vez el voto del cambio con unos sondeos que auguran que será el próximo presidente de la Junta, pero con el vértigo que produce poder acabar con un régimen de treinta años.
El candidato volvió a estar arropado por el Gobierno, empezando por el presidente y continuando por los ministros Cristóbal Montoro (Hacienda), Fátima Báñez (Empleo) y Ana Mato (Sanidad y Asuntos Sociales). Ésta también será una victoria, o derrota, para Rajoy, que ve en el 25-M un referéndum a su programa reformista.
Con cansancio, con cierto enfado con el PP nacional por “la campaña que nos han dado” -en referencia al caso Matas, el vídeo gubernamental sobre la reforma laboral que tuvo que ser retirado o las polémicas por los maridos de Cospedal y Sáenz de Santamaría-, Arenas subió al atril convencido de que es su momento. Al grito de “Presidente, presidente” y con fotogramas que recordaban los mensajes del miedo del PSOE, proclamó: “Tengo que trasladaros una noticia, el domingo por la noche Andalucía se suma al cambio de España. ¡La alternancia va a llegar a Andalucía!”.
Escuchándole más de siete mil simpatizantes y simpatizantes que hicieron del último mitin, en el polideportivo San Pablo de Sevilla, una auténtica fiesta. Los mayores aplausos, cuando el asunto de los ERE fraudulentos se convertía en protagonista. “El domingo se vota entre el Gobierno de los ERE o el Gobierno del empleo”, advirtió Arenas, que insistió en que buscará “todo el dinero dilapidado”.
Recogió el testigo un Rajoy venido arriba, y que hurgó en la herida de la división socialista utilizando como percha un encuentro para nada planeado. En el AVE de las cuatro de la tarde, dirección a la capital hispalense, coincidió tanto con Alfrédo Pérez Rubalcaba como con Felipe González, y de las impresiones que los tres intercambiaron sacó una conclusión. “Discrepo con ellos en muchas cosas, pero hay una cosa en la cual los tres coincidimos. Esos dos y y yo. Los tres coincidimos en la opinión que tenemos del candidato del PSOE a la presidencia de la Junta”, sentenció.
La media sonrisa le delataba. “Ahí está la diferencia”, afirmó. “Que nadie me malinterprete, no me he metido con nadie”, añadió, mientras el público se repartía entre los abucheos a los cargos del PSOE y la carcajada. Todo un torpedo en la línea de flotación a sus rivales, con importantes heridas internas sin cicatrizar.
El presidente aún asestó varios golpes más al enemigo electoral: “Se trata de elegir entre el PSOE más IU de propia o un Gobierno del PP”, expuso, para dejar bien claro que sólo vale la mayoría absoluta. Pasar “del miedo” a “mirar hacia adelante”, de “los escándalos” que se repiten “en las portadas” al “ejemplo” político. Ahondó más en esta idea: “Alternancia, abrir las ventanas a la honradez. Es cambio es respetar al contribuyente, sus recursos y su dinero, porque les cuesta mucho ganarlos”, remató.
En definitiva, una cita “con la historia”, en voz del presidente del Gobierno. De acabar con el último bastión del PSOE, el más importante de todos ellos. “A cuarenta y ocho horas para que conozcamos los resultados, yo os digo: el próximo domingo Javier será presidente de la Junta”, pronosticó Rajoy. Si finalmente acierta, como así se da casi por descontado, el PP contará con el mayor poder de su historia con un mapa territorial completamente bañado de azul.