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Kirchner: expresionismo, color y dos tiros en el corazón

La fundación Mapfre acoge hasta el 2 de septiembre la gran exposición de Ernst Ludwig Kirchner.

El 26 de mayo se inauguró en Madrid la exposición sobre Ernst Ludwig Kirchner en la Fundación Mapfre. Habitualmente situado en los márgenes del expresionismo, la exposición del alemán abarca hasta 150 obras procedentes de multitud de instituciones y colecciones, e incluye también una selección de 35 copias de las fotografías con las que Kirchner documentó su vida.

Kirchner fue un artista total que cultivó la fusión entre distintas artes, que van desde el dibujo, la pintura y el grabado hasta la fotografía y la escultura, siempre con distintos materiales y técnicas, y con una vocación fundamentalmente experimentadora. Todas esas etapas y disciplinas quedan reflejadas en una extensa exposición que aborda de forma completa la trayectoria del artista, que sólo podrá verse en Madrid.

De formación autodidacta, Kirchner fundó junto a otros visionarios el grupo Die Brücke, "El Puente", para romper con el academicismo historicista del XIX e inaugurar un arte de colores primarios a medio camino entre el impresionismo y el fauvismo, fundamentalmente espontáneo y basado en el color (azul), el movimiento y la inmediatez, y con lo cotidiano como tema principal. Pese a la renovación estilística, que podría considerarse revolucionaria, Kirchner siguió ligado al marco de los géneros tradicionales. Con él,  el retrato y el gran desnudo mitológico descendieron a pie de calle con sus famosas prostitutas y lal captación del natural dentro de su propio taller.

Una vez agotado el rupturismo de Die Brücke, Kirchner estableció en Berlin su nuevo taller, y allí llevó al paroxismo las claves halladas en la primera etapa. El grupo se disolvió en 1915, cuando Kirchner ya había sido absorbido por el bullicio de la capital alemana, con un color vez más oscuro y monocromo que acentuaba los valores psicológicos (deprimida) y expresionistas de sus imágenes. La figura de Edna Schilling apareció entonces, como también lo hizo el primitivismo del arte africano, que a partir de ese momento se harían con un lugar constante en el arte y la vida de Kirchner.

La crisis personal, física y mental de Kirchner le llevó a pasar página, por mucho que fuera de forma trágica. Fue llamado a filas y declarado no apto para combatir en la Primera Guerra Mundial, pero a partir de entonces el miedo se convertiría en un compañero constante. La violencia y el terror se plasman en el lienzo con trazos cada vez más violentos y rápidos. El arte se convirtió en la única terapia del artista, que tras su ingreso en una clínica abrió sus temas al retrato de médicos y otros artistas como él ingresados en instituciones mentales u hospitalarias.

La prueba es que ya en su etapa de profunda crisis personal hallamos la semilla de lo que sería su siguiente vuelta de tuerca. Exiliado en el ambiente rural de Davos, en Suiza, Kirchner se reinventa a través de su arte y resurge en otro entorno distinto, el de su taller de montaña. Los animales y los campesinos sustituyen a las calles de Berlín y a las cocottes, las líneas verticales y el violeta dominan cada vez más la imagen. Su visita a la Exposición de Arte Internacional de Zurich, en 1925, acabaría por dar el definitivo impulso a la recta final artística y vital de Kirchner. La arquitectura de la Bauhaus o Le Corbusier y el arte de Picasso le llevan a romper definitivamente el plano y mezclar figuras y sombras, forzando la figuración en estampas de influencia crecientemente japonesa, potenciando al máximo el intercambio entre sus acuarelas, óleos y esculturas.

Kirchner no pudo soportar que los nazis confiscaran gran parte sus obras por considerarlas degeneradas, y se suicidó en 1937, a los 58 años, de dos tiros en el corazón.

Local: Fundación Mapfre. Sala Recoletos. Metro: Colón (L4) / Banco de España.
Horarios: L de 14.00 a 20.00, de M a S de 10.00 a 20.00 y D y festivos de 11.00 a 19.00.
Entrada gratuita.
 

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