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La Policía, preocupada por el boom de "los guerreros de Ceuta" en Siria

Con la muerte de un ceutí en la guerra de Siria vuelve a resurgir el temor del auge del radicalismo en la ciudad autónoma española.

Hace unas semanas se conoció que un ciudadano español había muerto en la guerra de Siria. Era Rachid Wahbi, un ceutí de 32 años. Tras la confusión inicial –se habló que estaba allí de vacaciones con unos amigos- se confirmó que el joven había ido para luchar junto a la resistencia siria con las tropas de Bashar Al Assad, junto a otros dos amigos.

Este domingo, El País publica un extenso reportaje en el que descubre las motivaciones y circunstancias que llevaron a estos jóvenes a embarcarse en el conflicto, y las redes que organizan estos viajes, y envían combatientes a Siria, como en el pasado lo hicieron a Irak, Afganistán o Chechenia.

La Policía conoce desde hace tiempo las redes organizadas que facilitaron este viaje de Rachid y los otros tres ceutíes al campo de batalla sirio, y cunde la preocupación por su rápida expansión. Según sus informes, este grupo concreto viajó a Málaga, y de ahí a Madrid, donde tomaron un vuelo a Turquía. Contactaron con los grupos que les facilitaron la entrada a Damasco. Según los servicios de información, todas las sospechas señalan a la secta Takfir Wal Hijra (Anatema y Exilio), la más clandestina de la sectas yihadistas. Ellos les habrían facilitado las claves para llegar hasta allí, y el rumbo. Esta es una táctica que se desarrolló ya en los años noventa en Bosnia y Chechenia, donde la yihad enviaba "combatientes" para apoyar a los Hermanos Musulmanes. Ahora la batalla está en Siria.

El grupo de Takfir Wal Hijra tiene gran implantación en España. Es un "club de odio" que desprecia a los musulmanes que no piensan como ellos, y que asume de la manera más radical y violenta todos los preceptos del Islam. 

La familia y el entorno de Rachid defienden su nobleza, porque fue a luchar contra los atropellos de Bashar Al Assad a su ciudadanía. "Cuando veía las noticias de Siria en la televisión le afectaba mucho. ¿Es que nadie va a hacer nada por nuestros Hermanos musulmanes?, decía" según cuenta su esposa Sanaa, "él sentía rabia, impotencia. Cuando veía las torturas a los niños por militares de El Asad, le entraban ganas de llorar. Aquello le había llegado al corazón", relata. Además, niegan que perteneciera a ningún tipo de secta, ni que hubiera una motivación yihadista detrás de su viaje. 

Rachid vivía en uno de los barrios más marginales de Ceuta, El Príncipe, donde las condiciones son un caldo de cultivo perfecto para la radicalización. Hace una década que los informes del CNI alertan de ello una y otra vez: "Sabíamos que esto iba a pasar. No ha sido una sorpresa para nadie. Desde Ceuta habían viajado antes jóvenes a Afganistán e Irak" asegura un responsable de los servicios de inteligencia al diario. "Este problema no es sólo de seguridad, hay un componente de desarraigo social y marginalidad muy importante".

En el caso de Rachid, la policía investiga si este acudía a Castillejos –el primer pueblo de Marruecos tras la frontera con Ceuta- a las reuniones que organizaban jóvenes takfiris, donde "veían vídeos sobre la yihad", según relata un dirigente musulmán.

El servicio de Seguridad de Marruecos también ha confirmado que Ceuta es otro de los centros de reclutamiento de la yihad islámica, que ahora recluta "fieles" que se han sumado a la resistencia siria. Tanto Ceuta como Melilla son un importantísimo foco de salafismo desde hace años, en gran parte alimentado por Marruecos que, por ejemplo, paga a la mayoría de los imanes de las mezquitas de Ceuta, a través el Ministerio de Asuntos Religiosos. 

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