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Anasagasti, dolido por el fracaso ante el Papa, acusa a Rouco Varela de manipular la visita

En el PNV querían que Juan Pablo II hubiera leído una carta remitida por sacerdotes independentistas que no condenaban a ETA. También pensaban escuchar una reprimenda al Gobierno por la guerra en Irak. Pero el Papa habló de paz y del peligro del nacionalismo. Por eso, y porque no les ha recibido, Anasagasti y Arzalluz acusan a la Conferencia Episcopal Española de amañar la visita en connivencia con Aznar.

(Libertad Digital) El portavoz parlamentario del PNV, Iñaki Anasagasti, ha remitido una carta al presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Antonio María Rouco Varela, en la que le acusa de haber impedido que el Papa hubiera leído el escrito que le enviaron 500 sacerdotes independentistas en la que se vertían innumerables mentiras sobre el País Vasco, además de no aparecer una sola referencia a ETA y sí al nacionalismo español, las torturas y la situación de los presos. En su lugar, Juan Pablo II llamó a los jóvenes que le escuchaban en Cuatro Vientos a no caer en el nacionalismo “exasperado”. El PNV se identifica y se molesta. De hecho dice que la frase es tan cierta como que ellos “han de convivir con un nacionalismo exasperado vasco y otro español”.

Lo cierto es que el PNV ha cosechado demasiados fracasos en sólo 32 horas y ahora culpan de ello al Gobierno y a la cúpula episcopal. Que la visita de Juan Pablo II desbordara todas las previsiones de asistencia y fuera un éxito de organización es para Anasagasti una prueba de que todo estuvo organizado por Rouco Varela “conjuntamente con el Gobierno del PP”. Condena el portavoz nacionalista, en tono irónico, que la palabra “guerra” no figurara en el discurso echando por tierra los deseos de muchos políticos por instrumentalizar la visita contra el Gobierno. Anasagasti, siempre refiriéndose a Rouco Varela, le dice: “Si de Roma viene lo que a Roma va, ha hecho usted un buen trabajo, Monseñor”.

Otra vez, el victimismo

Para redondear el fracaso y su enojo, no consiguieron que el Papa les recibiera. Felicita pues, al presidente de la Conferencia Episcopal por obrar el "gran milagro" de "designar un jefe de la oposición, consagrar la figura de la Familia Real, elevar a la familia Aznar al mismo rango que la Real" o lograr que "el Papa hable de regiones", y no de naciones, en referencia al País Vasco, Cataluña o Galicia.

Como ya denunciara en otra carta anterior, firmada también por el portavoz de CiU, Xavier Trias, Anasagasti reprocha a Rouco Varela que estas formaciones no pudieran mantener una audiencia con el Papa, como hizo con el presidente del Gobierno, José María Aznar, y con el líder del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero. Así lo resume Anasagasti: "Quiere esto decir que el Papa no ha tenido tiempo para los grupos que articulan la vida política del País por si éstos podían hacer algún tipo de comentario inconveniente sobre una guerra devastadora, con miles de pérdidas de vidas humanas y destrucción del patrimonio cultural iraquí, siendo mucho más interesante una fotografía de la familia Aznar para recuerdo de los nietos en actitud de clan".

La Iglesia de 1936

La pataleta nacionalista es el mejor indicador de que la visita del Sumo Pontífice ha sido un éxito. Elegir la ironía como figura para la crítica ha sido la única salida de Anasagasti para no perder las formas. Otro fragmento de la carta a Monseñor Rouco lo demuestra: "Pero ha logrado usted algo mucho más importante. No sólo que el agnóstico líder del PSOE escuche una larguísima misa por motivos estrictamente electorales, sino que muchos de los católicos vascos se den cuenta que la Jerarquía Eclesiástica Española ha cambiado muy poco de pensamiento en relación con aquella de 1936 que bendijo la Santa Cruzada y que tiene al frente de dicha Conferencia un jerarca que poco tiene que ver con ese mensaje de amor del cristianismo y sí mucho con la España de sacristía cerrada y exclusión arrogante".

Independentismo eclesiástico

Para terminar como empezó, Anasagasti expresó a Monseñor Rouco Varela la reivindicación de su partido "no sólo de una Provincia Eclesiástica Vasca sino de una Conferencia Episcopal propia porque crece el sentimiento, y no sólo en los vascos nacionalistas, sino en el vasco de buena voluntad, de que pertenecer a un Estado que tiene semejante Conferencia Episcopal no sólo hace daño a la fe, sino al amor y al respeto que predicó hace 2000 años alguien que echó a los mercaderes del templo".

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