El Observatorio Internacional de Víctimas del Terrorismo del CEU ha celebrado hoy en el campus universitario de Montepríncipe un pequeño pero sincero homenaje a la última víctima de la banda terrorista ETA, el gendarme francés Jean-Serge Nérin. A media mañana y con el cielo amenazando lluvia se ha congregado junto al monumento situado frente a la Escuela Politécnica Superior un numeroso grupo de alumnos del Colegio Montepríncipe, personalidades de la universidad y miembros del observatorio y de algunas asociaciones de víctimas del terrorismo españolas y francesas.
La sencilla ceremonia ha consistido en un minuto de silencio seguido por una ofrenda floral sobre el monumento y dos discursos a cargo de Cayetano González, presidente del Observatorio y colaborador de Libertad Digital, y Guillaume Denoix de Saint Marc, presidente de la Asociación Francesa de Víctimas del Terrorismo (AVfT).
Cayetano González ha comenzado su intervención señalando que “es independiente del uniforme que vista la víctima o del país donde se cometa el atentado”. Para el presidente del Observatorio del CEU todos los españoles de bien hemos sentido con la misma intensidad que si se hubiese cometido sobre un policía español. Cayetano González ha recordado que los terroristas “nunca van a ganar esta batalla” y que más pronto que tarde los asesinos “serán detenidos y puestos a disposición de la Justicia”. “Ese es el único destino que tienen los terroristas”, ha remarcado.
Guillaume Denoix, por su parte, ha concluido que “esta muerte es una señal de que ETA ha comenzado una nueva etapa”. Para Denoix esto es así porque esta es la primera vez en la historia que la ETA mata a un policía francés, aunque no la primera en que los terroristas se ven envueltos en un tiroteo con las fuerzas del orden galas. Para terminar, el presidente de la AVfT ha agradecido a las víctimas del terrorismo españolas y a sus asociaciones la lección de dignidad, coraje y fuerza que continuamente dan.
Para terminar sonó la marsellesa seguida del himno español, los asistentes se dispersaron lentamente. Y, para contento de todos, no llovió.