Sus señorías llegaban antes de lo habitual al Congreso de los Diputados, si bien no encontraban rastro de la huelga general, salvo por la montaña de pegatinas que los sindicalistas habían esparcido por los alrededores de la Carrera de San Jerónimo. Ya en el interior de las Cortes, normalidad absoluta.
El presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, entraba deprisa y sin los periódicos del día debajo del brazo; instantánea de "la normalidad" en el anterior paro general. "Voy a trabajar", dijo. Ningún diputado de las bancadas del PP y del PSOE ha faltado a la sesión de control por la huelga, según datos oficiales.
En su habitual rifirrafe, el jefe del Ejecutivo y Mariano Rajoy han excluido el 29-S. Sólo el líder de los populares ha citado de pasada la huelga, pero para criticar la reforma laboral. La vicepresidenta De la Vega y la portavoz popular, Soraya Sáenz de Santamaría, tampoco han hecho una mención explícita.
Dicho lo cual, en los habituales corrillos políticos no se ha hablado de otra cosa. Zapatero, a la salida, ha vuelto a tender la mano a los sindicatos, y ha rehusado hacer más declaraciones hasta el jueves. Abogó, eso sí, por "cauces de diálogo". Rajoy ni tan siquiera se ha parado ante los periodistas.
"La actitud de los sindicatos está siendo inaceptable, utilizando métodos que bien parecen del siglo XVIII", denunció un diputado del PP, que les acusa de "inquisitoriales". Otro colega de filas hablaba de "normalidad" pero criticaba "los incidentes" y "la brutalidad" de los promotores de la huelga.