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La larga lista de cadáveres en el armario de Zapatero

A pesar de sus formas amables y lejos del mote de Bambi que quisieron ponerle, durante su ya larga carrera política Zapatero ha ido llenando de cadáveres políticos un armario que debe ser ya de varios cuerpos para dar cabida a todos sus inquilinos. El último, Bernat Soria, ha abandonado su escaño.

A pesar de sus formas amables y lejos del mote de Bambi que quisieron ponerle, durante su ya larga carrera política Zapatero ha ido llenando de cadáveres políticos un armario que debe ser ya de varios cuerpos para dar cabida a todos sus inquilinos. El último, Bernat Soria, ha abandonado su escaño.

Ya en su época como líder socialista en la provincia de León, Zapatero empezó a forjarse reputación de hombre implacable con sus enemigos políticos, a los que fue eliminando progresivamente, apartando de su camino a todo el que se interponía entre él y la cima. Pero ha sido tras su llegada a la secretaría general del Partido Socialista y, sobre todo, desde su inesperada victoria electoral del 2004 cuando la lista de sus víctimas empezó a crecer en progresión geométrica.

El primer gran deceso político y uno de los más significativos de toda la lista, fue la jugada semirevolucionaria que llevó a Montilla a la presidencia de la Generalidad, tras el sacrificio casi ritual de Pasqual Maragall, obligado a convocar elecciones tras menos de tres años de legislatura y sustituido en la candidatura del PSC.

Se da la circunstancia de que el por encontes líder de los socialistas catalanes había sido uno de los grandes apoyos de Zapatero en el famoso congreso socialista de julio del 2000, en el que Maragall prefirió apostar por él en lugar de por Bono, cuya posición respecto de los nacionalismos se preveía mucho más combativa.

Idéntico apoyo, si bien por distintos motivos, había prestado a Zapatero José Luis Balbás, por aquel entonces líder de la corriente Renovadores por la Base y otro de los apoyos más importantes y decisivos que encumbró al actual presidente del Gobierno. Eso sí, en el caso de Balbás la caída en desgracia se produjo tras el "tamayazo" en la Comunidad de Madrid.

Otro líder regional que se ha visto apartado del poder fue el extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que también vio como era sustituido en la candidatura a la presidencia de Extremadura, en este caso por Guillermo Fernández Vara en un recambio quizá más comprensible tras varias legislaturas en la presidencia del histórico socialista.

Ser ministro, profesión de riesgo

La mayor parte de los restantes sacrificados lo han sido después de pasos no demasiado exitosos por diferentes ministerios, siendo este capítulo de la lista el más nutrido. Algunos incluso superaron desde el despacho ministerial el cambio de legislatura, pero más tarde o más temprano les ha sonado la campana de la despedida: unas más doradas que otras como la de Magdalena Álvarez, que tras 5 años como polémica ministra de Fomento encontró acomodo en el Parlamento Europeo.

Menos confortables parecen haber sido las salidas de algunos de los primeros compañeros de viaje de Zapatero, como Jesús Caldera, figura inseparable del por entonces Secretario General del PSOE, ya no tan cercana al llegar a la Moncloa (sólo fue "premiado" con un ministerio que no es de los más importantes como Trabajo), y que tras la primera legislatura fue apartado a la presidencia de la fundación IDEAS, un puesto muy lejano de la primera línea de fuego política.

Un caso muy similar al de Caldera es el de Jordi Sevilla, que hasta este lunes era el último abandono del Grupo Socialista en el Congreso. Antes de la llegada del PSOE a la Moncloa en el 2004 Sevilla era la "cara económica" del equipo de Zapatero, pero en la primera legislatura la responsabilidades económicas recayeron en Solbes, que parecía entonces un nombre con más garantías, y el "premio" para Sevilla fue sólo el Ministerio de las Administraciones Públicas, del que además tivo que despedirse en la primera renovación de Gobierno que hizo Zapatero, en julio de 2007.

El tercero de los retiros de ex ministros ha sido el de Cesar Antonio Molina, que estuvo en Cultura en el lapso entre Carmen Calvo y Ángeles González Sinde y en su momento fue considerado casi un fichaje estrella, pero que hace unos días anunció que abandonaba el Congreso para volver al la docencia.

Tampoco parecen ser muy felices los retiros o semiretiros de otros titulares de cartera ministerial como la que fue responsable de Vivienda, María Antonia Trujillo, que hoy es todavía diputada pero sólo se asoma a los medios por su comportamiento un tanto peculiar en algunas comisiones en el Congreso.

Más complejo ha sido el caso de Juan Fernando López Aguilar, ministro de Justicia que, en lo que él mismo consideraba una auténtica papeleta, dejó su cartera para tratar de ganar la presidencia de Canarias para el partido, un objetivo que no logró pese a ser el candidato más votado. Desde Canarias un nuevo salto le puso al frente de la lista socialista en las pasadas elecciones al Parlamento Europeo, en las que fue derrotado por Mayor Oreja.

Como si se tratase de un ministerio maldito, el sucesor de López Aguilar en Justicia, Mariano Fernández Bermejo, es otro de los "juguetes rotos" de Zapatero. Tras ser durante años uno de los ministros más polémicos del Gobierno y sólo días después de que los diputados socialistas lo vitoreasen al grito de "¡torero torero!" en el Congreso, Bermejo se veía obligado a dimitir por sus problemas con la caza y ahora es de los primeros en las quinielas de próximos abandonos, que incluyen a otros "ilustres" como Mercedes Cabrera.

Y en esas mismas listas europeas que encabezaba López Aguilar y que son consideradas por muchos un auténtico "cementerio de elefantes" se encontraba también Ramón Jáuregui, otro histórico del socialismo español que según todos los observadores desarrollaba una importante labor en el Congreso como Secretario General del Grupo Parlamentario Socialista, puesto en el que ha sido sustituido por un político con mucha menor experiencia como Eduardo Madina.

Y es que, aunque este lunes se ha hecho público que Solbes es el último inquilino de ese armario que Zapatero ha llenado de cadáveres políticos, todo apunta a que la lista seguirá creciendo y, dado cómo se acortan los plazos entre las crisis de gobierno (la última sólo un año después de las elecciones), puede tratarse de toda una avalancha.

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