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AUNQUE EL PRESIDENTE INCUMPLIÓ EL PACTO CON CIU

Maragall confirma que Zapatero forzó su retirada a cambio del apoyo de CiU al Estatuto

El presidente del Gobierno pactó con CiU la retirada de Maragall a cambio del apoyo de los nacionalistas al Estatuto. Un secreto a voces que el ex presidente de la Generalidad confirma en sus memorias.

El presidente del Gobierno pactó con CiU la retirada de Maragall a cambio del apoyo de los nacionalistas al Estatuto. Un secreto a voces que el ex presidente de la Generalidad confirma en sus memorias.

L D (Agencias) Pasqual Maragall expresa en sus memorias su decepción por los recortes que sufrió el Estatuto catalán y la actitud que mantuvieron en este proceso el que fue su partido, el PSC, y el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Lo reconoce en el libro Oda inacabada, editado por La Magrana, que este viernes salió a la venta y que se presentará el domingo en un acto en el Palau de la Música.

En sus memorias, reconoce que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, le propuso un intercambio: "Mi retirada de la política como supuesto precio político para obtener el apoyo de CiU como proyecto de nuevo Estatuto". Finalmente, ello "no se llegó a materializar a la hora de la verdad" ya que, tras las elecciones autonómicas de 2006, en las que ganó CiU, se reeditó el tripartito, con lo que no se respetó el acuerdo de dar la presidencia al candidato del partido con más diputados en el Parlamento" que Zapatero y Mas habían pactado cuando acordaron el Estatuto.  

Maragall también explica que la "soledad" es un sentimiento que le ha acompañado a lo largo de su carrera política: cuando fue alcalde de Barcelona, entre 1982 y 1996, y sobre todo, cuando fue el presidente de la Generalidad, entre diciembre de 2003 y noviembre de 2006. La soledad puede "superarse", pero "no la creencia de que tus compañeros de la dirección del partido han pasado de aguantarte con más o menos simpatía por tus ideas a abandonarte y a discrepar abiertamente contigo", explica Maragall.

En este sentido, añade: "Tuve la sensación de que, una vez regresados al templo del catalanismo, del que los socialistas catalanes habíamos sido expulsados con insultos y gritos por la LOAPA veinte años antes, mi presencia y mi manera de hacer resultaban insoportables" para este núcleo del partido.

Maragall reconoce errores en la gestación de la reforma del Estatuto. Dice que se tendría que haber optado, no porque la propuesta catalana la redactara una comisión parlamentaria, sino una ponencia nombrada desde el Gobierno catalán.  Dice que en sus negociaciones con el líder de CiU, Artur Mas, mientras pactaba con él un texto en el Parlamento "lo suficientemente ambicioso", encontró un interlocutor "leal" en aquel momento concreto. "Quizás mi partido no me lo perdonó, porque consideraba la propuesta excesiva y comprometedora para el Gobierno español", precisa. "El nuevo Estatuto tenía que hacer realidad para nuestros nietos los sueños nacionales de nuestros abuelos", afirma Maragall, quien califica el texto que aprobó el Parlamento el 30 de septiembre de 2005 como "nacionalmente pletórico".  

Pocos días después, la ejecutiva del PSC ya anunció que propondría "modificaciones sustanciales" en su tramitación en las Cortes. "Ello fue más que una contradicción. Fue una desconsideración política a la cámara catalana, impropia de un partido que se dice nacional catalán. Y también fue un golpe bajo al presidente de la Generalidad", añade. "Conocía de primera mano las reticencias al proyecto de un grupo destacado de dirigentes del PSC, con sus primeras espadas al frente", pero "nunca habría creído que podrían llegar a desautorizar el voto solemne de sus propios diputados" en el Parlamento, concreta.

También testifica que, en las negociaciones que mantuvo sobre el Estatut con Rodríguez Zapatero, se encontró con un presidente "enrocado" y "extraordinariamente preocupado por las perspectivas electorales". "Quedaban muy lejos los días de nuestros primeros encuentros, cuando él era un joven y desconocido aspirante a dirigir el PSOE y el Gobierno" y "decía que compartía un discurro alternativo al de la ortodoxia del PSOE sobre el modelo de Estado", apostilla.

Pese a ello, Maragall constata que a lo largo del proceso, "a la hora de la verdad", en la tramitación del Estatut en las Cortes, Rodríguez Zapatero "cambió de opinión". "No fue a mi a quien me defraudó, sino a todos los catalanes que creyeron en su promesa de que se respetaría lo que Cataluña decidiera", considera.

Maragall asegura que ha mantenido "siempre" una "buena relación" con José Montilla "con las limitaciones que implican" dos caracteres distintos, y dice que el actual primer secretario del PSC "es una persona que no se deja conocer mucho, como mínimo para quien no forma parte de su círculo íntimo, o quizás ni así". En este sentido, añade: "Le costó mucho decirme personalmente que tenía interés en ser candidato a la presidencia de la Generalidad. Tuve que ser yo quien le preguntara directamente". "No tengo consciencia de cuál fue el momento de no-retorno en nuestras relaciones políticas, al menos por mi parte", dijo Maragall, quien aseguró sentirse sorprendido por la "radicalidad" del distanciamiento por parte de Montilla. "Sólo espero que el partido no le abandone como hizo en mi caso", añade.

Sobre su salida del PSC, dijo ser "dolorosa", aunque asegura no tener "animadversión" hacia este partido. Sí lamenta que el PSC no apoyara suficientemente algunas de las iniciativas que lideró cuando fue cabeza de lista, como 'Amics de Pasqual Maragall' en las municipales de 1995, o el proyecto de Ciutadans pel Canvi. "Los casi tres años de mi estancia en el Palacio de la Generalidad no fueron los más felices de mi vida política. Lo podrían haber sido", admite Maragall, quien recuerda que, con el primer tripartito, se abogaba por "una nueva ambición para Cataluña". "Una vez iniciado el camino, nos quedamos a mitad de trayecto", y "las razones de este viaje decapitado no se han de buscar sólo en el exterior", sino "en nuestras propias dudas, rodeos y contradicciones", añadió.

Dijo vivir, mientras fue Presidente, "días de satisfacción en ver como el Parlamento de Cataluña aprobaba un Estatuto que abría las puertas al máximo de autogobierno y a la España plural", y otros días "duros y tristes" en los que comprobaba que las diferencias con el "sector mayoritario" del PSC "se engrandecían y se utilizaban" en su contra, "o que el presidente del Gobierno español se deshacía de sus promesas". Admite que fue difícil gobernar en coalición, que ello "no se aprende de un día por otro" y aprecia que "apreciaron con total libertad, al precio de ahogar la actuación diaria del Gobierno", discrepancias entre socios, aunque precisa: "Nunca pensé que el clima dentro del mismo Gobierno y entre los partidos que lo apoyaban pudiera llegar a ser tan poco propicio".

Sobre sus polémicas declaraciones en el Parlamento tras el hundimiento de las obras del metro del Carmel en el año 2005, en las que insinuó que CiU adjudicaba obra pública a determinadas constructoras a cambio de obtener el 3 por ciento del importe, dijo: "Ningún consejero, ningún partido de la coalición ni por descontado de la oposición estaban dispuestos a seguir adelante con una investigación oficial" sobre el asunto. Recuerda que su padre tuvo buenas relaciones con Pujol, "hasta que se rompieron por enfrentamientos políticos muy posteriores y las implicaciones posteriores resultantes, sobre todo a raíz de determinados ataques contra mi, siendo alcalde de Barcelona".

Sobre los rumores que apuntaron que supuestamente Maragall padecía alcoholismo, el ex presidente recuerda que se fraguaron en la campaña de las elecciones municipales de 1987, cuando CiU presentó a Josep Maria Cullell. "No hace muchos años, una persona que había estado en la cúpula de CDC reveló a una migo mío que todo se había diseñado desde un despacho del partido", revela.

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