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Intervención de José María Aznar

BARCELONA, 12 DE ENERO DE 2008
 
"Me produce una gran satisfacción acompañarles esta mañana aquí, en Barcelona, con motivo de la presentación de este libro producido por la Fundación FAES en el que han colaborado prestigiosos intelectuales. Mi especial agradecimiento va dirigido a Xavier Pericay, que lo ha coordinado.
 
Mi satisfacción es especial por una razón sencilla de entender: este libro es, esencialmente, una reivindicación de la libertad.
 
De libertad y no de otra cosa habla este libro. De la libertad de elegir, del derecho de los ciudadanos a ejercitar su libertad.
 
Porque, desgraciadamente, estamos en tiempos en los que se gobierna buscando el silencio del disidente. Todo el que discrepa de la acción gubernamental es objeto de críticas, cuando no de acoso.
 
Se exige silencio a la representación institucional y democrática de millones de españoles, a organizaciones cívicas, a los analistas económicos, a los que se manifiestan por causas legítimas y, a su vez, se exponen ¡y de qué manera! a ser criticados, entre ellos algún ex presidente del Gobierno.
 
Se exige silencio a  la realidad sin reparar, como advirtió Ortega, que la realidad que se ignora prepara su venganza.
 
Por eso, este es un acto humildemente desafiante de los criterios de corrección política al uso. Es un quiebro a la imposición cultural y un respiro en la presión social que hace del silencio una necesidad de supervivencia para muchos.
 
Y por esto es también un acto debido para un libro necesario, para un libro pertinente, que recoge el análisis, la reflexión y la crítica de un extraordinario grupo de autores.
 
Bajo la coordinación de Xavier Pericay han articulado una obra que complementa el estudio de cada una de las políticas autonómicas en materia lingüística con ensayos de valor general como los que ofrecen Jon Juaristi, Amando de Miguel y Valentí Puig.
 
Estoy convencido de que este libro tiene ya el valor de una obra de referencia en un ámbito temático en el que sospecho que no abunda la crítica razonada, sino más bien la glosa de verdades tenidas por incuestionables y tabúes intocables.
 
Quiero destacar la solvencia de los que han hecho posible materializar este proyecto de estudio con su participación, que honra a la Fundación FAES.
 
Creo que es importante subrayar la riqueza que aportan los enfoques diversos, dentro de la coherencia interna y de la unidad del libro.
 
Y deseo también elogiar la independencia de quienes lo han escrito. Independencia que no confunden con neutralidad pero que sí les mantiene al margen de disciplinas intelectuales por encima de su sentido crítico. Aurelio Arteta, Santiago González, Jon Juaristi, por ejemplo, saben, muy bien el precio a pagar por su independencia de criterio. Forman parte de ese grupo de intelectuales académicos y publicistas que han visto cómo el oficio de pensar se convertía en una actividad de riesgo.
 
Mis discrepancias con muchos de los autores de esta obra –y de ellos conmigo- en muchos otros temas de debate político o ideológico son muy claras. Pero nos une la convicción en la necesidad de fortalecer aquellos valores y principios de convivencia que por ser previos a cualquier opción política vertebran la sociedad y hacen posible la convivencia en libertad.
 
Porque se trata de esto, insisto, de la libertad. Esa es la cuestión que preside este libro, y que ya en su portada se pregunta por ella.
 
Hay motivos,  motivos crecientes y más preocupantes, para recordar, como queremos hacer con esta obra, que las políticas lingísticas promovidas por los nacionalismos plantean un grave problema de libertad o, dicho de otro modo, acentúan su peso como instrumentos de coacción.
 
Y me atrevo a plantear algunas preguntas, muy consciente de que lo último que recibiré como respuesta por parte de los enemigos de la libertad es halagos y felicitaciones.
 
¿Es uno un provocador por plantear que los Gobiernos, nacionales y autonómicos, deben respetar el derecho de los padres a elegir que sus hijos reciban educación, además de en la lengua autonómica, en la lengua común de todos los españoles? ¿Es uno un peligroso subversivo por afirmar que es bueno que los jóvenes no pierdan las oportunidades profesionales que brinda el bilingüismo? ¿Es uno un radical por afirmar que en ningún país del mundo, salvo el nuestro, se niega a los padres el derecho a que sus hijos sean escolarizados en la lengua oficial común?
 
Afirma Xavier Pericay en su presentación que en esta materia, a pesar de la habilitación que le confiere el artículo 3 de la Constitución, el Estado ha sido tan confiado como generoso, porque lo ha dejado todo en manos de los gobiernos autonómicos.
 
Confianza y generosidad han sido ingredientes importantes en la construcción de nuestro sistema político. Pero Xavier Pericay tiene razón. También en la parte que nos toca a los que hemos gobernado.Y por ello, coincido con todos los que creen llegado el momento de evaluar el efecto de décadas de políticas de supuesta normalización, y de aportar las propuestas de reforma que aconsejan tanto la experiencia pasada como el futuro que preparan unos nacionalismos radicalizados, intervencionistas e insensibles a las exigencias del respeto a la pluralidad, la igualdad y los derechos inderogables de todo ciudadano español en cualquier parte del territorio nacional.
 
Creo además que una revisión a fondo de las políticas lingüísticas como la que ha coordinado Xavier Pericay en este estudio es esencial para singularizar lo que se ha hecho en cada comunidad autónoma, para valorar el resultado de estas políticas, para aprender de errores y de aciertos, que los ha habido, y para evitar la generalización injusta de la crítica.
 
Tanto en el País Vasco como en Cataluña se aborda un proceso de revisión de las políticas aplicadas hasta la fecha. El objeto de esa revisión no es otro que incorporar a las políticas lingüísticas en estas comunidades nueva dosis de coacción.
 
Y, al final, resulta que la llamada normalización no era tan normal. Coaccionar no es nunca lo normal. O no debería serlo. Las políticas lingüísticas promovidas por el nacionalismo, que tanto apela a la “normalidad”, lo que precisamente han hecho es tomar como principio la negación de la realidad. Semejante negación es la mejor receta para políticas autodestructivas y fracasadas. Lo que ocurre es que el coste de ese fracaso hasta que se manifiesta es demasiado oneroso para los ciudadanos.
 
Y es demasiado obvio que, en este caso, el fracaso de las políticas lingüísticas nacionalistas,  medido en función de los objetivos que se proponían conseguir, quiere ser salvado con más imposición, con más coacción, con menos libertad.
 
Como escribía el admirado y añorado Juan Ramón Lodares, la lengua española –por tanto, lengua de los catalanes- ha resultado ser mucho más normal de lo que se pensaba y todavía lo sigue siendo. No es posible asumir nuevas vueltas de tuerca en contra de nuestra lengua común, la de todos, como las que se proponen en el País Vasco y Cataluña. No es aceptable que se niegue el principio mismo de elección a padres y alumnos. No es sensato que se persista en limitar el acceso a la variedad y riqueza cultural que podemos disfrutar los españoles.
 
Se equivocan de raíz los que creen que los graves problemas que se describen en este libro, generados por la imposición nacionalista, son peleas entre Madrid y Barcelona. Son problemas que afectan ante todo a las propias sociedades que no son capaces de ofrecer modelos lingüísticos eficaces y respetuosos con la pluralidad.
 
Creo que se equivocan los que creen que éstas son polémicas artificiales de gentes venidas de fuera con el único propósito de perturbar la placidez de comunidades sin conflictos.
 
Pero, en fin, hay que contar con que de nuevo hoy, a los que estamos aquí se nos exija callar y se ponga en duda nuestro derecho a opinar, porque somos solamente ciudadanos, y no miembros de esa comunidad imaginada que es la que otorga y retira derechos.
 
Pues bien, por nuestra parte, seguiremos reivindicando el derecho a hablar, a reflexionar, a criticar y a denunciar. Esa es la materia de la libertad de los ciudadanos y esa es la libertad que seguiremos ejerciendo con el estímulo de obras como esta, que les invito a leer con la atención que merece ".

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