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CRÓNICA: ¿Fue Garzón el "Mr X" informante del PSOE?

Baltasar Garzón llegó a la comisión de investigación como un gallo de pelea, altivo pero con suaves ademanes. Pisaba terreno seguro. No en vano años atrás había estado al otro lado del estrado de la mano del último Gobierno de Felipe González como representante de la soberanía popular al igual que sus señorías a quienes ahora se disponía a hacer partícipes de su inmensa sabiduría.

(Libertad Digital) Con su nuevo look de abuelo de Heidi al frente de la cruzada de la progresía mundial contra Bush, se dedicó a impartir doctrina sobre el 11-M. Todas sus afirmaciones procedían de su dilatada —valiosísima y trascendente en palabras del PSOE y el PNV— experiencia en la lucha contra el terrorismo.
 
Pero su vanidad le perdió. Como juez estrella, acostumbrado a protagonizar todos los acontecimientos terroristas ocurridos en España en los últimos 16 años, se le olvidó decir a la comisión que el juez que estaba aquel día de guardia, Juan del Olmo, les “prohibió” reiteradamente a él y al resto de los jueces de la Audiencia Nacional, hacer acto de presencia en los escenarios del crimen, probablemente para evitar que los buitres le “robaran”el sumario. Y que para que le auxiliaran en su labor, Del Olmo requirió el apoyo de sus colegas de los juzgados de la Plaza de Castilla, por muy insólito que parezca. Garzón, sin embargo, no pudo reprimirse y acudió a la estación de Atocha, donde se encontraban las cámaras de medio mundo reflejando el dantesco espectáculo, de donde fue invitado a replegarse al Ministerio de Agricultura, convertido en improvisada base de operaciones policiales. Hasta que Del Olmo, presionado por sus colegas, les permitió colaborar en el levantamiento de cadáveres en el Pozo del Tío Raimundo y otros de los macabros escenarios. 
 
Pese a que no era el juez competente y a que no participó en la investigación, el magistrado estrella no tuvo el menor empacho en relatar a la comisión de investigación con pelos y señales los enormes esfuerzos que hizo el 11-M para inmiscuirse en un caso que no era el suyo. Según contó, nada más llegar a la estación de Atocha, hacia las diez de la  mañana, sin un sólo dato objetivo y a pesar de que un miembro del Tedax le aseguró que el explosivo era Titadyne, con los cadáveres aún humeando ya él sabía que la autoría de los atentados no era de ETA sino del terrorismo islámico.
 
Y es que lo verdaderamente asombroso de su deposición es la tranquilidad con la que contó a los diputados sus constantes llamadas telefónicas desde el momento mismo de los atentados a la cúpula policial pidiéndole información puntual y concreta de las investigaciones en curso, inmersas en el máximo secreto sumarial. Relató incluso cómo preguntó a Jesús de la Morena la hora en que el ministro de Justicia conoció la existencia de la cinta con versos coránicos y explicitó —para que constara a los comisionados— la respuesta del máximo responsable de la lucha antiterrorista: “a las 18:25, porque se lo dije yo”. Y todo ello para probar que el Gobierno mentía. Incluso, en reiteradas ocasiones explicó cómo el propio subdirector general de la Policía, Pedro Díaz Pintado, le contó que las posibilidades de que los autores fueran terroristas islámicos o ETA  estaban 50 a 50, “con tendencia más al sur que al norte”, el mismo día de la masacre. Aseguró que si él hubiera dispuesto de la información del Gobierno, el mismo día 11 en la primera rueda de prensa del ministro no hubiera llegado a las mismas conclusiones hechas públicas por el Gabinete.
 
La  comparecencia, calificada por el PSOE como la “más que acreditada asepsia valorativa” de un juez experto en la materia, ha sido una de las más bochornosas manifestaciones de sectarismo judicial jamás oídas en la carrera de San Jerónimo. Baltasar Garzón negó en todo momento que la lucha policial y judicial contra el terrorismo islámico previa a la guerra de Irak fuera una de las causas del 11-M y no tuvo el menor rubor en afirmar que la participación española en Irak había sido “una concausa objetiva”, ignorando al mismo tiempo las amenazas explícitas de Ben Laden por la intervención en Afganistán. En su paranoia anti-Bush llegó a reiterar en tres ocasiones que a él no le gustaba amenazar como “otras instancias” con la inminente posibilidad de atentados, en clara referencia a unas declaraciones de la administración norteamericana que provocaron una dura réplica del Gobierno de Zapatero de la que luego tuvo que desdecirse al tratarse de una mala traducción de la agencia EFE, cosa que al parecer el superjuez ignora.
 
La intervención del magistrado, quien afirmó tiempo atrás en Las Palmas y en otros foros que si no había armas de destrucción masiva, Bush y sus aliados las pondrían, abre todo un abanico de interrogantes. ¿Puede un juez solicitar información en tiempo real sobre un sumario que no le compete?; ¿tuvo algo que ver el juez estrella directa o indirectamente con que el partido por el que él había sido diputado y secretario de Estado tuviera información de las investigaciones policiales incluso antes que el propio Gobierno del PP?; ¿fue Garzón el “Mr. X” informante de la juez Laurence Levert y de otros comunicantes de Alfredo Pérez Rubalcaba?
 
La próxima semana el Consejo General del Poder Judicial deliberará sobre quién debe ser el magistrado que sustituya a Siro García Pérez en la presidencia de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, el organismo encargado de enjuiciar los atentados terroristas, los delitos económicos y los macroprocesos contra el tráfico de drogas y el crimen organizado. Baltasar Garzón forma parte de la terna de candidatos. A la vista de lo expuesto, no estaría de más que alguno de los 21 miembros del órgano de gobierno de los jueces repasase detenidamente la comparecencia del superjuez en el Parlamento y valorase si inmiscuirse en las investigaciones de otro juzgado y arrogarse el protagonismo de unos hechos que no protagonizó, por muy experto en la materia que sea, le hace acreedor de tan relevante cargo.

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