Mario Noya. Enviado especial. Miguel Henrique Otero, presidente-editor de El Nacional, uno de los diarios más influyentes de Venezuela, tampoco está por la labor de componer ditirambos a la mayor gloria del inquilino del Palacio de Miraflores: “La gestión del Gobierno es verdaderamente catastrófica. En cinco años no ha logrado mejorar ninguno de los indicadores sociales relacionados con los sectores más pobres de la población. Todos los indicadores de pobreza, marginalidad, desempleo, deserción escolar, enfermedades crónicas, desnutrición, niños abandonados... todos han empeorado de manera dramática, a pesar de toda la propaganda que han hecho con las misiones”, los planes-panacea ideados y puestos en marcha –ma non troppo– por el Ejecutivo hace cosa de ocho meses.
Otero, más bien, está por ver en lo que es, que diría Stendhal: “A la hora de evaluar al Gobierno actúa esa atracción emocional que siente parte del pueblo venezolano por el liderazgo y la capacidad histriónica de Chávez”, explica, para a continuación añadir: “Pero en las cosas concretas, las que afectan a la población directamente, no ha habido ninguna mejoría. Es más, en los tres asuntos que salen en las encuestas como prioritarios para los venezolanos: seguridad personal, alto costo de la vida y desempleo, es donde Chávez está peor evaluado”.
Venezuela tenía un 11% de paro en 1998, cuando el ex golpista asumió por vez primera la Presidencia; ahora (datos del primer trimestre) registra un 17,3, el peor porcentaje de Iberoamérica. Si tuviéramos que elegir un titular, probablemente plagiaríamos a El Nacional, que el viernes daba cuenta de estos y muchos otros datos de la siguiente manera: La revolución cosechó más de dos millones de desempleados.
Además, el 51,3% de la población activa se gana la vida en el ámbito de la economía sumergida. Lo de “sumergida” es un decir, porque casi no se ve otra cosa que buhoneros y tenderetes-chamizo en el centro de la capital, donde la miseria campa por sus respetos. Y es que Caracas, me cuenta una colega de El Nacional, se ha “tugurizado”.
¡Pobres pobres!, se nos ocurre exclamar a bote pronto, cuando les vemos amparados por Chávez y sus mariachis: Metistofidel, Llamazares y por ahí seguido.
Pero al punto abandonamos la vaina lamentona, porque dentro de pocas horas tendrán la oportunidad de desalojar a semejante salvador del Palacio de Miraflores. Para eso se convocó lo que el Consejo Nacional Electoral decidió denominar “referendo presidencial”, en lugar de “revocatorio”. O revolcatorio, que dicen los antichavistas.