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UN ANTICIPO DE LAS ACTAS, por Víctor Gago

 

LD (Víctor Gago) La agenda telefónica del etarra Jon Iurrebaso es algo así como el pie de imprenta de las actas, la página de créditos de las galeradas de la negociación, el ex libris de su edición para suscriptores.
 
Atención a este asunto, en el que confluyen, nada menos que la juez Laurence Le Vert –gran maestre transpirenaica de la Logia de Interior en la etapa de Vera–, Baltasar Garzón, Conde-Pumpido y dos etarras con líneas telefónicas calientes directamente conectadas con la Prefecturía francesa y, supuestamente también, con el Ministerio del Interior español, donde usan, por lo visto, tarjetas pre-pago, menudo cutrerío.
 
Puestos a dar esquinazo a los registros de llamadas, serán de Mox Latino, Dragon, IDT Spain Rumba o cualquiera de esos operadores virtuales con vistosas bailarinas papichulas y héroes de reaggeton que se dispensan en los locutorios de Lavapiés y Estrecho.
 
Después de una primera entrega un tanto atolondrada a cargo de Ekaizer, que necesita vacaciones después de un duro curso político inventándose sobornos de periodistas a acusados del 11-M, El País ha empezado este martes a arrimar la sardina al ascua de Rubalcaba, con la ayuda del siempre eficaz Yoldi, bombero para todo en la Redacción de Miguel Yuste 40.
 
Si la custodia de los números de teléfono incautados a Iurrebaso merece el segundo apercibimiento que se recuerda de El País al juez Juan del Olmo, otrora ejemplar instructor de la versión oficial del 11-M [la primera amonestación fue apremiarle a que diese carpetazo al sumario, a lo que Del Olmo accedió con la mayor diligencia], entonces es que aquí hay tomate como para la lasagna de un regimiento de zapadores.
 
El gubernamental evangelio llega a hablar de diligencias "insólitas" del juez Del Olmo para quedarse con la investigación solicitada por Le Vert sobre los números de teléfono incautados a Iurrebaso al ser detenido en Périgueux el pasado 29 de marzo, en contra de la obsesión de la Fiscalía –según se desprende de la información de El País, el Ministerio Público no ha dejado de patearse los pasillos de la Audiencia, reclamando para Garzón la competencia del caso– y de la preferencia de la propia magistrada francesa por que el caso llegue a las manos de Garzón.
 
En el hogar del ministro del Interior y en el palacete de verano del presidente, todos dormirán a pierna suelta, acariciados por los visillos de la brisa nocturna y sin necesidad de Kit-Paff,  sabiendo que la agenda telefónica etarra está en buenas manos, las de un juez que cree a pie juntillas en la doctrina Bermejo: "A tiempos nuevos, decisiones cambiantes".
 
Cuanto toque apretar, apretará a ETA sin apretar al Gobierno que hablaba con los terroristas hasta con tarjetas pre-pago, como los enamorados que están lejos por estudios.
 
Y cuando toque embalsamar, las gavetas de la mesa de Garzón serán un tanque criogenizador que ni el panteón de Elvis. ¿No es en uno de esos lechos no frost de la Justicia donde reposan las pesquisas del chivatazo a ETA incoadas por el juez Fernando Grande-Marlaska cuando, en el verano de 2006, aún sustituía a Garzón por excedencia, comisión de servicios o zascandileo en Manhattan?
 
Si el fiscal Zaragoza –un mandado de Conde-Pumpido, a su vez, un mandado– y el juez Grazón están removiendo la Audiencia para que ni Del Olmo –y mucho menos, Grande-Marlaska, que estaba de guardia cuando llegó la Comisión Rogatoria de la juez Le Vert– se queden con el caso de los misteriosos teléfonos incautados a Iurrebaso y Suárez, y hasta El País sale alborotado a matizarse a sí mismo y reconvenir a Del Olmo –¡Nene, eso no se toca, eso no se mira!– para que deje de fisgonear, probablemente será porque el hallazgo prueba que la agenda telefónica etarra conectaba directamente con el Gobierno, tres meses después del asesinato de dos obreros ecuatorianos en el atentado contra el aeropuerto de Madrid.
 
Los papeles de Iurrebaso, que iba a reunirse al día siguiente en Suiza con enviados de Zapatero –según L'Express– son apenas la portadilla del libro de las actas. Si tanta energía ponen en tapar esta simple hoja, ¿qué no habrá en el resto del tomo?

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