Menú

Kosovo, ¿hacia un nuevo Estado fallido?

El parlamento de Kosovo declaró la independencia unilateral el domingo 17 de febrero. El lunes, el primer ministro serbio, Vojislav Kostunica, llamaba a consultas al embajador en EEUU como muestra de su malestar por el reconocimiento estadounidense a lo que consideraba "el falso estado de Kosovo" y advertía que la medida se extendería en cadena contra los países que hicieran lo mismo.

LD (Rocío Colomer) La Unión Europea incapaz de mantener una postura común en política exterior se dividía entre los partidarios, los países grandes: Gran Bretaña, Francia, Alemania, e Italia y los contrarios, entre los que destacaba España. Nicolás Sarkozy, presidente de la República francesa, escribía ese mismo lunes por la noche una carta en la que reconocía Kosovo como "estado soberano e independiente".
 
Lo había intentado con anterioridad en 1991, pero sin éxito. Ese año, Albania fue el único país que aprobó la declaración unilateral de independencia. En esta ocasión, EEUU, la potencia mundial, y la Unión Europea, en su mayoría, dan carta de naturaleza a las aspiraciones secesionistas de sus autoridades creyendo que cuadrarán el círculo del estatus de la provincia. Kosovo es ya una nación-estado. Cerramos el problema, pero ¿creamos otro?
 
Examinando los argumentos que respaldan la declaración se encuentran fundamentalmente el de la voluntad popular, los kosovares eligieron un gobierno que llevaba en su programa la declaración de la independencia, pero sobre todo, el étnico, aluden a la mayoría albanesa (el noventa por ciento de la población es de ese origen), aunque queda fuera el histórico que en este caso beneficia claramente a la otra parte, Serbia.
 
En cualquier caso una vez que EEUU y la Unión Europea respaldan la declaración, Serbia queda de manos atadas pues no es probable que intente abrir un conflicto bélico como ya ocurriese en los noventa y que terminó en tres años de bombardeos por parte de las fuerzas estadounidenses en pro de los derechos humanos de los kosovares.
 
Que Kosovo sea reconocido y que no suponga un enfrentamiento militar entre estados a corto plazo no significa que sea una operación inocua, sin consecuencias. Existen graves déficits internos que se traduce en retos sustanciales que deberá superar si no quieren quedarse en lo que en términos de política exterior se conoce como Estado fallido y se considera como el principio de conflictos futuros.
 
El primer déficit es el institucional. Kosovo no tiene una estructura que permita armar el nuevo estado en una dimensión política, judicial o exterior por no nombrar los asuntos de seguridad y defensa. La gran misión de la Unión Europea (EULEX), con 1800 hombres entre expertos jurídicos; policías y funcionarios de aduana, acabará sustituyendo a la UNMIK impulsada por Naciones Unidas en 1999. Declarada la independencia lo más seguro es que el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, anuncie una retirada. Igualmente lo pecular es la necesidad de esta presencia externa.
 
Tensiones territoriales
 
El segundo es de orden político-territorial. Los estados que prosperan o lo hacen con mayor facilidad son aquellos que mantienen sus fronteras tranquilas. El riesgo a conflictos con los países vecinos, introduce una serie de incertidumbres políticas, económicas y sociales que pueden lastrar el despegue del país. Habrá que ver cómo supera Kosovo este reto teniendo en cuenta que Serbia no tiene ninguna intención en reconocer el estatus de la hasta ahora provincia. Y lo que es aún más directo: cómo lidiará la nueva nación con la minoría serbia del norte de Kosovo -que en esa parte del territorio es mayoría- que no reconoce el Gobierno de Pristina.
 
El tercero que está en conexión con el primero es el económico. Kosovo no realiza ninguna actividad económica que le permita sobrevivir por sí mismo. Tras la resolución 1.244, Kosovo se convirtió en un protectorado de Naciones Unidas aunque técnicamente seguía manteniendo el estatus de provincia, (no está demás recordar que la resolución garantizaba la integridad territorial de Serbia).
 
Los datos, en este punto, son escandalosos. Kosovo tiene unos índices de desempleo del cincuenta por ciento. Aún así, la Unión Europea ha destinado 2.000 millones de euros, cifra similar a la de Naciones Unidas, como bien precisa Valentí Puig en una reciente columna en ABC. No deja de ser paradójico como se ha visto arriba que un estado que se le da la independencia necesite de terceros para desarrollarse como tal.
 
Carácter Sui generis
 
Y todo esto sin nombrar el pernicioso efecto dominó que el caso de Kósovo puede provocar a lo ancho y largo del globo, extendiendo las tensiones territoriales. Pese al cuidado de la Unión Europea por subrayar el carácter sui generis de la provincia serbia candidatos a seguir el paradigma de Kosovo no faltan ni fuera ni dentro de Europa (por no citar a España).
 
Mira Milosevic, profesora del Instituto Universitario Ortega y Gasset y doctora en Estudios Europeos, señaló con acierto en una Tercera de ABC que nos encontramos frente a una situación en la que “Europa actúa contra sí misma. Alienta los nacionalismos irredentistas de sus países miembros y desmiente asi su rechazo a las sociedades étnicamente homogéneas y el odio la diferente”. Más claro cristalino.

Temas

En Internacional

    0
    comentarios