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Policías chinos buscan en Lasha casa por casa a opositores tibetanos

Wen Jiabao, primer ministro de China, ha confirmado que la dictadura comunista mantendrá cerrado para extranjeros, funcionarios, turistas y corresponsales, toda la región del Tíbet. En la única conferencia de prensa que concede al año con motivo del fin de la reunión anual de la Asamblea Popular Nacional, Jiabao, aseguró que las denuncias del Dalai Lama  sobre el genocidio cultural en la región "no son más que mentiras". En Lhasa, según informan grupos de exiliados, policías chinos están registrando casa por casa en busca de disidentes tras vencer el ultimátum concedido por Pekín para que los asistentes a las manifestaciones se entreguen.

Wen Jiabao, primer ministro de China, ha confirmado que la dictadura comunista mantendrá cerrado para extranjeros, funcionarios, turistas y corresponsales, toda la región del Tíbet. En la única conferencia de prensa que concede al año con motivo del fin de la reunión anual de la Asamblea Popular Nacional, Jiabao, aseguró que las denuncias del Dalai Lama  sobre el genocidio cultural en la región "no son más que mentiras". En Lhasa, según informan grupos de exiliados, policías chinos están registrando casa por casa en busca de disidentes tras vencer el ultimátum concedido por Pekín para que los asistentes a las manifestaciones se entreguen.
LD (Agencias) La emisora Radio Free Asia ha informado que la Policía de la dictadura china ha detenido a "cientos" de personas sospechosas, incluyendo antiguos presos políticos, de haber participado en las manifestaciones  y disturbios registrados durante el pasado fin de semana. Los agentes están efectuando en Lhasa una campaña de inspecciones puerta por puerta.
 
Los arrestos masivos han tenido lugar después de que venciera el ultimátum impuesto por el régimen de Pekín para que quienes participaron en los disturbios se entregaran. Las autoridades prometieron clemencia para los arrepentidos y castigos severos para rebeldes. El esfuerzo se concentró en la búsqueda de responsables, tanto en Lhasa como en las vecinas provincias de Sichuan, Gansu y Qinghai, donde también hubo protestas.
 
Asimismo, la organización no gubernamental Reporteros Sin Fronteras (RSF) condenó enérgicamente la prohibición de entrar en el Tíbet impuesta a los periodistas extranjeros. El Club de Corresponsales Extranjeros en China señaló que al menos veinticinco periodistas habían sido expulsados de la región tibetana a pesar de la promesa de las autoridades chinas de una apertura informativa coincidiendo con la celebración de los Juegos Olímpicos de Pekín.
 
El gobernador de la región autónoma del Tíbet, Qiangba Puncog, aseguró que China se limitó a "defender la estabilidad social y el sistema legal y a salvaguardar los intereses fundamentales del pueblo chino". En la misma línea, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Liu Jianchao, denunció la "hipocresía" del Dalai Lama, que "proclama la paz y la no violencia" mientras no condena los ataques a las embajadas chinas en el mundo.
 
En Pekín, durante la única conferencia de prensa que al año ofrece el primer ministro, Wen Jiabao, coincidiendo con el fin de la reunión anual del parlamento chino, la Asamblea Popular Nacional, dijo que el "genocidio cultural" en el Tíbet denunciado por el Dalai Lama "no son más que mentiras". Explicó que "la situación en Lhasa está regresando básicamente a la normalidad. Lhasa volverá a ser abierta, y seguramente consideremos la posibilidad de que los periodistas extranjeros viajen hasta allá para ver lo que ocurre".
 
Las protestas en el Tíbet empezaron el pasado 10 de marzo, cuando monjes salieron a la calle para recordar el 49 aniversario del levantamiento que obligó al Dalai Lama a exiliarse. Muchos tibetanos se sumaron también por la marginación que sufren en el desarrollo económico y una subida imparable de los precios. De momento, las autoridades chinas reconocen trece muertos durante la revuelta, aunque el Gobierno tibetano en el exilio eleva la cifra hasta el centenar.

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