LD (Agencias) En su última edición, el periódico El Mundo difunde una entrevista con un terrorista de las FARC, identificado sólo como "Camilo", que junto con otras diecinueve personas –tres de ellas mujeres– recibieron durante doce días, en julio de 2007, un curso sobre manejo y confección de explosivos. Los instructores eran dos terroristas de ETA.
En la entrevista, "Camilo", que al parecer dejó las armas en septiembre del año pasado, explica que las dos organizaciones terroristas mantienen un vínculo: ETA imparte formaciones en explosivos y las FARC les pagan por ello. La colaboración, añade, se extiende al narcotráfico puesto que los etarras ayudan a los colombianos a introducir en España cargamentos de cocaína y el dinero que genera.
Como parte del entrenamiento, explica "Camilo", los etarras "nos hablan de política, que ellos tienen una lucha de independencia". Pero, confiesa, a él lo que más le interesaba eran los explosivos. "Nos enseñaron a manejar el C-4, un explosivo que en Venezuela se puede conseguir porque se emplea en los trabajos petroleros. La ventaja es que ya no necesitamos utilizar cien kilos de dinamita, sino que es suficiente con cinco de C-4. Ahorramos esfuerzos y los camuflamos mejor. Cuando terminamos el taller, me sentía con capacidad de montar una bomba".
En los últimos años, de acuerdo con informes de la Policía y el Ejército de Colombia, los miembros de las FARC han pasado de utilizar en sus atentados dinamita con mecha lenta a detonadores en pequeñas bombas de gran potencia. Informes de los servicios de inteligencia de Bogotá consideran que ese "salto" se ha dado gracias a los terroristas de ETA.
Según el reportaje de El Mundo, "Camilo" explica que el curso se impartió en una finca "expropiada" por las FARC. La propiedad, a cuyo dueño le exigieron el pago de trescientos millones de bolívares, se encuentra cerca de la localidad de Guadalito, en el estado venezolano de Apure, fronterizo con Colombia. "Teníamos una pista para explosivos y lanzamiento de granadas. Los dos de ETA se quedaban a veces a dormir y conversar con nuestros comandantes, Arnobis y Nicolás Pizarro, pero por lo general dormían en la casa. Martín Capa era bromista, charlatán. Decía que habían formado a mucha gente con buenos resultados. Y cierto que tenía buen conocimiento. Montaba un explosivo y decía: va a estallar en cinco segundos, y detonaba sincronizado".
"Camilo" recuerda que el sonido provocado por las bombas no era problema porque la Policía venezolana no les molestaba. Incluso, asegura que con la Guardia Nacional hay una especie de pacto: "Nosotros nos movilizamos por la zona fronteriza y ellos tienen la orden de no molestar". Una muestra de la colaboración, relata, es que a "Martín Capa" le recogió un capitán de la Policía venezolana cuando terminó de impartir el curso para llevarle al siguiente campamento donde debería dar más instrucción.