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L D (Luis del Pino) La Primera Guerra de Irak se inició el 2 de agosto de 1990, como respuesta a la invasión de Kuwait por parte del ejército de Sadam Hussein.
 
Una coalición de 34 naciones, encabezada por Estados Unidos y con la aprobación de la ONU, tomó a su cargo la tarea de expulsar a los iraquíes de Kuwait, agrupando en el área cerca de un millón de hombres. Durante muchos meses, las actividades bélicas se centraron en la destrucción de la infraestructura militar y civil de Irak mediante ataques aéreos, como paso previo a la ofensiva terrestre.
 
Las operaciones en tierra dieron comienzo el 24 de febrero de 1991 y duraron menos de 100 horas, el tiempo que se tardó en desalojar de Kuwait a las maltrechas tropas de Sadam Hussein. El 28 de febrero, el ejército de la coalición decretó un alto el fuego, tras el cual se celebró una conferencia de paz en territorio iraquí.
 
Como consecuencia de la guerra, se aprobaron una serie de restricciones de las actividades del ejército iraquí, incluyendo la prohibición de vuelos militares en ciertas zonas de su propio territorio. La ONU también aprobó un paquete de sanciones económicas, fundamentalmente destinadas a evitar el rearme iraquí y a compensar a Kuwait por las pérdidas sufridas a consecuencia de la ocupación. El primer paquete de sanciones fue aprobado por Naciones Unidas el 6 de agosto de 1990, cuatro días después de iniciadas las hostilidades.
 
Quien más sufrió los efectos tanto de la guerra, como de las sanciones económicas posteriores, fue lógicamente la población civil. Las restricciones a la exportación de petróleo de Irak venían a agravar una situación ya complicada, debido a la destrucción de las infraestructuras civiles iraquíes durante la guerra.
 
Como consecuencia, el 15 de agosto de 1991 la ONU aprobaba una resolución que autorizaba a Irak a exportar petróleo a cambio de bienes y servicios de primera necesidad que sirvieran para aliviar los sufrimientos de la población civil. Ese programa recibió el nombre de "Petróleo por alimentos".
 
Petróleo por alimentos
 
Inicialmente, las sanciones hubieran debido levantarse en un plazo no muy largo, pero el régimen de Sadam Hussein comenzó a poner obstáculos a las inspecciones destinadas a verificar la inexistencia de armas químicas y la congelación del programa nuclear iraquí, de modo que las sanciones se fueron prolongando en el tiempo y, como consecuencia, también se fue prolongando en el tiempo el programa "Petróleo por alimentos", que sólo terminaría con el estallido de la segunda guerra de Irak, en 2003.
 
La resolución 712 de la ONU (19 de septiembre de 1991) autorizaba a Irak a vender petróleo puntualmente por valor de 1600 millones de dólares para financiar la compra de alimentos para la población civil. Posteriormente, la iniciativa "Petróleo por alimentos" se transformaría en un programa continuado de intercambio, con la aprobación de la resolución 986 de la ONU, que autorizaba a Irak a vender crudo por valor de 5200 millones de dólares cada semestre, a cambio de bienes y servicios de primera necesidad.
 
En conjunto, entre 1991 y 2003, el programa "Petróleo por alimentos" representó un montante total de más de 60.000 millones de dólares, supuestamente destinados a que Irak comprara comida, medicamentos y otros suministros humanitarios. Los contratos de suministro estaban sujetos a una serie de inspecciones, destinadas a verificar que los bienes y servicios suministrados no violaran los términos del embargo de Naciones Unidas. Así, por ejemplo, se prohibía la exportación a Irak de equipamiento electrónico que fuera susceptible de un doble uso civil y militar, para evitar que las autoridades iraquíes desviaran a su programa de armamento equipos que estaban destinados exclusivamente a mejorar el nivel de vida de la población iraquí.
 
Una orgía de corrupción
 
En teoría, el programa "Petróleo por alimentos" era una loable iniciativa de la ONU para aliviar las penurias de la sociedad iraquí. Pero en la práctica, todo el programa terminó convirtiéndose en una orgía de corrupción, en la que las comisiones, mordidas y sobornos estaban a la orden del día y en la que funcionarios iraquíes, funcionarios de Naciones Unidas, funcionarios de diversos gobiernos, numerosas empresas suministradoras de bienes y servicios, diversas compañías petrolíferas, periodistas y políticos de distintos países y no pocas ONGs, se embolsaron auténticas fortunas de manera irregular, sin que los iraquíes vieran un alivio significativo de su situación.
 
En lugar de usar el programa para garantizar el abastecimiento de la población, los dirigentes iraquíes lo emplearon para enriquecerse de forma extraordinaria y para alimentar una maquinaria propagandística que puso en marcha una campaña perfectamente orquestada para defender al régimen de Sadam de las presiones de la ONU y del gobierno americano.
 
Los mecanismos utilizados para alimentar la máquina de la corrupción y la propaganda eran variados. Para empezar, la propia concesión de los contratos requería la aprobación de las autoridades iraquíes, con lo que éstas usaban esa potestad para favorecer en muchos casos a personas vinculadas a organizaciones dispuestas a participar en la campaña contra las sanciones impuestas por la ONU.
 
En segundo lugar, las autoridades iraquíes incrementaban artificialmente entre un 5 y un 10 por ciento el valor de los bienes y servicios adquiridos. Por ejemplo, si una empresa estaba dispuesta a entregar una determinada remesa de material a un precio unitario de 100 dólares, las autoridades iraquíes exigían que el precio unitario se fijara a 110. Las empresas suministradoras tenían luego que entregar por debajo de la mesa ese sobreprecio de 10 dólares por unidad, como comisión para los funcionarios y el gobierno iraquíes.
 
En tercer lugar, los iraquíes entregaban el petróleo a un precio inferior al de mercado, lo que incrementaba las ganancias de los adjudicatarios de los contratos, que podían revender el crudo con márgenes mayores. Pero una parte de esa ganancia extra volvía, de nuevo, a los bolsillos de los funcionarios iraquíes en forma de comisiones.
 
La ONU trató de implementar una serie de medidas de control para evitar ese tipo de abusos, pero lo único que se consiguió es que funcionarios de la ONU y de algunos gobiernos entraran en la rueda de la corrupción, aceptando sobornos a cambio de agilizar las inspecciones de los contratos.
 
Se calcula que entre 1996 y 2003, año en que se canceló el programa, las comisiones y sobreprecios repartidos superaron los 1.800 millones de dólares.
 
Evidentemente, no todas las empresas, personas y organizaciones participantes en el programa se lucraron de manera irregular, pero la corrupción estaba tan generalizada que, cuando saltó el escándalo en 2004, numerosas empresas, funcionarios, políticos y ONGs de diversos países fueron sometidos a investigación parlamentaria o judicial por su actuación irregular a lo largo del programa "Petróleo por alimentos".
 
La participación española
 
Fueron numerosas las empresas españolas que participaron en el programa. Las adjudicaciones totales a empresas de nuestro país fueron de cerca de 400 millones de dólares entre 1997 y 2001, aunque muchos de esos contratos nunca llegarían a materializarse, al ser rechazados por los organismos de control de la ONU.
 
Entre las empresas españolas participantes había compañías de renombre, que ofertaban sus bienes y servicios a los iraquíes igual que lo hacían en cualquier otro mercado potencial. Pero junto a ellas acudieron al programa otras muchas empresas creadas específicamente para aprovechar la oportunidad de negocio que el programa "Petróleo por alimentos" representaba.
 
Para conseguir los contratos era necesario disponer de una buena capacidad comercial o de unos excelentes contactos políticos, tanto en Irak (para lograr la adjudicación) como en España (para vencer los numerosos obstáculos administrativos). De modo que no es de extrañar que varias de esas empresas adjudicatarias de nueva creación no fueran otra cosa que empresas creadas por personas que disponían de los contactos políticos necesarios para conseguir los contratos y estaban dispuestas a explotarlos.
 
Ése es el caso, por ejemplo, de la empresa Gestiones Hispano Árabes Export Import S.L.
 
Gestiones Hispano-Árabes
 
En el capítulo anterior de la serie de "Los enigmas del 11-M" veíamos que la suegra de Jamal Ahmidan estuvo conviviendo con un libanés llamado Radwan Nazih, a cuyo nombre estaba, según los informes policiales, el seguro de uno de los coches con los que supuestamente se transportaron los explosivos del 11-M.
 
Veíamos también que la suegra de Jamal Ahmidan puso en marcha, junto con Radwan Nazih, una empresa denominada Eurolibanesa, dedicada a la hostelería y los comercios de alimentación.
 
Pero ésa no es la única empresa que fundó Radwan Nazih. Creó varias otras, alguna de las cuales resulta especialmente interesante.
 
Concretamente, el 15 de marzo de 1999, Radwan Nazih constituyó, en compañía de otros dos socios, la empresa Gestiones Hispano Árabes Export Import S.L., con domicilio en la Planta 16 de la Plaza de Colón 2, Torre 2, de Madrid.
 
El objeto de la empresa, según consta en los estatutos de la sociedad, era "fomentar el comercio entre España y Países Árabes; la importación y exportación de bienes de equipo; la prestación de servicios de intermediación; el suministro de maquinaria, productos farmacéuticos y bienes de equipo; y la compra y venta de inmuebles".
 
En la práctica, para lo que la empresa se constituyó fue para participar en el programa "Petróleo por alimentos", aprovechando los contactos de los que disponía una de las amistades de Radwan. En concreto, Radwan Nazih montó la empresa por sugerencia de un médico iraquí amigo suyo afincado en España, que no participaba, al menos directamente, en el accionariado de la empresa. Ese amigo de Radwan era miembro del Partido Baaz de Sadam Hussein y contaba, por tanto, con los contactos políticos necesarios dentro del régimen iraquí para intentar conseguir las adjudicaciones necesarias. En paralelo, ese médico estaba ligado a la organización "Campaña por el Levantamiento de las Sanciones a Irak", una plataforma promovida por el Comité de Solidaridad con la Causa Arabe.
 
Como socio capitalista, se incorporó al proyecto un empresario español con intereses en diversos sectores de negocio.
 
Fueron numerosos los viajes a Irak realizados por Radwan y por sus socios españoles, durante los cuales tuvieron la oportunidad de entrevistarse con varios ministros del gobierno de Sadam. Esos viajes, similares a los que otros muchos empresarios españoles realizaron por las mismas fechas, terminaron rindiendo sus frutos y la empresa conseguiría finalmente dos contratos dentro del programa "Petróleo por alimentos": el primero de ellos fue adjudicado en enero de 2000 y tenía por objeto el suministro de cables de acero, por un importe total de 236.000 dólares. El segundo de los contratos de Gestiones Hispano Árabes se adjudicó en agosto de ese mismo año, y su objeto era suministrar equipos médicos por un valor total de algo más de 526.000 dólares. Tan prometedores parecían las perspectivas, que el socio capitalista español llegó a alquilar un piso en Bagdad, en el que poder alojarse durante los muchos viajes que hubo que realizar a la capital de Irak.
 
El negocio, sin embargo, no salió como se esperaba. La aventura iraquí de Radwan y de sus socios españoles se saldó con un fracaso, ya que uno de los dos contratos conseguidos fue puesto en cuarentena por las autoridades norteamericanas (a la espera de analizar el posible doble uso del material médico que se pretendía suministrar) y del otro sólo se llegó a realizar una primera entrega, que al parecer nunca se cobró, por las dificultades encontradas a la hora de colocar entre las petroleras españolas la cuota de petróleo asignada.
 
Sea como fuere, el caso es que la segunda guerra de Irak puso fin a las actividades no sólo de Gestiones Hispano Árabes, sino de otras muchas empresas similares que trataron de beneficiarse (por supuesto que no todas ilegalmente) de los contratos surgidos de un programa de cooperación que acabó convirtiéndose en uno de los mayores escándalos de la historia de Naciones Unidas.
 
Los contactos de Radwan
 
El nombre completo de Radwan era Rached Radwan Mohamed Nazih. Estaba divorciado de una mujer siria que trabajaba en la embajada de ese país y con la que tenía un hijo que vive en España.
 
Quien aportaba los contactos con el régimen de Sadam era el amigo iraquí de Radwan, como ya hemos dicho. Pero Radwan Nazih aportaba, además, otro tipo de contactos también importante: el enlace con los servicios de información españoles.
 
Porque Radwan Nazih era colaborador de la Policía desde hacía mucho tiempo, desde mucho antes de montar la empresa Eurolibanesa con la suegra de Jamal. Tenía unas excelentes relaciones con varios miembros de la famosa (y extinta) Brigada de Interior que dirigiera el comisario Alberto Elías, los cuales acudían frecuentemente a tomar una copa a uno de los locales que Radwan regentaba en un pasaje cercano a la C/ Leganitos. Y fue a esos miembros de la Brigada de Interior a los que se ofreció como informante bastante antes de que el terrorismo de carácter islámico pasara a primer plano de la actualidad en todo el mundo.
 
Cuando Radwan y la suegra de Jamal Ahmidan abrieron otro restaurante cerca de la Plaza de Juan Pujol, varios de sus amigos de la Policía continuaron frecuentando el nuevo local. Y la amistad que tenían con Radwan se amplió a la suegra de Jamal, que entabló una buena relación con algunos de ellos. Entre esos amigos, que la apodaban cariñosamente "la zamorana", estaba, por ejemplo, un miembro del CNP que protagonizó en su día alguna noticia en relación con las investigaciones derivadas del asesinato del dirigente batasuno Josu Muguruza.
 
Cuando, más adelante, Radwan Nazih y sus socios españoles iniciaron su aventura iraquí, los servicios de información españoles estuvieron puntualmente informados de la puesta en marcha de la empresa y de las vicisitudes por las que ésta fue pasando. De hecho, algún miembro de los servicios de información españoles viajó a Bagdad en un par de ocasiones con Radwan Nazih y su socio capitalista español.
 
No era nada poco habitual. Muchos servicios de información occidentales aprovechaban, cuando no fomentaban directamente, los contratos del programa "Petróleo por alimentos" para tener la oportunidad de recabar sobre el terreno información sobre la situación interna de Irak.
 
Jamal Ahmidan
 
Como vemos, tanto Radwan Nazih como su compañera sentimental (la suegra de Jamal Ahmidan) tenían excelentes relaciones con los servicios policiales.
 
Por otro lado, los datos dispersos en el propio sumario acreditan que existió a lo largo de los años una estrecha relación de Jamal Ahmidan tanto con su suegra como con Radwan Nazih:
 
Entre mayo y noviembre de 1996, Jamal Ahmidan fue detenido en cuatro ocasiones con la falsa identidad de Ahmed Ajon y las reseñas policiales dicen que su domicilio era la C/ Corredera Baja de San Pablo 22. Precisamente ése es el domicilio que consta para Radwan Nazih en las escrituras de constitución de una de sus empresas, fundada en junio de 1996. Jamal Ahmidan y él compartían, por tanto, domicilio en aquella época.
 
En agosto de 1998, la suegra de Jamal Ahmidan compró el vehículo Opel Astra azul por cuenta, según su propia declaración, de Jamal Ahmidan. Ignoramos quién contrató los primeros dos años de seguro, pero en agosto de 2000, Radwan Nazih suscribió el seguro para ese coche de Jamal, seguro que continuaría pagando hasta 2003.
 
En consecuencia, la pregunta que cabe hacerse es muy sencilla: ¿es creíble la historia de que Jamal Ahmidan, a quien le unía una estrecha relación con un colaborador de la Policía y que era yerno de una mujer con excelentes relaciones dentro de la Policía, pudiera montar el operativo del 11-M sin que la Policía española se enterara?
 
La historia que nos contaron es que Jamal Ahmidan fue radicalizándose en los meses previos al 11-M, transformándose de delincuente común en terrorista en potencia, sin que su familia española pudiera hacer nada por evitar la tragedia que se avecinaba. Pera esa historia no se sostiene. No es creíble, por ejemplo, que alguien que contaba con buenos amigos dentro de los servicios de información policiales no diera el más mínimo aviso al ver que su yerno frecuentaba a radicales islámicos; aunque solo fuera por proteger a su hija de las posibles consecuencias, la suegra de Jamal Ahmidan habría comentado con alguno de sus amigos policías la extraña conducta del padre de su nieto.
 
Y, si ella no hubiera comentado nada, alguien la habría venido a preguntar. Recordemos que el 1 de octubre de 2003, otro de los suicidas de Leganés (El Tunecino) fue visto dentro de ese coche Opel Astra azul propiedad de la suegra de Jamal y cuyo seguro estaba a nombre de Radwan Nazih. ¿Nadie en la Policía se puso en contacto con esas dos personas que tenían excelentes contactos entre los servicios policiales, para preguntarles qué hacía su coche en poder de un individuo investigado por su posible radicalismo?
 
Cuanto más profundizamos en la investigación de la figura de Jamal Ahmidan, más interrogantes surgen que permiten poner en duda nuevos aspectos de la versión oficial de la masacre de Madrid. Ni Jamal Ahmidan parece ser quien nos dicen que era, ni su historia cuadra con determinados episodios que nos contaron (como el de la estancia en una cárcel marroquí).
 
¿Qué parte de la historia de Jamal es real y qué parte corresponde a una simple cortina de humo? ¿Qué otras partes de la historia de Jamal nos han ocultado? ¿Qué papel real juega en toda la trama la supuesta familia española de Jamal?

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