El 13 de abril conmemoramos el cumpleaños del hombre que unió a las colonias americanas con sólo pergamino y tinta. Al recordar el legado de Thomas Jefferson, conmemoramos el documento que encarna los principios de América.
A sus treinta y tres años, Thomas Jefferson aceptó el desafío de escribir la Declaración de Independencia. John Adams insistió en que Jefferson era el hombre para ese trabajo, porque según el mismo Adams reconocía: "Yo soy desagradable, sospechoso e impopular... [y] Ud. puede escribir diez veces mejor que yo". Muchos delegados se preguntaban si los colonos podrían unirse para defenderse de Gran Bretaña. Esa unidad sería posible con la correcta declaración de intenciones. En la Declaración de Independencia, Jefferson armonizó las voces disidentes que resonaban a lo largo y ancho de las colonias. Las verdades evidentes retumbaron desde los pantanos de Charleston hasta los puertos de Connecticut.
Jefferson no sólo unió a los colonos sino que dio a las futuras generaciones una visión clara del propósito del Gobierno. Los delegados de Filadelfia se sentían identificados con la sucinta declaración de principios escrita por Jefferson al tiempo que diseñaban un nuevo gobierno constitucional. Los principios proclamados en la Declaración de Independencia y promulgados por la Constitución todavía nos definen como nación y nos inspiran como pueblo.
Jefferson posee un impresionante currículum –que incluye: gobernador de Virginia, embajador en Francia, secretario de Estado y presidente de Estados Unidos–. Pero, como dice en su lápida, la Declaración de Independencia es su más grande legado. Quizás la naturaleza sabía el apego al pergamino que tenía Jefferson ya que para el 50º aniversario de la Declaración, murió proclamando: "¡Es el 4 [de julio]!".