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Adrián Ravier

Ponzi, Madoff y Estados Unidos

Desde 1971, cuando Nixon declaró la inconvertibilidad del dólar con el oro, el único respaldo que le quedó a las diversas monedas fue la confianza. Si ésta se debilita, la divisa se hunde.

El esquema de venta piramidal desarrollado por Carlos Ponzi ha sido practicado por sucesivos gobiernos y empresas a lo largo de la historia, y como es natural siempre ha tenido un pésimo desenlace.

En la década de los 90, la economía argentina implementó este mismo sistema duplicando su deuda pública y admitiendo que el pago de los intereses de dicha deuda sólo podría mantenerse en la medida en que los inversores extranjeros siguieran adquiriendo nuevas emisiones de deuda. Pero cuando tales acreedores (como los organismos internacionales de crédito o incluso el Gobierno español) desistieron de continuar financiándola, el país experimentó la depresión más larga y más profunda de todo el siglo: impagó la deuda, confiscó los depósitos (corralito)...

Como correctamente explica Juan Ramón Rallo, el caso Madoff no fue diferente. Ofrecía una alta rentabilidad a los inversores, pero para poder pagarla necesitaba que otros inversores entraran en su fondo. Cuando la Reserva Federal elevó los tipos de interés y dejó a la economía sin liquidez, muchos inversores decidieron retirar su dinero del fondo y, como era de esperar, quebró.

La economía norteamericana sigue un camino similar. Su deuda pública la financian los inversores internacionales que buscan la seguridad que históricamente la ha caracterizado. Financiada principalmente por los gobiernos de Japón y China, Estados Unidos ha iniciado guerras y proyectos enormes de gasto que hoy agravan su crisis. Al enorme volumen de deuda pública también debemos añadir la emisión de dólares que realiza la Reserva Federal (ya que cuando lo hace para satisfacer la demanda extranjera de billetes verdes, es como si emitiera nueva deuda).

Que tal sistema continúe en pie depende de que los agentes económicos sigan demandando los dólares como moneda de referencia. Sin embargo, es de esperar que esto no ocurra por mucho tiempo. Por un lado, el sistema ya no es rentable. El tipo de interés de referencia está en el 0% y si finalmente hubiera inflación, incluso podría ser negativo en términos reales.

Por otro lado, el sistema tampoco es seguro, si consideramos que sucesivos acreedores han manifestado el deseo de dejar de financiarlo. Primero tenemos a China quien ha advertido de que no comprará la deuda pública americana de manera indefinida. Después a Japón, quien se ha desprendido de sus activos en dólares.

Y ahora se han sumado los países del Golfo (Arabia Saudita, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Qatar y Omán), quienes acumulan el 40% de las reservas de petróleo del mundo y han decidido abandonar el dólar como moneda de referencia y crear una divisa única para su bloque económico. Los interrogantes que algunos planteamos en 2006 hoy suenan con mayor intensidad.

Desde 1971, cuando Nixon declaró la inconvertibilidad del dólar con el oro, el único respaldo que le quedó a las diversas monedas fue la confianza. Si ésta se debilita, la divisa se hunde. Y si se abandona el dólar como moneda de referencia, se podría experimentar un cambio en el orden económico mundial.

En los últimos meses la libra se ha devaluado con respecto del euro. La paridad uno a uno está cada vez más cerca, lo que hace posible pensar en una integración entre estas dos monedas. Es la oportunidad del euro (quizás junto con la libra) de fortalecerse, desplazar al dólar y recuperar un rol central en la economía mundial, aunque para ello el Banco Central Europeo deberá evitar seguir las políticas que la Fed viene desarrollando y tomar medidas de libre mercado en materia monetaria, terminando con cualquier tentación de discrecionalidad.

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