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Agapito Maestre

Construyendo el futuro

El País tiene aún capacidad suficiente para autocriticarse; seguramente, a pesar del sectarismo socialista que su línea editorial refleja, es uno de los periódicos más autocríticos de la prensa española.

El País sigue siendo un gran periódico. Yo lo sigo leyendo. Es menester visitarlo para enterarse de lo que pasa en España y el mundo. Ayer celebró su 35º Aniversario publicando un número especial titulado Construyendo el futuro. Esta cargado de publicidad. Lo tengo encima de la mesa y espero leerlo despacito. Me interesa saber sus diagnósticos y prospectivas en todos los ámbitos, aunque reconozco que me preocupa sobre todo su especial manera de concebirse a sí mismo y, de paso, cómo puede evolucionar ante las posibilidades que ofrece la tecnología digital en Internet.

Sobre estos últimos asuntos apenas se dice nada que no sean lugares comunes, tópicos y frases hechas acerca de que caminamos hacia un modelo de prensa híbrido, con más digital y menos impresa. Tampoco parece muy relevante decir que "la irrupción de la plataforma Wikileaks abre nuevas expectativas para los medios entendidos como contrapoder", entre otras razones, porque eso significaría que el verdadero trabajo del periodista, a saber, contextualizar críticamente la noticia, desaparecería ante el poder revelador de unas noticias conseguidas por vías ilegales.

En cualquier caso, este periódico tiene aún capacidad suficiente para autocriticarse; seguramente, a pesar del sectarismo socialista que su línea editorial refleja, es uno de los periódicos más autocríticos de la prensa española. Eso no significa que yo justifique su coherencia, su sectaria y brutal manera de darle coherencia a todas las secciones del periódico. El periodismo de El País, profundamente influido por el periodismo de combate contra el franquismo de la revista Triunfo, funciona como un bloque monolítico, apenas hay incoherencias, contradicciones y discusiones entre las diferentes secciones del periódico.

He ahí el principal problema para evolucionar hacia una línea radicalmente ilustrada, es decir, de capaz de autocriticarse hasta reconocer que uno puede compartir la línea económica del periódico pero no la cultural. El País sigue pensando en términos de combate, o sea, es menester que todo el mundo comparta a la vez su línea cultural, económica, social y política. Esta forma de exagerar la coherencia limita, obviamente, con las posiciones totalitarias de la prensa de partido.

Eso es, naturalmente, grave; pero, en mi opinión, es aún más grave no haberse tomado en serio el concepto liberal de nación española que, dicho sea paso, fue el principal pretexto, o mejor, objetivo para la aparición de este periódico hace 35 años. El desprecio que ha mostrado este periódico por la nación española tiene su reflejo en la contradicción que recoge la página 60 de este número especial: por un lado, se reconoce en la información que "la pérdida de protagonismo de la banda ETA deja una sociedad degradada moralmente por el apoyo social a la violencia"; pero, por otro lado, su periodista estrella y amigo de Zapatero, Luis R. Aizpeolea, en la misma página, mantiene que ha sido gracias al compromiso democrático de la sociedad vasca que ETA está siendo reducida. Aclárense, hombre, ¿o la sociedad vasca está degradada moralmente o es una sociedad entregada a la causa democrática? Seguiremos.

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