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Agapito Maestre

Corrupción moral

La corrupción no es un asunto de unos cuantos. Es consustancial a un sistema corrupto: la "democracia" española.

Las declaraciones de Bono sobre la corrupción dan miedo. Este hombre tiene voluntad de negar la evidencia, o sea, que la casta política roba, roba y roba sin ningún tipo de limitación. Las últimas detenciones de políticos corruptos en Cataluña son sólo unos alevosos ejemplos de la corrupción institucionalizada. El problema es hondo; no se trata de que las "elites", en general, de la vida pública española no sean modelo de nada virtuoso o parecido; por el contrario, son el paradigma de la corrupción económica, judicial y social. De la corrupción.

Hay, sin embargo, un tipo de corrupción moral e ideológica que empieza a desarrollarse como un virus terrible por todos los rincones de los medios de comunicación. Es una corrupción encubridora de la maldad corrupta que asola el sistema político español. Su última y más refinada expresión está representada, reitero, por las declaraciones de gentes como Bono, presidente de las Cortes españolas, quitándole importancia a la corrupción, o peor, reduciéndola a pequeños grupos de políticos vinculados a tramas financieras de carácter mafioso.

Mientras que la opinión de Bono esté generalizada –y doy fe de que son cientos de políticos y, por supuesto, de periodistas y creadores de opinión, que mantienen cínica o estultamente que la corrupción no afecta al sistema, sino que es sólo un asunto menor que crea pequeñas disfuncionalidades en la maquinaría democrática–, nunca se atajará la corrupción. Declaraciones melifluas a lo Bono seguirán siendo las principales coartadas, por decirlo suavemente, para que la casta política siga robando sin más límite que el ampliar el círculo del robo.

La corrupción moral, intelectual, en fin, ideológica es, sin duda alguna, infinitamente más dañina que el resto de corrupciones, porque evita hacerse cargo de lo que está a la vista, y además ha sido investigado por la ciencia política más sobresaliente, a saber, la corrupción en las democracias débiles, como la española, funciona como un metasistema imprescindible y necesario para el desarrollo del, aparentemente democrático, sistema político.

La corrupción no es un asunto de unos cuantos. Es consustancial a un sistema corrupto: la "democracia" española. Partidos, parlamentos e instituciones políticas están corroídos por la corrupción. La corrupción es de tal magnitud en España que, hoy por hoy, no hay mecanismos políticos capaces ni de controlarla ni de reducirla. Tampoco la apelación a la justicia o a la autolimitación moral de quienes se dedican a la política, en mi opinión, sirven para algo más que un sencillo placebo que les permite sobrevivir en la corrupción sin creerse corruptos. Eso es todo.

En España

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