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Agapito Maestre

EEUU y Rajoy

No creo que la nueva Administración norteamericana esté preocupada por las declaraciones de Rajoy contra las medidas adoptadas por Trump.

No creo que la nueva Administración norteamericana esté preocupada por las declaraciones de Rajoy contra las medidas sobre el control de fronteras adoptadas por Trump. Sospecho que ni siquiera le preocupa la torrentera de quejas y jeremiadas vertidas en los últimos días por unos líderes europeos, que casi son desconocidos para la inmensa mayoría de la población europea, contra Donald Trump. ¿O alguien sabría decir quién es el jefe del Consejo Europeo? Más aún, creen que existen muchos ciudadanos en Europa que sepan qué es el Consejo Europeo. ¿Es un organismo internacional o ultranacional? ¡Quién sabe! Me temo lo peor. Ni nadie sabe qué es exactamente la UE ni a Trump le preocupa demasiado lo que digan unos dirigentes políticos desconocidos incluso en sus naciones. Esas dos negaciones jamás se convertirán en una afirmación. Es la tragedia de la UE.

Habrá que repetir, insistir y reiterar incluso hasta hacernos pesados que el mayor fracaso de la UE es no haberse hecho creíble para sus propios ciudadanos. Los dirigentes políticos europeos han fracasado a la hora de explicar las bondades y sacrificios de la Unión. Por eso, para que nadie se llame a engaño, habrá que recordar cosas muy elementales y sencillas sobre el fracaso de la UE. Sí, querido lector, porque la capacidad de autoengaño es infinita entre los humanos, especialmente si han nacido en Europa y se han maleducado en el idealismo alemán y el racionalismo francés, es menester insistir en asuntos de hechos, que se convierten fácilmente en grande verdades. Toda vez que nadie puede cambiarlos. Sí, querido lector, repitamos que, más allá de los deseos utópicos sobre un futuro Estado Supranacional, hoy por hoy, Europa no es, por desgracia, creíble para sus propios ciudadanos, porque no sabemos quién ejerce el poder.

El surgimiento de Trump ha venido a recordarnos que hemos perdido, en los últimos lustros, cien oportunidades para construir un Estado Europeo. Nadie sabe muy bien cuál es el vínculo, el poder político, que une a la UE. El dominante afán de beneficio y rapiña de cada uno de sus socios ha desvirtuado el propio ideal de una Europa Unida, que no era otro, como manifestó Ortega y Gasset, que superar las identidades nacionales como forma más perfecta de vida colectiva. Eran certeros el diagnóstico y el pronóstico del filósofo español, uno de los más grandes padres espirituales de una Europa unida, ofrecido en pleno proceso de reconstrucción de Europa, después de la Segunda Guerra Mundial, en un Berlín dividido en cuatro zonas. Entonces como ahora, los máximos responsables, en realidad, culpables de no haber conseguido ese salto cualitativo en la política mundial, es decir, transitar del Estado-Nación al Estado Supranacional tuvo un nombre: "las minorías políticas dirigentes". Tampoco en esto se equivocó Ortega y Gasset.

La baja calidad de los dirigentes políticos no han conseguido hacer creíble la UE para sus propios ciudadanos. Han sido incapaces de hacerse cargo y explicar a la ciudadanía los problemas y las ventajas de un proceso, sin duda alguna apasionante, que debería habernos conducido a los europeos desde las nacionalidades clásicas a una identidad colectiva de carácter supranacional. Por desgracia, ese proceso está estancado hace más dos décadas, paradójicamente, por una casta política cada vez más envilecida y degenerada por los falsos apetitos de las masas. Nuestros políticos quieren ser dirigidos antes que dirigentes. Nada han hecho, salvo esconderse en Convenios Internacionales jamás ratificados de modo contundente por las poblaciones, por crear nuevas formas de identidad política y, además, han deteriorado, cuando no destruido, identidades colectivas de carácter nacional, que parecían fuertes y seguras.

Y ahora, cuando llega Trump y dice que no quiere negociar con la UE sino con cada uno de sus socios, se ponen todos muy nerviosos. Es para estarlo. Imagínense que EEUU elige a Marruecos, en vez de España, como socio prioritario en el sur de Europa y norte de África. No es necesario que les exprese y justifique mi desazón ante esa cuestión, que requiere una respuesta urgente de todos los actores políticos de España, especialmente de su gobierno… Sin embargo, ante ese dramático escenario que pudiera plantearse más pronto que tarde, va el presidente de Gobierno de España y, en vez de callarse como acostumbra, eleva la voz y se une al coro de artistas y moralistas contra Trump. Terrible. La audacia de este señor podríamos pagarla todos los españoles.

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