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Agapito Maestre

El efímero cine

Mientras dura la proyección de cualquiera de sus películas, nos sentimos dentro de su mundo, de su cine, al igual que en el de la realidad que nos rodea. Ese sentimiento de pertenencia a un mundo humano recorre todo el cine de Garci.

Estoy saturado de perversiones políticas y tertulias amañadas en los medios de comunicación. Esta tarde me refugio en la lectura y les doy razón del último libro de Garci. Aunque se trata de una obra aparentemente inocente, no se fíen, prepárense para recibir alguna descarga eléctrica, porque está llena de sutilezas e intrigas. Está tan repleta de imaginación como de vivencias. El título del libro es Entrevistas (Notorius). Desde el punto de vista literario, el último capítulo del libro es todo un hallazgo. Un invento del que el autor sacará partido en el futuro. Se trata de una curiosa "autoentrevista", en realidad, es una reflexión imaginativa y precisa, o sea poética, sobre el cine, incluso sobre su propio cine.

Todo el libro se lee con la misma facilidad que vemos sus películas. La tristeza y la seriedad conviven con la alegría y el humor. Es una obra evanescente como todo lo grande; quiero decir que es menester releerla para volver a experimentar las sensaciones, los sentimientos, que tuvimos en nuestra primera lectura. El autor se nos presenta tan cervantino como sus películas. Cervantino es el cine de Garci o, lo que es lo mismo, sus películas son ambiguas. Novelescas. No sabemos distinguir, al menos con la precisión exigida por la lírica, o la tragedia, la realidad novelesca, cinematográfica, de la vida diaria. Nunca sus películas nos dirigen más allá de la vida cotidiana. Tampoco traspasan la temporalidad. Los espacios y los tiempos son diáfanos. Las equivocidades espacio-temporales han desaparecido casi por completo en todo el cine de Garci.

La medida del cine novelesco de Garci es la medida humana. Garci no elige un patrón previo de "moral", menos aún se decanta por algún "modelo ético" de carácter heroico o similar, para traspasar el mundo real. Lejos de conducirnos a otros mundos distintos del real, la narrativa de Garci nos "retiene" y mantiene en este mundo. Mientras dura la proyección de cualquiera de sus películas, nos sentimos dentro de su mundo, de su cine, al igual que en el de la realidad que nos rodea. Ese sentimiento de pertenencia a un mundo humano recorre todo el cine de Garci. Se diría que la prolongación de la realidad en su cine, y viceversa, es tan acusada que en nuestra memoria podemos fácilmente confundir personas y escenas de sus películas con los que hemos realmente visto y vivido.

Paisajes urbanos, sucesos sociales o íntimos, y ciertos tipos humanos no sabemos, ciertamente, si se han escapado de sus películas o los hemos visto de verdad. También con este libro Garci es un símbolo. Es a lo más que puede aspirar un director de cine. Garci es un símbolo de la realidad imaginada, de la "real realidad", de lo efímero. Del efímero cine. En este libro Garci es un trasunto vivo de lo imaginado por su cine. Es un libro de cine, sí, sí, escrito por un cinéfilo.

Por cierto, si quieren saber qué es un cinéfilo, por favor, lean este libro; y aprenderán que un cinéfilo es un "nómada que ha recorrido su ciudad cine a cine, barrio a barrio, en busca de emociones 'usadas'. Un tipo romántico, solitario, aventurero. 'Amigos del mirar' nos habría llamado Platón". Un cinéfilo es, pues, un filósofo del siglo XX. He ahí la solución al problema fundamental que plantea Stanley Cavell, el mayor filósofo norteamericano del cine, en su recurrente pregunta: "¿Cómo es posible que una persona cuya educación ha sido moldeada tanto por la frecuentación de los cines como por la lectura llegue a ejercer un oficio que consiste en reflexionar sobre filosofía?".

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