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Agapito Maestre

¿El fiscal acusado?

Tiene que ser un honor para Jesús Alonso formar parte de ese selecto grupo de fiscales justos y acusadores de asesinos, que soportan estoicamente la persecución de un Gobierno que pacta el futuro de España con los criminales de ETA.

¿Qué es un fiscal-acusado? ¡Ah! Nadie inteligente se sorprende con esta pregunta. Menos sorpresa causa la respuesta: un fiscal-acusado es quien justifica al asesino antes que acusarlo. Es el mundo al revés. Es lo que hemos aprendido en el juicio "contra" el criminal De Juana Chaos. En España, prolifera esta especie de fiscal-acusado desde que Zapatero llegó al poder. Lo trágico es que todo el mundo lo sabe. El hombre de la calle, sin distinción de ideología, es consciente de que el Fiscal General del Estado dejó hace mucho tiempo de ser acusador, de ejercer su oficio con profesionalidad, para pasar a ser acusado de incapacidad para ejercer su oficio. La ciudadanía lo acusa de carecer de honestidad, decoro e inteligencia para ejercer su oficio.

Los votantes y próximos al PSOE saben que Conde Pumpido no es nada al margen de Zapatero. Está acusado por ellos de no ser otra cosa que el brazo jurídico-ejecutor de los deseos de Zapatero. El resto de ciudadanos normales, capaces todavía de pensar con categorías morales, soportan con indignación y tristeza a un hombre sin un mínimo de arresto ético, o sea, racional, para ejercer su oficio. El fiscal-acusado, en fin, ha puesto su "independencia" al servicio de los dictados del Gobierno. Nadie duda de que la figura del fiscal-acusador de malhechores y asesinos, de delincuentes y criminales, ha desaparecido supeditada a las órdenes del Gobierno, o peor, a la justificación de asesinos. La perversión de los conceptos en el ámbito de la justicia no podía ser más grave.

Desaparece la figura del fiscal-acusador y nace la del fiscal-acusado. Desaparecen los fiscales honestos e independientes y ocupan sus puestos seres menores sin conciencia moral profesional. Por fortuna, ha reaccionado críticamente una asociación de fiscales y lo ha hecho impecablemente dando nombres y apellidos de los fiscales-acusados, a saber, Conde Pumpido y los fiscales que le siguen. Por otro lado, los nombres de los honestos no los pongo yo, sino también la Asociación de Fiscales, en la que están representados el 70 por ciento de los miembros de la carrera, que han respaldado la decisión del fiscal de la Audiencia Nacional, Jesús Alonso, de negarse a participar en el juicio contra De Juana, porque se oponía a rebajar la pena de 96 años de cárcel que pedía inicialmente.

Tiene que ser un honor para Jesús Alonso, como ya lo fuera para el cesado Fungairiño, formar parte de ese selecto grupo de fiscales justos y acusadores de asesinos, que soportan estoicamente la persecución de un Gobierno que pacta el futuro de España con los criminales de ETA. Pero, por lo mismo, tiene que ser terrible el escarnio y la humillación de quien no sólo deja de acusar al criminal, sino que justifica rebajar penas a los peores asesinos de ETA. No quiero ponerme en la piel de Fernando Burgo, el nuevo fiscal-acusado en el juicio de De Juana, porque tiene que ser enloquecedor, primero, perder tu identidad profesional, y, segundo, ser despreciado por tus compañeros de profesión y por las víctimas del terror.

¡Cuánta razón tenía Nietzsche al decir que es inhumano bendecir cuando se nos ha maldecido!

En España

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