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Agapito Maestre

El voto en blanco

El voto en blanco es el último refugio de los ciudadanos. Representa el mayor símbolo del desprecio de los españoles a la casta política. Su crecimiento es de tal magnitud que deslegitimará aún más a las elites políticas.

La convención celebrada por el PP en Cataluña, aparte de presentar a Alicia Sánchez Camacho como su candidata, no ha generado discursos dignos de mención. Risas, chismes y vestidos domingueros. Nada. ¡Ah, se me olvidaba, también hubo gritos de presidente, presidente, a la llegada de Camps a la sala de reuniones! La convención ha sido un espectáculo curioso, pero poco edificante desde el punto de vista político, pues que apenas se ha dicho algo sensato y articulado razonablemente sobre los grandes problemas de España, por ejemplo, del Estatuto de Cataluña.

La convención ha sido una reiteración teatral para que los ciudadanos nos enteremos de que todo seguirá igual. O sea, Rajoy no se marchará ni aunque le echen agua hirviendo. Cada vez queda menos para el 2012 y, luego, Dios proveerá. Ahora ya no le importa a nadie que haya perdido dos elecciones. ¡Da lo mismo, dicen los aguerridos de Rajoy, que haya perdido dos o tres elecciones! Lo relevante era volver a dejar claro que Rajoy es el único candidato posible. Tienen un líder, un programa y un partido. El resto sobra. Por lo tanto, haber abierto un proceso de discusión sobre la gestión de la labor de oposición no hubiera tenido ningún sentido, porque habría puesto en evidencia que tampoco en esto aprueba con nota Rajoy.

Tampoco en el capítulo de propuestas para hacer oposición se han alcanzado grandes acuerdos. Mientras que apoyen a Rajoy, cada barón puede hacer lo que le venga en gana. En verdad, después de la convención, nadie sabría poner negro sobre blanco cuáles son las alternativas económicas e ideológicas de la actual dirección. En fin, excepto la respuesta o exabrupto que, en la apertura de la convención, le atizó María Dolores de Cospedal a José María Aznar, todo lo que ha venido después ni siquiera ha merecido la atención de los informativos de las televisiones del domingo. Se diría que el principal objetivo de esta convención ha sido alcanzado ampliamente: "Rajoy no se marcha".

No sé, ni tampoco me interesan demasiado, las consecuencias de esta convención. Quizá seguir siendo el partido fiel de la oposición allí donde gobiernen otros partidos, o peor, quedar reducido a un partido bisagra para formar mayorías. ¡Quién sabe! Un asunto, sin embargo, será demasiado evidente: el voto en blanco crecerá y crecerá cada vez más con estas elites políticas. Ese voto no es, sin embargo, un síntoma de hastío de los españoles por la democracia, sino una crítica a los ocupas del espacio público democrático: los políticos profesionalizados hasta la incuria y la impostura. Los políticos nos hurtan la viabilidad de la democracia.

El voto en blanco es el último refugio de los ciudadanos. Representa el mayor símbolo del desprecio de los españoles a la casta política. Ese voto ha crecido tanto en los últimos procesos electorales (municipales, autonómicas y generales) que ya sería, caso de que pudiera traducirse a la lógica parlamentaria, la tercera fuerza política de España. El crecimiento real y potencial, según indican todas las encuestas, del "voto en blanco" es de tal magnitud que deslegitimará aún más a las elites políticas. Los partidos políticos españoles provocan "apatía política", que es el fenómeno político por excelencia de nuestra época, pero sus dirigentes ocultan este problema porque les va en ello sus arrastradas existencias: viven de lo que matan. Por supuesto, no ilusionan, pero es que tampoco lo pretenden. Rajoy en esto es un maestro tan grande como Zapatero. Él pasa de propuestas imaginativas y sólo pretende que el poder le llegue por desgaste del otro. Nadie lo descarte. Pudiera suceder. ¿Zapatero es tan nefasto que incluso estaría contribuyendo a que el día menos pensado la inofensiva muchedumbre aclamara a Rajoy? He ahí, dicho sea de paso, el gran "hallazgo" de los asesores áulicos del jefe de la oposición.

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