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Agapito Maestre

¡España, llanto y llanto!

Algunas 'leyes' en España son tan surrealistas que ni siquiera son leyes, porque están en contra del sentido común y de las costumbres más civilizadas.

Me comenta un ciudadano norteamericano, un buen amigo que conocí hace años en Francfort am Main en un seminario que impartía John Rawls sobre la Teoría de la Justicia, que en su país sería imposible que un delincuente, o alguien procesado por atentar contra el Estado, pudiera presentarse a una elección para cargo público, como sucede en las actuales elecciones autonómicas de Cataluña. Lo escucho, sonrío y le doy la razón. La democracia norteamericana es envidiable, pero aquí la cosa es diferente. Los políticos, los juristas y los prebostes con poder han convertido lo anormal en normal. España siempre asombra. Y asusta. Anormalidad, anomia, rareza son palabras que utilizaban los sociólogos de antes, los clásicos, es decir, Durkheim y gente así, para estudiar las sociedades, como la española, que hacen de lo perverso una forma de vida cotidiana. Sí, los estilos de vida propios de una guerra civil son pautas cotidianas de conducta de los partidos políticos, los medios de comunicación y los ciudadanos.

Formamos parte de una sociedad encanallada, es decir, de una comunidad donde la perversión es vivida con naturalidad. Los delincuentes pueden ser votados para seguir delinquiendo. España es un país rarito. No sólo sucede en el ámbito de la política. La Universidad es aún peor, por ejemplo, jubilan a un intelectual que ha escrito 265 libros, la mayoría de ellos extraordinarios para saber "qué es un hombre", y la Academia, los académicos, no sienten vergüenza de que no lo hicieran catedrático. El nombre de ese filósofo es Carlos Díaz. España, canto y llanto es el título de uno de esos 265 libros por los que podía haber recibido hace años el Premio Nacional de Ensayo… Cuando aparece alguien normal, corre el riesgo de ser asesinado real o civilmente. Sobrevivir e ir tirando son nuestras máximas aspiraciones vitales. Nadie quiere meterse en líos, por ejemplo, los medios de comunicación eluden su principal responsabilidad: crear una opinión pública política madura y desarrollada; así, los directores de los grandes medios de comunicación actúan como comisarios políticos al servicio de los poderosos, cuando niegan lo evidente, a saber, que ningún país del mundo permitiría que los delincuentes se presentasen a unas elecciones.

Las cuestiones básicas se esquivan. Revisen, amigos, los periódicos y los programas de debate político, lean y escuchen por todas partes que Inés Arrimadas, la candidata de Ciudadanos, puede ser la más votada, pero eso no significa que saque más escaños, ni siquiera que pueda llegar a gobernar. ¿Cómo es eso así? Me pregunto permanentemente. Sigo prestando atención a los periodistas y los políticos para hallar una respuesta a ese enigma, pero termino tirando la toalla. Esta gente es incapaz de explicar por qué la más votada no gobernará… ¡Si no sirven para explicar lo más elemental, váyanse, pues, al carajo! Pero, volviendo al asunto clave de estas elecciones, ¿no es una situación surrealista que puedan concurrir a una elección personas que han dado un golpe de Estado? No, es un contexto encanallado, lo bajo y pervertido pasa por alto y normal; lo surrealista, pues, es la legislación que lo permite. Algunas leyes en España son tan surrealistas que ni siquiera son leyes, porque están en contra del sentido común y de las costumbres más civilizadas.

Pues bien, en esa encallada circunstancia tendremos que valorar los resultados del 21-D, que si son verdad las predicciones de las encuestas, ponen sobre el tapete una gran mentira de los nacionalistas: no son mayoría. En efecto, si Ciudadanos tiene opciones reales de victoria el día 21-D, entonces no existe una mayoría social en esa región que quiera separarse de España. Algo es algo.

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