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Agapito Maestre

¿Está Rajoy perdido?

¿Por qué Rajoy no ha consultado con nadie la decisión, que ha sido valorada positivamente por sus enemigos ideológicos, sus adversarios políticos y, sobre todo, por los medios de comunicación vinculados al poder socialista?

El PP representa, según Rajoy, la oposición más fuerte que haya existido en las Cortes Españolas desde 1977. Esta trivial declaración de Rajoy ha sido elevada a "idea", a fantasmagórica y mostrenca idea, para ocultar la realidad. La obviedad de Rajoy está lejos de servirle para analizar lo que sucede, es decir, para hacerse cargo de la derrota política del PP y, sobre todo, para poner un poco de orden en el caos donde un político demócrata debería sentirse perdido, precisamente, por representar a un partido fuerte, muy fuerte, pero marginado. Derrotado.

Si ese grupo parlamentario fortísimo, según el mismo Rajoy el más fuerte de la historia de la democracia contemporánea, lo pone en manos de alguien sin mayores dotes que cualquiera del resto de sus compañeros de partido, entonces diríamos que no sólo está ocultando la realidad sino despreciando lo que es el mayor bien del PP, sus millones de votantes, reflejados en número de escaños. Poner, pues, a gestionar ese bien a una persona sin ninguna otra credencial que la distinga de sus compañeros de grupo es, en el mejor de los casos, un riesgo importante. Quizá una temeridad.

Cualquiera con un poco de sentido común, y sobre todo con la honradez suficiente para sentirse aturdido por el descalabro del PP el día 9-M, sería capaz de ver que ese doble proceder está lleno de paradojas, contradicciones, malentendidos. E incluso maldad. Sospecho que así es percibido en privado por muchos dirigentes, en realidad, por muchos "muertos" vivientes del PP que no hacen otra cosa que lamentarse, a mitad de camino entre lo público y lo privado, a los medios de comunicación.

Decir que hemos ganado, pero que estamos en la oposición, o sea, pregonar esa "obviedad" –tontura– de que somos la oposición más fuerte de la historia, es una manera de ocultar la derrota del PP. Pero si, además, se pone al frente de ese supuesto bien a alguien sin especial relieve para llevarlo a cabo, entonces es que no quiere ajustarse ni siquiera a esa "realidad" inventada. En fin, alguien bienintencionado se preguntará: ¿Es contradictorio el proceder de Rajoy? No, ojalá; es, además de estúpido, perverso. La decisión de Rajoy es, a la larga, la mejor manera de poner al PP al servicio del PSOE, pues que comienza por poner a gestionar su mayor bien a una persona que, cuando menos, está por demostrarse que sea la persona más cualificada.

¿Por qué corre ese riesgo Rajoy? ¿Por qué sitúa Rajoy al frente de su tesoro más preciado, su potente grupo parlamentario, a una persona sin experiencia oratoria en el Parlamento, sede principal de la política institucional de la sedicente democracia española? ¿Por qué no ha buscado a un político curtido y con criterios firmes, con capacidad de vaticinar al decir, y de expresión clara intelectualmente al predecir? ¿Por qué Rajoy no ha consultado con nadie la decisión, que ha sido valorada positivamente por sus enemigos ideológicos, sus adversarios políticos y, sobre todo, por los medios de comunicación vinculados al poder socialista?

Naturalmente, dirá todo analista del actualismo político, ha tomado esas decisiones, a todas luces impropias de alguien inteligente, porque no quiere perder el poder que actualmente ostenta sobre su partido. Tampoco quiere compartirlo. Pero, en mi opinión, también habría una respuesta filosófica, digamos orteguiana, de todas esas "acciones" y silencios de Rajoy, desde el día 9 hasta hoy. Su extraño proceder sólo tienen un objetivo: ocultar que se siente perdido. Si Rajoy fuera un político genuino, un hombre dispuesto a introducir claridad allí donde reina la confusión más pavorosa, habría empezado por aceptar que él también es responsable de la derrota del PP, y sobre todo se habría hecho cargo de que toda vida, incluida su vida política, es problemática. Él no es un ser superior por encima de sus compañeros de partido y, sobre todo, por encima de la democracia de opinión que lo ha puesto en cuestión.

En otras palabras, mientras que Rajoy no se sienta perdido, no podrá introducir una idea clara y distinta en su partido. En la democracia española. Como diría Ortega, "ésa es la pura verdad –a saber, que vivir es sentirse perdido–, el que lo acepta ya ha empezado a encontrarse, ya ha comenzado a descubrir su auténtica realidad, ya está en lo firme". ¿Conseguirán sus compañeros de partido salvarlo, o sea, ayudarlo a agarrarse a lo firme? ¿Quién sabe? Por si acaso, entraré en esta dirección electrónica: Esperanza2012.com.

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