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Agapito Maestre

Indefensión ciudadana

Los políticos creen que jamás les sucederá lo que les pasa a los ciudadanos. Solbes tampoco perderá un gramo de grasa por tener que ayunar a causa de la crisis económica. Perdón, por la recesión.

El reto más importante de la ciencia política española es hallar nuevas categorías para explicar la ruptura entre la ciudadanía y sus políticos. Los votantes socialistas más informados miran con desconfianza absoluta, o alzando los hombros llenos de perplejidad, la manera de atajar la crisis económica del Gobierno. También la mayoría de los votantes del PP consideran que este partido no se emplea con contundencia para frenar los desmanes socialistas en todos los ámbitos de la administración y la vida cotidiana. Nadie parece estar contento. Cientos de miles parecen haberse percatado de que la representación, es decir, el vínculo que une a los votantes con sus políticos se ha roto. El ejemplo más patético es el de Llamazares que, a pesar de no pintar nada en ese extraño grupúsculo político que es IU, siguen ostentado la categoría de diputado en las Cortes nacionales.

He ahí el ejemplo extremo de lo que podemos llamar "indefensión ciudadana". Sí, sí, indefensión, porque unos políticos nos atacan, sin piedad ni contemplación, y otros, que se supone tienen casi la mitad de los votos, no nos defienden. Gobierno y oposición funcionan como una casta política. Tenemos unos "representantes" que sólo se representan "a ellos mismos" y con muchas dificultades. ¿Cómo podríamos estudiar esta indefensión ciudadana ante la casta política instalada en las instituciones? Quizá estaría bien aplicar las tesis de los teóricos de la mafia italiana; por cierto, ha sido en Italia donde se han llevado a cabo ese tipo de estudios con grandes rendimientos intelectuales. Comprobaríamos fácilmente que el hiato entre los ciudadanos y los políticos es total.

Los políticos son una especie aparte, que utilizan el Parlamento para sus juegos y descalificaciones medidas con el único objetivo de domesticar, aplacar y excluir, incluso a través de modos poco pacíficos, a cualquiera que muestre reticencias a este comportamiento cerrado y al margen de la ciudadanía. Aparte de la chulería y el desprecio a sus votantes con el que actúan todos los políticos, tienen a gala funcionar con un punto de vista, una "perspectiva moral y política", ajena a lo que digan los ciudadanos. La recesión económica, por ejemplo, es vista con miedo y horror por millones de ciudadanos, pero Solbes, el ministro de Economía, sin importarle los millones de seres humanos que lo pasarán mal, va y dice: "Si la recesión sirve para limpiar la economía, no tiene la mayor importancia."

Esto ya no es un vulgar régimen de derechos, cada vez más alejado de los procedimientos democráticos, sino que se parece a un régimen basado en el nepotismo de los políticos. Se reparten prebendas. Pactan todo de espaldas a los ciudadanos. Y, por supuesto, escenifican cruelmente tanto sus conflictos como consensos; entre estos últimos, resulta cruel e inmoral, entre otras razones porque media la muerte de una niña, la escenificación de Rajoy y Zapatero ante la leve sanción que ha recibido el juez, que dejó en libertad al pederasta que asesinó a Mari Luz; ninguno de los dos ha sido capaz de decir algo más que "lo sentimos, señor, nos solidarizamos con usted, pero casi no podemos hacer otra cosa que aceptar esta 'decisión' judicial".

Pues eso es, en verdad, la indefensión ciudadana: es un sentimiento parecido al que ha sentido el padre de esta niña asesinada, cuando estos castizos políticos lo han llamado para decirle esa paparruchada sentimentaloide. Esos descargos de conciencia no son políticos sino propios de representantes de hablan desde un lugar seguro. Ellos creen que jamás les sucederá lo que les pasa a los ciudadanos. Solbes tampoco perderá un gramo de grasa por tener que ayunar a causa de la crisis económica. Perdón, por la recesión.

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