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Agapito Maestre

Irresponsabilidad política

Rajoy hizo magníficos discursos para inaugurar el curso político. Volvió a demostrar que es fiable.

Señora Robles, preguntó Albert Rivera en su segundo turno en el Congreso de los Diputados, "¿ha tenido usted suficiente con la intervención del señor Rajoy? Ya le dijimos que un Pleno del Parlamento no era el mejor formato para investigar la corrupción del PP". Es una manera acertada de sintetizar lo sucedido en el Congreso de los Diputados, aunque hubiera sido más exacto usar el plural, es decir, "¿hemos tenido suficiente todos los grupos de la oposición, incluido el de C’s, con la intervención del presidente del Gobierno?". Rajoy hizo magníficos discursos para inaugurar el curso político. Volvió a demostrar que es fiable. Es innegable cierta fiabilidad en su forma de gobernar. Y, sobre todo, al lado de los otros, parece un gigante intelectual en el país de los liliputienses populistas. Repartió sabiduría por todas partes e incluso en dos o tres ocasiones estuvo simpático.

Sí, excepto las dos propuestas que hizo C’s al hilo del debate, tengo la sensación de que salieron muy mal parados todos los partidos políticos de la oposición y, por supuesto, salió muy reforzado el liderazgo de Rajoy. El final fue apoteósico para el triunfador y dejó con las vergüenzas al aire a los principales causantes de la comparecencia en el pleno del presidente del Gobierno: PSOE y Podemos. La última pregunta que le hizo Rajoy a Iglesias, después de haber dejado hundida para los restos a la portavoz parlamentaria del PSOE, Margarita Robles, fue para enmarcar:

Ya que no explica, señor Iglesias, cómo su partido fue financiado por Irán y Venezuela, cuéntenos lo acordado en esa cena secreta entre usted y los separatistas catalanes, en la casa de un famoso empresario, pues que de lo allí pactado, al margen de cualquier mecanismo democrático y público, podría depender el futuro de España.

Sí, Rajoy estaba interpelando a un parlamentario español sobre sus pactos con los golpistas catalanes para desalojar, por un lado, de la presidencia del Gobierno a un presidente democráticamente elegido y, por otro, apoyar el final de la ruptura de Cataluña con España. Esa pregunta final de Rajoy no era retórica sino auténtica. Fue hecha con tanta convicción como el resto de una intervención plagada de pedagogía política, buen sentido parlamentario y, sobre todo, dirigida no solo a los votantes del PP, sino también a millones de españoles que buscan simple y desesperadamente políticos, repito, fiables. ¿Quién puede fiarse de Iglesias que llegó al Parlamento demandando política abierta, transparente y pública, pero está metido en todo tipo de líos secretos con los secesionistas y algún dueño de grandes medios de comunicación? Este señor Iglesias no quería saber nada de la secesión de Cataluña, pero, según la intervención de Rajoy, podría estar en un enjuague con los de ERC para participar en el aquelarre del 1 de octubre.

Sí, los argumentos utilizados por Rajoy fueron consistentes y proporcionales a las preguntas planteadas, pero hubo una consideración que me llamó la atención. "¿Para cuándo liquidarán la presunción de inocencia?", preguntó Rajoy a quienes ni le dejan la opción de defenderse de todo tipo de acusaciones. Si nos tomamos al pie de la letra la formulación que hizo Rajoy, resulta espeluznante que pudiéramos llegar a un sistema político y judicial que no defendiese la presunción de inocencia. Eso da tanto miedo como repulsión provocan unos políticos que pensaban que Rajoy ya estaba condenado antes de asistir al pleno. Pobres. Ellos habían condenado a Rajoy antes de la comparecencia en sede parlamentaria, porque desconocen el poder de las palabras. PSOE y Podemos creían que solo con convocar un pleno para tratar la corrupción ya habían ganado la batalla, pero se encontraron con alguien que conoce mejor que ellos los entresijos de la política.

Así pues, una vez más volvió a demostrarse que PSOE y Podemos desperdician su capital político, porque no supieron elegir el formato de la comparecencia, carecían de argumentos y, lo que es peor, no tienen nada que ofrecer. Por eso Rajoy salió reforzado. Mostró su responsabilidad política y, de paso, demostró la irresponsabilidad de unos políticos que desconocen el abecedario del funcionamiento del Parlamento.

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