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Agapito Maestre

La AVT contra el totalitarismo andaluz

¿Por qué se porta tan antidemocráticamente con la AVT? Sencillamente, porque es un totalitario, alguien que es incapaz de pensar al margen de las consignas del presidente de la Junta de Andalucía y de su jefe político Zapatero.

Dos maneras existen de medir la vileza de los políticos en ejercicio. La primera consiste en analizar el grado de desvío de su comportamiento de acuerdo a determinadas formas consagradas en la democracia. El segundo consiste en valorar su comportamiento con respecto a modelos sociales y políticos desarrollados en el seno democrático. En efecto, por un lado, en la vida política existen fórmulas, conceptos y doctrinas que pueden servirnos para calibrar el grado de democracia alcanzado por una sociedad, por ejemplo, la doctrina del equilibrio de poderes; a quien crea que esa doctrina ha muerto podemos catalogarlo entre los partidarios, si no del totalitarismo, sí de un régimen político que bordea la democracia. Están en los límites del sistema democrático. En este contexto no podemos dejar de recordar el exabrupto de Guerra, cuando dijo que Montesquieu había muerto. El inventor del control de poderes, que es otra manera de llamarle al enfrentamiento equilibrado entre el poder judicial, legislativo y ejecutivo, ya no era referencia para el socialismo en el poder.

Por otro lado, cuando un político se enfrenta o pone en cuestión instituciones que son una referencia de vida democrática, entonces estamos ante un comportamiento que corre el riesgo de situarse al margen del sistema, o mejor, hace de ese enfrentamiento un arma mortífera contra el desarrollo democrático. Es el caso del antiguo y único Alto Comisionado de las Víctimas del Terrorismo, que se enfrentó a la Asociación de Víctimas del Terrorismo sin percatarse de que la referencia democrática era, y sigue siendo, la Asociación y no el Alto Comisionado. Prueba de lo que digo es que el Alto Comisionado ha desaparecido y la Asociación permanece.

Pues bien, una mezcla de esas dos vilezas es lo que refleja el comportamiento del delegado del Gobierno en Andalucía, Juan José López Garzón, con la AVT. Las trabas, dificultades y zancadillas, que está poniendo este político, que a veces rozan el ridículo, a los convocantes de la manifestación del 1 de octubre en Sevilla, son más propias de un político indecente con el sistema democrático y vil con las víctimas del terrorismo, que de alguien que se llama a sí mismo demócrata. ¿Por qué se porta tan antidemocráticamente con la AVT? Sencillamente, porque es un totalitario, alguien que es incapaz de pensar al margen de las consignas del presidente de la Junta de Andalucía y de su jefe político Zapatero.

Mal hace el señor López Garzón exigiéndoles a los manifestantes de la AVT que no griten contra los terroristas. Y peor aún hará si lleva a efecto la amenaza de multarlos porque los manifestantes en sus gritos de rabia y dolor traspasen la barrera de decibelios permitidos en la calle. ¡Hay que ser cursi y malvado! Y digo que hace mal porque el desprecio al que se verá sometido no será nada comparado con el que soportan Alfonso Guerra y Peces Barba.

Entérese, señor delegado del Gobierno en Andalucía, usted no es nada, si acaso sólo un "mandao", al lado de una gloriosa asociación civil. Entérese, señor López Garzón, que usted no se representa ni a sí mismo al lado de la AVT, que es referencia de ciudadanía, ejemplo de comportamiento cívico, modelo de excelencia política, en fin, columna vertebral de nuestra leve democracia. Entérese, López Garzón, que lo mire por donde lo mire, le guste más o menos la cara del presidente de la AVT, usted está enfrentándose a un metro, a un patrón de medida, de la democracia. Usted, señor López, al lado de la principal referencia de ciudadanía de España, no es nada.

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