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Agapito Maestre

La Cultura y el fracaso de la socialdemocracia

Resulta triste y paradójico, pero la conclusión es inapelable. El desastre de la política cultural española es de tal envergadura que sólo se comprende como negación de la cultura española

Leo en El Mundo que la cultura española, o mejor, el ministerio de Cultura va a la deriva. No le falta razón. Sin embargo, el único responsable de tal deriva no es la ministra de Cultura. Me explico. Si el Gobierno de Zapatero fuera más o menos normal, o sea, un gobierno socialdemócrata apoyado en un concepto de nación democrática, podríamos criticar su política cultural por ser sólo un Ersatz o sucedáneo de sus carencias de política económica y social. La intervención en la cultura de los socialistas, durante los años ochenta y noventa, no tuvo otro objetivo que tapar sus carencias de propuestas económicas y sociales; ahora, sin embargo, la cosa es más grave. Entonces pudo crearse un imaginario falso, pero imaginario, sobre España que más o menos funcionaba: España era una referencia cultural. Mejor que peor, y aunque a Felipe González le costara hacerse cargo de la importancia de la cultura para tapar sus agujeros económicos, funcionó una política cultural que seguía teniendo a España como referente simbólico y real.
 
Hoy, por el contrario, la política cultural de este Gobierno es un desastre porque España ha dejado de ser una referencia. Por eso digo que no debemos de mirar sólo a la ministra para explicar el desaguisado, sino a quien con criterio sectario seleccionó al personal encargado de dirigir las distintas áreas de la política cultural, que está más preocupado por matar la cultura española que por promocionarla. Sí, criterio sectario es el del Zapatero para seleccionar a la ministra, porque estaba determinado por los intereses de sus socios nacionalistas e independentistas catalanes, que a su vez están obsesionados, por encima de cualquier otra consideración, por negar la “cultura” de España. Por lo tanto, la ministra de Cultura no es la única culpable de la muerte de la cultura de España, sino quien la nombró, o sea, Zapatero y Carod-Rovira. Ella, en todo caso, será responsable de traición a un cargo, porque lejos de comportarse como ministra de cultura de España, sólo pretende la destrucción de esa cultura.
 
Visto desde otro ángulo, o sea, desde el punto de vista de los nacionalistas, la ministra de la cosa cultural, sin duda alguna, está funcionando perfectamente. En efecto, si el Museo del Prado es la quintaesencia de la cultura española, nadie espere, por favor, que éste funcione bien con los ministros de Zapatero. Tampoco el Museo Reina Sofía debe alcanzar el rango de gran museo mundial, porque eso sería tanto como reconocer el valor de la cultura española. En la misma óptica, por supuesto, deben valorarse el resto de nombramientos de los encargados de velar por la cultura de España. Quienes nombraran al director del Instituto Cervantes, a los directores del Museo del Prado, Reina Sofía, Biblioteca Nacional, Sociedad de Exposiciones y Congresos, etcétera, tendrán que responder ante la sociedad española de que la política cultural de España no es inexistente, sino una política contra la cultura de España. También ellos, como la ministra de Cultura, tendrán que responder de la traición a la defensa de la cultura española.
 
Resulta triste y paradójico, pero la conclusión es inapelable. El desastre de la política cultural española es de tal envergadura que sólo se comprende como negación de la cultura española. Bajo el cuento de la diversidad de “culturas” de España se esconde un objetivo: negar España y su cultura. La política cultural del reino de España es, dicho para no enloquecer, un arma sectaria y propagandística para que no haya una cultura libre, o sea, cultura española.

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