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Agapito Maestre

La retórica de Bono

"No ha nacido un español que valga más que otro", dijo el presidente de las Cortes, para ocultar la cuestión del día, de la legislatura, que el agua iría a Barcelona y no a Valencia. ¿De qué "igualdad" hablaba Bono?

Zapatero ha puesto a Bono en un lugar privilegiado, el tercero en importancia formal, del Estado. Ocupará el poder con especial delectación y pasión al servicio de su amo, nadie lo olvide. La retórica populista de Bono será determinante, desde el punto de vista ideológico, para mediatizar, o sea ocultar, el principal objetivo del Gobierno de Zapatero. Sin embargo, hay mucha gente empeñada, parte por ingenuidad y otra parte por estulticia y perversidad, en pasar de este trascendental problema para todos los españoles. No crean que exagero sobre este desprecio al papel que desempeña Bono; por ejemplo, el otro día, en una tertulia de radio, me reprocharon públicamente todos mis interlocutores, alguno de ellos más inteligente de lo que se cree, que diera tanta importancia al rol de Bono para esta nueva legislatura dominada de modo absoluto por Zapatero.

"Bono sólo tiene una función institucional", decían mis correctos y bienintencionados contertulios. ¡Como si controlar la institución política más importante de España no tuviera importancia! Guardé silencio, entre otros motivos, porque ya no tuve ocasión de contestar. El programa de radio había terminado. Pero me dejó perplejo la arrogancia con que todos ellos mantenían que Bono, en el Congreso, no tenía ningún poder. Era, según ellos, sólo una figura decorativa. Era poco menos que nada. Sólo nos ofrecería algún espectáculo gracioso a hora de "dar y quitar la palabra" a los congresistas. ¿Quién tuviese el poder de dar y quitar la palabra?, pensé para mis adentros. Zapatero, en fin, lo había puesto allí como una figura decorativa y para que no conspirase contra él. Este tipo de opinión ni valora como se merece la inteligencia de Zapatero ni entiende la deriva totalitaria de nuestro sistema político.

Creo que con ese tipo de "análisis", por otro lado muy extendido entre los periodistas más críticos del Gobierno, no sólo no entenderemos nada de lo que está pasando, sino que contribuiremos poderosamente a ocultar el objetivo fundamental de la legislatura, a saber, asentar el golpe "revolucionario", o sea, totalitario, que sistemática y programadamente lleva dando Rodríguez Zapatero a la nación democrática, España, desde que llegó al poder. En efecto, la nación como sujeto político, como es sabido, está desapareciendo bien por un desarrollo perverso de los estatutos de Autonomía, que siempre ha promocionado el PSOE y ha visto con buenos ojos un sector del PP, o bien porque los estatutos reformados ya han ocupado jurídica, política e institucionalmente el lugar que tuvo antes la nación española, o sea, Cataluña, Valencia, Andalucía, etcétera, se definen como naciones.

Hay gente que no quiere enterarse, por no pensar algo peor, que el golpe de Zapatero a la nación democrática está dado. Tampoco ven que sus colaboradores son múltiples y diversos sus grados de colaboración e inmoralidad. Las consecuencias, sin duda alguna, ya las estamos soportando, el problema del agua es sólo un ejemplo y, si me permiten decirlo así, no el más incruento. Pues que esta medida de llevar agua a Barcelona, y no a otros lugares que quizá la necesitasen con más urgencia, se hace a la luz del día, mientras que el robo permanente de la libertad de todos los españoles para decidir qué tipo de nación queremos se nos está haciendo de noche y con la alevosía de decirnos que es por el bien de todos. En fin, para asentar políticamente ese engaño, ese por "el bien de todos", cuando en realidad es por el bien del PSOE, y quizá también por el bien de una clase política que se considera vicaria de esa decisión totalitaria, entre la que abunda muchos políticos del PP, Zapatero puso a Bono en el Congreso, incluso antes de decidir quiénes serían sus cabezas de listas electorales y sus ministros.

En este contexto de ocultación y engaño democrático, ¿creía alguien en sus cabales que Bono haría un discurso de apertura de las Cortes que no cayese en la demagogia, es decir, en comparar lo ya incomparable? "No ha nacido un español que valga más que otro", dijo el presidente de las Cortes, para ocultar la cuestión del día, de la legislatura, que el agua iría a Barcelona y no a Valencia. ¿De qué "igualdad" hablaba Bono? Y, sin embargo, su "discurso" era tan eficaz como la portada de El País sobre la candidatura de Aguirre al Congreso del PP. ¿Faramalla? Sí, sí, faramalla, basura, ideología para ocultar el mayor robo que se nos está haciendo a los españoles. Nos están quitando la posibilidad de ser libres, sí, de actualizar la posibilidad de decir "no" al poderoso Zapatero, que ha hecho de la destrucción de la nación española, naturalmente sin que el personal se entere, su principal objetivo para seguir en el poder.

La decisión de Zapatero de poner a Bono en la presidencia del Congreso de los Diputados ha sido tan importante como situar a Carme Chacón, una defensora a ultranza de una confederación ibérica, al frente del Ministerio de Defensa. Son la cara y la cruz del golpe dado a la nación democrática por Zapatero.

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