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Agapito Maestre

Las distorsiones del sistema político

Sería una temeridad que la dirección del PP no se percatase y, sobre todo, no rectificara la entrega de algunos dirigentes regionales a lo políticamente correcto, o sea, a las exigencias nacionalistas de divide y vencerás

La declaraciones de Esperanza Aguirre sobre las distorsiones y quiebras que están produciendo en el PP en particular, y en el sistema político en general, el proceso de discusión y modificación estatutaria introducido de modo suicida por el PSOE, debería hacer pensar a quienes apostaron por participar en la agenda propuesta por el PSOE. El PP pensó que sería posible frenar desde dentro los daños que produciría esa reforma en el sistema político. Algunos vaticinamos su equivocación y dimos las razones en este periódico para no participar en esa trampa de Zapatero. Por fortuna, algunos dirigentes del PP por un lado, y el diario El Mundo, que también apostó por esa participación, por otro, hace ya meses que se dieron cuenta del error, pero ahora no saben cómo reconducirlo, o mejor, no saben cómo introducir en el debate político las fórmulas posibles para una reforma de la Constitución, necesaria para que España como nación no desaparezca, que deje claro de una vez por todas las competencias irrenunciables del Estado-nación.

Mientras aparecen en público esas fórmulas, menester sería que los dirigentes del PP no se ofuscaran con el nuevo fenómeno político surgido en Cataluña, Ciutadans, y tratasen de reconducirlo por el camino que esta fuerza política les señala en su genérico ideario: lo importante es España, nación democrática, y lo secundario son los nacionalismos. En este sentido, contrasta y para bien el buen tono y, sobre todo, el realismo con que enfrenta esa nueva realidad política Esperanza Aguirre, frente al enfado un tanto despectivo con el que ha despachado Rajoy la aparición de Ciutadans en Cataluña. Comprendo que es para preocuparse, sobre todo, si Ciutadans deciden presentarse en otras circunscripciones electorales. Por cierto que, si lo hacen, ya pueden ir cambiándose el nombre, quizá en este asunto a Rajoy le sobran tantas razones cómo a los de Ciutadans le faltan por no haberse atrevido a llamarse "Ciudadanos" en el estanque fétido del nacionalismo catalanista.

En cualquier caso, creo que ha sido desafortunado el "análisis político" de Rajoy sobre la aparición del partido de Ciutadans. No han sido brillantes sus conclusiones sobre el origen electoral de los tres escaños conseguidos por Ciutadans. Desde luego, la comparación hecha por Rajoy del partido Ciutadans con los partidos que en su día montaron Jesús Gil y Mario Conde, respectivamente, es un horror. Pues que éstos surgieron para satisfacer las necesidades de poder de esos personajes, que tenían nombre y apellidos muy concretos y, además, ansiaban utilizar el sistema político para beneficio propio; mientras que Ciutadans, por el contrario, surgió para canalizar el malestar político de un grupo de población muy heterogéneo, con orígenes sociales diferentes y preferencias políticas que van desde el PP al PSOE. Lejos de servir a un personaje, Ciutadans trata de salvar el sistema democrático, especialmente la Constitución, para servir a todos los ciudadanos sin distinción, en principio, de ideología y preferencia política.

En pocas palabras, Ciutadans ha obtenido tres escaños, con sólo la ayuda de tres o cuatro medios de comunicación, porque había una necesidad, una demanda, que no podía satisfacer ni la izquierda ni la derecha catalana. Es cierto que la entrega al nacionalismo excluyente no es equiparable, o mejor, no es del mismo grado en el PP que en el PSC. Mientras que en éste es total, en aquél es alambicada y torticera: el PP se presenta en Cataluña, dice muy bien Esperanza Aguirre, "como una fuerza no nacionalista, pero deseosa de pactar con los nacionalistas." Esa comprensión del PP con lo políticamente correcto, o sea, con el nacionalismo, tendría que pagarlo... En fin, es comprensible, pues, la aparición de Ciutadans en Cataluña, porque ni el PSOE ni el PP, los dos supuestos partidos nacionales, han sido capaces de defender en esa comunidad los derechos individuales recogidos en la Constitución y presuntamente garantizados en nuestro ordenamiento legal. Otra cosa, naturalmente, es la viabilidad de esa agrupación política en Madrid. Aquí no existe el nacionalismo. También en este punto Esperanza Aguirre es contundente: "En Madrid no cultivamos la identidad madrileñista, sino la identidad ciudadana. Por eso, el único partido de los ciudadanos de Madrid es el PP".

En cualquier caso, sería una temeridad que la dirección del PP no se percatase y, sobre todo, no rectificara la entrega de algunos dirigentes regionales a lo políticamente correcto, o sea, a las exigencias nacionalistas de divide y vencerás. Por aquí el análisis de la crisis del sistema político está aún por hacer, seguramente, porque resulta demasiado obvia: el sistema democrático está en crisis por las quiebras de los partidos políticos nacionales, que se han rendido a las exigencias nacionalistas. Han dejado de ser nacionales. El PSOE, por ejemplo, ya empieza a pagar en Cataluña la factura, se esfuerza por sobrevivir como partido nacional, pero es imposible tal pretensión donde la nación está desmembrada o desaparecida. Esperemos que el suicidio lento del PSOE nunca lo imite el PP.

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