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Agapito Maestre

Misión de la bibliotecaria y del ministro de Cultura

Odio, pues, contra la nación española ha sido el mensaje de la directora que se marcha. Y odio a España traerá, no les quepa la menor duda, el nuevo cargo que elija el amigo César Antonio Molina.

Por desgracia para la cultura española, la misión que le fue encargada a la directora de la Biblioteca Nacional es la misma que seguirá el nuevo ministro de Cultura. Por lo tanto, estoy en total desacuerdo con la opinión del ministro de Cultura, César Antonio Molina, cuando dice que la directora general de la Biblioteca Nacional no ha hecho nada durante los tres últimos años. Falso. Ha cumplido escrupulosamente con los objetivos marcados por el Gobierno socialista. Es uno de los pocos cargos de la administración socialista que refleja la quinta esencia del Ejecutivo de Zapatero. Atroz nacionalismo, sectarismo cruel, dogmatismo intelectual, relativismo vital y, sobre todo, odio a la excelencia que lleva adentro la tradición histórica y cultural española.

Odio, pues, contra la nación española ha sido el mensaje de la directora que se marcha. Y odio a España traerá, no les quepa la menor duda, el nuevo cargo que elija el amigo César Antonio Molina. Aquí no valen engaños. Hace tiempo que nos conocemos todos. ¿O es que acaso cambiará el nuevo ministro la política pro nacionalista de Zapatero? Me explico. Creo que la señora cesada ha hecho mucho y malo contra la nación, pero mucho y beneficioso a favor de la política de los nacionalismos, es decir, de la política programada por Rodríguez Zapatero para fragmentar España en una extraña confederación de naciones.

Más aún, la conducta de la directora general de la Biblioteca nacional no es tan noble y edificante, desde el punto de vista nacionalista, como la ministra que la nombró, doña Carmen Calvo Poyatos, que tiene en su haber el dudoso honor de haber roto el Archivo Nacional de Historia de Salamanca, pero se acerca al encargo que el presidente del Gobierno encomendó a todos sus altos cargos: cumplir con arrestos y decisión la misión, la cruel misión, de romper España por todas partes.

En eso está el propio César Antonio Molina, sí, su labor será más aséptica, incluso a veces más elegante, a la hora de limpiar, sí, sí, limpiar y eliminar a quien se enfrente a su proyecto de construir una horrorosa confederación de naciones culturales. Este César Antonio Molina, como quien lo ha nombrado, cree tanto en la cultura nacional española como yo en la confederación de naciones de España. Si no es verdad lo que digo, querido César Antonio Molina, aquí me puedes objetar lo que quieras. Así las cosas, Molina, lejos de trazar una política nacional, tratará de satisfacer al jefe programando una día sí y otro también acciones a favor de los nacionalismos catalán, vasco y gallego sin importar los costes contra la cultura española. Arañazos de esa política nacionalista son visibles en su paso por el Instituto Cervantes.

Porque Rodríguez Zapatero sólo quiere que sus ministros y altos colaboradores cumplan con su misión de Gobierno, y no con sus misiones personales –sin la cuales, según Ortega, no hay hombre ni, por supuesto, mujer–, el ministro que acaba de llegar, como la señora que se marcha, sólo hará lo que tiene que hacer de acuerdo con la línea marcada por Rodríguez Zapatero: la creación de una confederación de naciones que mate la idea de España. De esa "misión" socialista y nacionalista César Antonio Molina no se saldrá ni una sola vez del guión dictado por Rodríguez Zapatero.

Eso es todo. Nadie se llame a engaño con la retórica del nuevo ministro de Cultura.

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