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Agapito Maestre

¿Quién maleduca a nuestros hijos?

¿Qué esfuerzos ha hecho el gobierno de la nación, y concretamente su ministro de Defensa, por enseñarle a nuestros hijos el significado histórico, político y cultural de este día?

Me formulan esta pregunta sin previo aviso y contesto teniendo a la vista lo inmediato. Sí, lo más próximo es la rabiosa actualidad, la celebración, mañana, del día de la Hispanidad. Y digo: los culpables de la mala educación son quienes ocultan, o simplemente no enseñan, a nuestros hijos qué significado tiene la fiesta del 12 de octubre. Malo sería que el ministro de Defensa no engalanase con la bandera de España las calles de Madrid por donde discurrirá el desfile militar, pero peor es que no haya contribuido con una campaña educativa a decirnos qué celebramos el día 12 de octubre.
 
¿Qué esfuerzos ha hecho el gobierno de la nación, y concretamente su ministro de Defensa, por enseñarle a nuestros hijos el significado histórico, político y cultural de este día? Poco, seguramente, su labor ha sido tan deficiente como todos los que han contribuido a desnacionalizar España desde que se aprobó la Constitución de 1978 hasta hoy. Donde una comunidad autónoma, Cataluña, ha conseguido aprobar un Estatuto con pretensiones de legalidad, que refleja la apoteosis de la incultura nacional al emitir una “opinión” en un texto oficial, ¡ay qué ser ridículos!, como la siguiente: “Cataluña considera que España es un Estado plurinacional”.
 
Quienes han reducido la historia de España a manipulación de acontecimientos locales y autonómicos son, pues, los principales responsables de nuestra mala educación histórica y nacional. Todos ellos son firmes partidarios de la educación reducida a mero proceso de socialización para adaptarse a las perversidades de la realidad. Son los mismos que defienden la dictadura del pedagogismo infantilista de leyes como la LOGSE, que trivializa los conocimientos, suprime la cultura del esfuerzo hasta hacer desaparecer los exámenes y relativizar el valor de la norma y el estudio.
 
Quien reduce la educación, y con ella la curiosidad y los deseos de aprender de los individuos a mero presupuesto y reivindicación sindical, sin duda alguna, también está maleducando a nuestros hijos. Una “educación” que no es un saber para el alma, para la salvación, para amar la verdad es un engaño de baratas pedagogías.
 
Quien cuestione que la educación es sobre todo enseñanza, basada en contenidos que se adquieren, como se decía tradicionalmente, poniendo en juego la memoria, el entendimiento y la voluntad, habrá que pedirle responsabilidades por la mala educación de nuestros hijos.
 
En fin, quien no se atreva a decir: “Toma el Quijote, muchacho, y prepárate para poder leerlo competentemente” es culpable de nuestra mala educación. Gente que desconoce el valor de las humanidades para nuestra educación sentimental, pero que no se le cae de la boca la palabra cultura, o peor, “educación en valores” (olvidando que es la educación el principal valor), para ocultar sus carencia absoluta de cultura. De Ilustración.

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