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Agapito Maestre

Recuento de Antonio Machado

Me preguntó Juan, mi hijo mayor, por Antonio Machado. Guardé silencio y, antes de alcanzar una respuesta algo coherente, me contó que uno de sus profesores está fascinado con el personaje y su poesía. Recientemente les ha recordado, con un tono crítico sobre la historia de España, que hace 65 años murió en el exilio nada más terminar la guerra civil. Está enterrado en el pueblecito francés de Colliure y allí van todos los machadianos a rendirle culto. También ha dicho, a él y a todos los de tercero de ESO, que los críticos de la obra de Machado están felices por poder investigar sobre unos inéditos del poeta, que fueron adquiridos por una entidad bancaria. Me cuenta todo eso con un candor adolescente envidiable y, de verdad, no sé qué decirle aparte de cuatro tópicos sobre la grandeza de los clásicos para la formación humanística.    
 
Tópico era su “cuento” y tópica mi  respuesta. Sentí que los tópicos son la perdición de un pensamiento coherente, o sea a contracorriente. Y es que la verdad sola es insuficiente. Quizá sirva para sobrevivir, pero no para vivir con dignidad. Decir la verdad no basta. Peor aún, la verdad sin más, sin ser dicha con renovada convicción, puede caer fácilmente en la fórmula y en el dogma. La verdad siempre tiene que ser contada de nuevo. La verdad es reinventada o no es. La literatura, la buena literatura, tiene eso a su favor, que sólo dice verdades contadas siempre de nuevo. Quizá mi hijo se salvaba de la tópica por el candor, pero lo mío no tenía justificación alguna. ¡Era mala literatura!
 
Quien hable de Machado está obligado a recontar el poema, la vida de Machado, si no queremos que desaparezca la literatura, o sea  la verdad. Decir generalidades, ofrecer datos externos al poema de Machado, es en el mejor de los casos una frivolidad, si no reconocemos que el poema siempre sobrepasa al concepto y, por supuesto, a  la realidad. La peripecia personal del poeta es importante. Nunca decisiva. La vida del poema es lo que nos da vida.  Porque los poetas, nadie pase por alto el asunto, no quieren ser recordados por sus nombres –¡que más da llamarse Antonio o Manuel!–, sino por sus poemas. Los poetas, como los dioses de todos los tiempos, no quieren pasar a la posteridad por sus hechos sino por sus palabras.
 
Lo relevante no es citar a Machado, sino grabar en nuestro corazón que “todo necio/ confunde valor y precio.” ¿Quién escribió esos versos? Quizá Machado pero pertenecen al pueblo que los ha hecho suyos. Y es que la verdad no la posee nadie en particular, porque “la verdad es lo que es/ y sigue siendo verdad/ aunque se diga al revés”. ¡Puro Machado! Sí, porque sólo escribió cuando tenía algo que decir.

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