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Agapito Maestre

Reformismo contra ruina y revolución

Rajoy no ha dejado un solo día de tomar medidas, proponer leyes y negociar con todos los actores políticos y sociales para dar salidas a los problemas originados o enquistados en la sociedad española por los gobiernos de Zapatero

El conflicto es la base de las sociedades democráticas. Que el conflicto no derive en violencia es responsabilidad de las elites políticas; pero el PSOE, los sindicatos, IU y, según los casos, el resto de grupos parlamentarios harán lo mínimo para que España sea gobernable en los límites del conflicto. Casi desde el mismo instante que se conocían los resultados electorales,  renunciaron a la vía reformista, política, en las instituciones. No quieren negociar con el Gobierno las grandes medidas. Según vengo mostrando en este ámbito, han optado por la vía subversiva.  Se equivocan y, además, están perdiendo, sencillamente, porque la actitud política, genuinamente democrática, del gobierno de Rajoy es firme.

Rajoy llegó hace tres meses al gobierno respaldado por una mayoría absoluta. Democrática. No ha dejado un solo día de tomar medidas, proponer leyes y negociar con todos los actores políticos y sociales para dar salidas a los problemas originados o enquistados en la sociedad española por los gobiernos de Zapatero. Los socialistas, al margen de la valoración que haga la historia de las dos pasadas legislaturas, han dejado un país en la ruina económica y, sobre todo, endemoniado y envilecido frente a las soluciones políticas. Por eso, precisamente, el gobierno de Rajoy no ha dejado un solo instante de hacer política, es decir, no ha abandonado la principal virtud que define a los gobiernos democráticos: intervenir en la vida social con voluntad de reforma. De mejora.

Eso, exactamente, la mejora constante y sin brusquedades de la vida por la vía de la política, es lo que no quiere la izquierda. No está dispuesta a colaborar con el Gobierno, sólo quiere expulsarlo, porque le cuesta reconocer la fuerza de los votos, el acierto de sus medidas y, sobre todo, el poder político que surge de la negociación en las instituciones. La izquierda española tiene que revisar urgentemente su tradicional táctica revolucionaria: si están en el poder, aceptan el orden constitucional, pero, nadie se engañe, si están en la oposición, sólo pretende reventarlo para tomarlo por la vía revolucionaria. Subversiva. En España, el asunto es casi de libro. Los socialistas han vuelto sin ningún tipo de autocrítica a la táctica que utilizaron, especialmente durante los dos últimos años, contra el gobierno de Aznar.

Ahora, en 2012, la táctica subversiva de la oposición al Gobierno comenzó el mismo día que perdieron los socialistas las elecciones: hubo incluso quien divulgó por las redes sociales que el presidente electo no llegaría a tomar posesión de su cargo; después, no se ha dejado ni un solo día de agitar la calle, se han intentado reventar todas las propuestas del gobierno con razón o sin ella; así, la convocatoria de la huelga general, aprovechando que hay elecciones en Andalucía, era algo que formaba parte de la anti-política de la izquierda. Por lo tanto, nadie diga que la convocatoria de esta huelga general es un triunfo. Falso. Eso es confundir las causas con los efectos. ¿Qué trae esta huelga general? Desde luego, nada nuevo nos dice, pero confirma los peores vicios de una izquierda, que a pesar de su retórica sedicentemente democrática, no creen en la democracia.

Se mire, desde donde se mire, esta huelga general es el símbolo de un fracaso. Sí, es la mayor expresión del fracaso democrático de la izquierda en general, y de los de sindicatos de clase en particular. La voluntad de subversión del orden democrático que la izquierda en general, y los nacionalistas en particular, quieren imponer a los españoles, desde el mismo día 20 de noviembre, tiene expresiones diversas, y la huelga general no es una más que otro acto en esa cadena subversiva que, aunque pretenda ser por boca de sus convocantes el más relevante, esta abocado al fracaso. Estoy convencido de que la voluntad de reforma del Gobierno acabará venciendo la voluntad subversiva, revolucionaria y llena de ira de la Oposición socialista.

En España

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