Sólo un suceso extraordinario, u otra tragedia similar a la que vivimos los españoles el 11-M de 2004, podría cambiar drásticamente la tendencia que muestran todas las encuestas a favor del PP. La ventaja de 16,2 puntos del PP sobre el PSOE, la mayor en toda la legislatura, en la última encuesta publicada por El Mundo, pudiera incluso ampliarse durante la campaña. No es necesario que aparezcan nuevas denuncias contra dirigentes socialistas, como el de la semana pasada contra José Blanco, ni que se descubran desmanes recientes del gobierno de Zapatero, como por ejemplo que se siga regalando dinero público a planes ideológicos y acciones políticas, tan discutibles desde el punto de vista democrático, como la "alianza de civilizaciones" y la "memoria histórica", para pensar que es muy plausible que el PP siga distanciándose aún más del PSOE.
El PP ganará las próximas elecciones, según todas las encuestas, por una mayoría absoluta que aún puede aumentarse, porque, como nos enseñara Noelle-Neumann, en las democracias de opinión donde se juega el destino político de un partido es en las expectativas abrigadas por los ciudadanos, o mejor, por los votantes de cara a una elección. Y aquí –en el asunto de ¿quién espera usted que va a ganar?– todas las encuetas coinciden en dar como ganador por "goleada" al PP. Además, y es la segunda regla de Noelle-Neumann, el PP está logrando persuadir, argumentar y, en fin, "imponer" al público elector la opinión de que ganará por mayoría las elecciones del 20-N. Por lo tanto, el PP tiene casi ganada de antemano la batalla electoral, porque, una vez más, las expectativas de los votantes son más decisivas que sus preferencias.
La mayoría absoluta que conseguirá el PP podría llevar no sólo a una reafirmación del PP como partido nacional, sino a enfrentarse al mayor problema de España: el modelo territorial del ejercicio del poder. A pesar de las críticas que ha recibido Rajoy por no concretar, en la convención de Málaga, su programa de Gobierno, soy de la opinión que ha dicho cosas fundamentales para llevar a cabo la reforma del principal problema de España. Rajoy ha proclamado de modo enérgico y sincero que se "compromete a decir las verdades incómodas". Es opinión generalizada por todos los expertos en política y economía de este país que, se mire desde donde se mire, el modelo de administración de este país, especialmente el modelo de los mini-estados de las Autonomías, es inviable. Eso lo dicen no sólo los críticos del Título VIII de la Constitución, sino también en la UE y, en los últimos meses, todas las agencias de evaluación de la situación económica de España. He ahí el principal reto que tiene el PP con todos los españoles. Se equivocan, pues, quienes dicen que Rajoy no ha concretado. Falso. ¿O acaso no es concreción anunciar que dirá las verdades incómodas? No creo que se atreva Rajoy a llevarles la contraria a la UE y a todas las agencias de evaluación de nuestra desgobernanza autonómica, provincial y local.
Rajoy también ha dicho, en Málaga, que "gobernará con valentía". No es pequeña promesa para un espacio público-político, que ha sido ocupado por unas elites políticas que se resisten con uñas y dientes a atajar el principal problema del Estado, a saber, el modelo territorial. Gobernar con valentía significará que Rajoy, nada más llegar al poder, exija para el Ministerio de Educación casi todas las competencias que ahora tienen los mesogobiernos regionales. Este cambio es tan urgente como necesario no sólo para que creamos las palabras de Rajoy, en Málaga, sobre la importancia de la educación para el PP, sino también para cambiar a medio plazo el modelo productivo español.
Decir las verdades incómodas y gobernar con valentía, a pesar de lo que digan los críticos de Rajoy, no es poco programa para un gobierno democrático.