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Agapito Maestre

Respeto y aprendizaje

No es la primera vez que escucho a alguien equiparar moralmente la tauromaquia y el holocausto. El diputado falta el respeto a los aficionados españoles a los toros y desprecia a los seis millones de judíos asesinados por el nazismo

La inteligencia casi siempre funciona por comparaciones. Las hay para todos los gustos, pero, desde luego, algunas son odiosas y, además, ponen de manifiesto la absoluta torpeza de quien ha intentado una malísima metáfora. Es el caso del diputado que ha  comparado la tauromaquia con Auschwitz. El ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, ha contestado con mesura e inteligencia el exabrupto del diputado, o sea, ha toreado cargando la suerte, o sea de verdad: ha parado, templado y mandado  la embestida del diputado. Wert, sencillamente, le ha pedido respeto para quien sea aficionado al arte taurino. Le ha pedido que tenga el mismo respeto que los taurinos guardan a quien no le gusta este arte.

Sin embargo, dudo de que este diputado sepa, en verdad, qué es el respeto. El sentimiento de la dignidad personal se refiere, exactamente, al respeto que cada ser humano se debe a sí mismo. No creo que este diputado guarde este primer y básico respeto moral.
 
Por otro lado, no es la primera vez que escucho este tipo de majadería. En el ámbito de la "cultura", o mejor, de la "incultura del hombre masa", este tipo de brutalidad abunda más de lo que creemos; me atrevería a decir que, cuando se trata de la cultura española, ya es un tópico ofenderla con cualquier burrada propia de la Leyenda Negra. Sobre España y su historia se siguen diciendo las mayores sandeces propias del "donoso necio" que fue Bartolomé de las Casas, por ejemplo, aquí encima de mi mesa tengo un libro que me produce bochorno, su título es La España inquisitorial y la Alemania nazi cara a cara, está publicado en una editorial respetable y su autora es Christiane Stallert; confieso que he sentido vergüenza ajena al leerlo, pero, naturalmente, tengo que respetar la persona de la autora, a pesar de que el libro haga crecer esa edad oscura de la que no vemos cómo salir.
 
Naturalmente, también es digna de respeto la persona del diputado que ha comparado la tauromaquia con el genocidio de los judíos, pero es menester insistir en la brutalidad que comete el diputado, primero, porque falta el  respeto a los aficionados españoles a los toros y, sobre todo, porque está despreciando a los seis millones de judíos asesinados por el nazismo. En fin, "aprender de nuevo a ser humano", como ha dicho un gran maestro de nuestro tiempo, no es tarea sencilla, porque vivimos tiempos oscuros. Es una época de gente que no se guarda respeto a sí misma, es decir, que carecen de amor propio. Es una nota característica del salvajismo de esta nueva edad oscura. La "comparación" del diputado es tan terrorífica que va más allá de la demagogia. Pretende instalarse en el terreno totalitario de la sociedad que prohíbe toda conversación acerca del arte, la música y la literatura y, por supuesto,  la tauromaquia.
 

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